3.Menta

2.6K 308 42
                                    

Se sentía extraño. Habían pasado seis meses desde aquel beso con Albus y no podía extrañarlo más. Recordaba vagamente que después de responder el beso ligeramente y sentir su corazón latir desenfrenadamente, empujó a Albus y le reclamó diciéndole unas cuantas cosas hirientes.
Después de aquello Albus no intentó dirigirle la palabra y él mismo tampoco se esforzó mucho en hacerlo, las clases habían seguido normales y él pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca o en los jardines, con Lily. Ocho semanas más tarde, estaba en casa.
Podía asegurar, que su madre había notado un cambio en su siempre seria actitud, casi se preocupó cuando no dijo nada, eso auguraba una charla con su padre y no con ella. Así pues, una semana después la tuvo quedando más confundido.
—Scorpius, ¿qué te pasa? —le preguntó serio, sentados frente a la chimenea del salón, que crepitaba suavemente.
—Nada —contestó desviando la mirada.
—Puedes confiar en mí —aseguró Draco con mirada paternal y comprensiva voz.
—Albus me besó —soltó de tajo.
Había esperado una reprimenda, gritos, exigencias; estaba listo para eso, con la mirada fija en la alfombra. Todo menos que su padre se acercara más a él y con un brazo alrededor de sus hombros le dijera:
—Scorpius, tú sabes que fui mortífago, cometí muchos errores por las exigencias de tu abuelo y creer en las causas equivocadas; no fui feliz, y tuve que esperar mucho para serlo, si tú eres feliz con Albus, sea como amigo o como algo más, no dudes en hablar con él. Él entenderá —el rostro de su padre estaba serio, y asintió torpemente.
—Lo haré... creo —titubeó.
Draco rió y lo observó detenidamente, poniéndose en pie fue al escritorio al otro lado del salón, sacando algo del primer cajón, se lo lanzó. Scorpius lo atrapó en el aire y sonrió al ver uno de sus chocolates favoritos, se puso en pie y abrazó a su padre.

Así que, casi tres meses después de esa charla se encontraba sentado en el aula de pociones, en su primer clase de sexto año, ensimismado en sus pensamientos y tratando de encontrar el momento idóneo para hablar con Albus.
Garabateaba cosas sin sentido en un pergamino cualquiera cuando un profesor alto, de cabello color arena y ojos marrones entró al aula. Con expresión amigable se presentó como Seamus Finnigan y les dio la bienvenida a un nuevo año.
No prestó real atención hasta que los calderos frente a la clase fueron destapados y un olor familiar llegó a su nariz. El aroma era atrayente.
Suspiró. Lo mismo que dos años atrás: chocolate libros y menta.

Definitivamente estaba molesto. O afligido, que en conclusión para Scorpius, venía a significar lo mismo.
Ya llevaban dos semanas en Hogwarts, y aunque pensó que sería fácil hablar con Albus, no fue así, ni siquiera por compartir la habitación; el chico realmente lo estaba esquivando y no había forma de acorralarlo, sin tener que encerrarlo en un aula en desuso.
El día pasó rápido, la cena se acercaba y no recordaba haber estado tan nervioso como en esa ocasión, el corazón le latía fuerte y sentía que su estómago tenía un baile dentro de él. Quiso echarse para atrás, pero ya tenía todo planeado, así que cuando vio a través de la ranura de una puerta entreabierta a cierto chico de cabellera azabache deambular rumbo al Gran Comedor, esperó a que se acercara lo suficiente y jalándolo bruscamente por la túnica lo adentró en la habitación. Escuchó unos quejidos de protesta cuando Albus cayó al suelo pero él simplemente cerró la puerta.
Cerró los ojos un segundo y con voz inexpresiva dijo:
—Albus, tenemos que hablar —Albus se puso de pie y sacudió su túnica, expiraba nerviosismo por los poros.
—No, no tenemos nada de qué hablar.
—¡Vamos, Al! ¡Me has estado evadiendo! —su expresión dejó de ser seria, comenzaba a molestarse. El azabache sólo optó por mirar el alrededor.

—Escucha, Scorp, tengo que irme —Albus avanzó unos pasos y en un intento vano, trató de apartar a Scorpius de la entrada.
—No nos iremos de aquí hasta que no me digas por qué razón ya no me hablas —le advirtió con voz trémula—. Aunque tengamos que amanecer aquí.
El chico lo miró horrorizado.
—No serías capaz.
—Soy un Malfoy, pruébame.
Albus se apartó de él y con aire cansado se frotó la sien derecha.
—Porque... no lo sé —susurró.
—Extraño a mi mejor amigo, Al— el rubio sonrió triste, realmente no era fácil el no tener con quien compartirlo todo.
—Hay cosas que no entenderías —los verdes ojos se empañaron y la voz se quebró. Scorpius se acercó a él y lo abrazó.
—Te aseguro que lo haré.
Y claro que podía hacerlo, ese chico fue su mejor amigo desde el instante en que piso Hogwarts.
Respiró hondó y un olor llegó a él, lentamente, casi con miedo, giró un poco el rostro hacia el cabello de Albus. Volvió a aspirar y ahí estaba, el olor a menta, ese que percibió en la Amortentia dos veces y era digno de un gran dilema para él. Sus ojos se abrieron con sorpresa al pensar en lo que eso implicaba: Albus le gustaba, no sólo como amigo.
—Scorpius —trató Albus aumentando la presión en el abrazo—, te quiero.
No supo describir el cosquilleo que recorrió su cuerpo, ni por qué su corazón parecía querer salírsele del pecho. Se apartó de él y lo observó detenidamente. Albus le provocaba muchas cosas.
Los orbes verdes lo observaban, esperando.
—Tonto —dijo divertido.
Albus lo miró confundido, forzando una sonrisa que resultó en una mueca un tanto extraña.
—Y eso significa que...
Pero Scorpius no lo dejó terminar, en un segundo ya lo estaba besando lentamente, como dando la oportunidad de ser apartado de un empujón. Eso no pasó y el rubio descubrió algo que le gustaba más que su adicción al chocolate: Albus Potter y su extraño olor a menta. Su nueva adicción.
*Bueno chicos este es la última parte de mi primera historia, espero que les haya gustado, me divertí mucho escribiéndola, aún no sé si escribir un capítulo extra o empezar otra historia (ahora si más larga)comenten me gustaría saber su opinión*

AdicciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora