Capítulo 4

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-Ya deja de reírte.- pidió Jordan mientras entraban a la celda.

-Vamos Parrish, ¿no tienes sentido del humor?- le pregunto el alpha sonriente.

-Si, pero esa fue una broma de muy mal gusto.- contesto el guardia sentándose en su cama.

Deucalion uso sus ojos de lobo para verlo, tal vez se había reído demasiado, se acerco al guardia y con una de sus manos acaricio el rostro del joven, quien lo miro curioso.

-Lo siento, tal vez me excedí un poco.- le dijo sin separarse.

-Tengo que admitir que fue gracioso, pero bájale un poco a tus bromas.- le pidió Jordan sonriendo y apoyándose un poco más en la mano del hombre.- Tu mano es cálida.-

-Tu eres cálido.- comento Deucalion.

Estuvieron así por un buen rato, hasta que el lobo escucho pasos y se tuvo que separar del guardia, pero se calmo al ver que era Valack el que entraba.

-Ya arregle tu bastón.- dijo el medico, entregándoselo al alpha.- Oí que tuviste una agradable visita en los baños. Te oyeron salir muy feliz.-

-Solo me divertí un poco, ¿verdad Jordan?- pregunto el alpha, y pudo oler la vergüenza en el oficial.- Pero ya paso, ¿que tal todo afuera?-

-Esta muy tranquilo, por cierto Parrish, algunos internos quieren que pases por sus celdas, quieren pedirte algo.- informo Valack.

-¿A mi?- pregunto Jordan y el otro asintió.- Ok, iré más tarde.-

-Bueno, me retiro, con permiso.- dijo el hombre para luego salir de la celda.

-¿Que crees que me quieran pedir?- pregunto Jordan al alpha.

-Quien sabe, tal vez sea un favor.- contesto Deucalion echándose en su cama.- Bien Jordan, ¿podrías leerme algo por favor?-

-Claro, espera iré por el libro.- dijo el joven levantándose de la cama, cerro la celda y entro a la del alpha.

-Siéntate a mi lado.- le dijo el hombre haciéndole espacio.

-Bien, aquí vamos. Flores En El Ático, ¿me salto el prologo?- pregunto Jordan.

-Si, no es como si fuera parte esencial.- contesto Deucalion con tranquilidad.

ADIÓS, PAPÁ
Cuando era joven, al principio de los años cincuenta, creía que la vida entera iba a ser como un largo y esplendoroso día de verano. Después de todo, así fue como empezó. No puedo decir mucho sobre nuestra primera infancia, excepto que fue muy agradable, cosa por la cual debiera sentirme eternamente agradecida. No éramos ricos, pero tampoco pobres. Si nos faltó alguna cosa, no se me ocurre qué pudo haber sido; si teníamos lujos, tampoco podría decir cuáles fueron sin comparar nuestra vida con la de los demás, y en nuestro barrio de clase media nadie tenía ni más ni menos que nosotros. Es decir que, comparando unas cosas con otras, nuestra vida era la de unos niños corrientes, de tipo medio.

Nuestro padre se encargaba de las relaciones públicas de una gran empresa que
fabricaba computadoras, con sede en Gladstone, estado de Pennsylvania, con una población de doce mil seiscientos dos habitantes. Nuestro padre tenía mucho éxito en su trabajo, porque su jefe venía con frecuencia a comer a casa y alababa mucho el trabajo que papá parecía realizar tan bien.

«Es ese rostro tuyo, tan norteamericano, sano, abrumadora mente guapo, y esos modales tan llenos de encanto lo que conquista a la gente. Santo cielo, Chris, ¿qué persona normal podría resistirse a un hombre como tú?»”

-A mis hijos les encanta esa novela, aún no entiendo porque.- interrumpió el hombre al joven.

-¿No es para ellos acaso?- pregunto Jordan interesado.

Deucalion  (DEURRISH) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora