A.

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Piensa las cosas cinco veces, sé que eres impulsiva Nora, pero da cinco razónes siempre y si no las encuentras no vale la pena hacerlo.


Miró los cuadros como absorbida por los colores, rodeada de gente riendo y charlando a mi alrededor. El arte del artista de esta vez, definitivamente no le gustaba. No lo entendía, manchas por aquí y manchas por allá sin motivo alguno. Se dice que el arte es abstracto, que hay que sentirlo. Pero ella había dejado de sentir desde hacía mucho tiempo.

Si le preguntaban si le gustaba su trabajo diría que sí, organizar, ordenar, cuadricular cosas le había gustado desde siempre. Había algo en el ordenar que le gustaba, que le mantenía en calma. Eso no significaba que su casa estuviera completamente ordenada, no tenía tiempo para ello. Pero si andaba muy estresada, ponerse a redoblar la ropa del armario definitivamente le calmaría.

Por eso le gustaba su trabajo, organizar eventos. Cuadrar las fechas, supervisar que todo estuviera en orden, colocar las cosas...

Pero si luego le preguntaran si le gustaba el arte, probablemente diría que no era su pasión. Que le daba igual, algo incongruente porqué estaba a cargo del departamento de eventos de carácter artístico.

Lo más común que organizaban eran exposiciones de arte, privadas muchas veces. De artistas que se desvivian por el arte. Y en una de esas se encontraba ahora.

Unos brazos le rodearon el cuerpo sacándola de su mente, se heló y mientras intentaba aguantar la respiración intentó desprenderse del abrazo.

- Muchas gracias, ¡señorita Müller!- dijo el hombre.

- Es mi trabajo, señor -dijo resaltando lo obvio y cuando conseguío zafarse de su abrazo añadió: Por favor, no vuelva a abrazarme.

Supó que su comentario le había afectado de alguna manera cuando frunció levemente el ceño y imperceptiblemente tomó un poco de distancia entre los dos.
Quizá otro no hubiera notado esos cambios, quizá ni el mismo se había dado cuenta de que había dado un paso atrás alejándose de ella.

De cualquier manera, agradeció cuando sus familiares y amigos llegaron para saludarlo, y felicitarlo por la exposición.

Intercambió alguna que otra palabra cordial con la familia, tomando sus enhorabuenas y gracias con una sonrisa educada. Al cabo de un rato consiguió zafarse de ellos, y tras dar un par de indicaciones al personal empezó su huida.

Quería llegar cuanto antes a casa, quitarse los tacones y tomarse una cerveza fresquita.

- ¿No debería quedarse la encargada hasta el final? -preguntó Félix, uno de sus compañeros de trabajo, lo habían cambiado a su departamento hacía poco y definitivamente no parecía tenerle mucha estima. Cosa que le daba totalmente igual.

Como siempre ya había notado que era tradición, su pelo tenía quinientos kilos de gomina, sujetándolo hacia atrás como si una vaca le hubiera dado un lametazo. Vestía un traje azul que gritaba por todos lados que tenía mucho dinero, y si no lo notabas por el traje, el pedazo de reloj dorado que llevaba en la muñeca te lo restregaba por toda la cara.

No esta mal tener dinero, lo que le parecía insultante era que lo gastara en inútilidades, y que a demás ese dinero del que tanto se pavonean no sea ni suyo. Sino de su papis. Eso si que le parecía lamentable, cuando la gente alardea de tener dinero cuando no ha tenido que sudar una gota para tenerlo.

- ¿Que quiere? -pregunté con voz cansada. -Sabe bien que mi presencia aquí no es ni necesaria en primer lugar, tal y como tampoco lo es la suya.

Félix calló, no sabia que responder. Estaba acostumbrado a que todos formaran parte de su juego de intercambiar comentarios mordaces.

A Nora le sorprendía como no se cansaba de intentar sacarla de sus casillas, como si esperara que de un dia a otro empezara a contestar a sus juegos.

IncapazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora