Aquel día de invierno entraba en el restaurante a primera hora. Los martes me tocaba atender las mesas de los primeros clientes. Es cierto que de camarera no ganaba demasiado, pero ese local me brindaba la oportunidad de cantar cada noche, sólo sería como acompañamiento mientras los espectadores saboreaban un sabroso estofado, pero yo seguía teniendo la esperanza de que algún día alguien realmente importante estuviese observándome y apreciara mi verdadero talento.
-Camila, primer cliente en la mesa siete. -Gritó mi jefe para espabilarme, estaba entre mis propias nubes.
Realicé el protocolo de siempre, aquella sonrisa falsa, un "Buenas tardes, bienvenido a Stephanie's" seguido del menú del día, y por último un "¿Qué desean?". Tampoco hacia falta tener un título para aprender dos frases, pero a veces resultaba complejo levantarme cada día, sabiendo de sobra lo que me esperaba, con la falsa esperanza de algo inesperado en mi vida, pero esa falsa esperanza se convirtió en algo que pronto se haría realidad. Tome nota del pedido y lo pasé a cocina. Así una y otra vez. Al llegar la noche me puse mi repetitivo vestido negro calenté mi voz, me senté en mi silla 'especial' y comencé.
"Well even though you're so damn fine I know I'm better off without ya even if you cross my mind I would always have to doubt you..."
Estaba nerviosa, como nunca, una mujer de ojos tan verdes como la esmeralda y tan delicados como increíbles no apartaba su mirada de mi, no era una mirada corriente, era la mirada que cada día rezaba para que alguien me la echara. No me pregunten sobre el resto de la chica, apenas me fije en el resto, seguía perdida en sus ojos y ella en los míos mientras terminaba los últimos versos de la canción.
"I wont believe a thing you say this time All them other girls told me how you play your game Yeah we know know all about you..."
Aquella chica fue la única que se levantó hasta incluso emocionada, dándome el mayor aplauso que me habían dado, el que yo sabía que realmente merecía, entonces me fijé en el resto de ella. Su largo y negro cabello liso envolvía sus hombros, y aquella sonrisa...que decir de esa sonrisa. Recé para que se acercara para que simplemente me dijera su nombre, y parecé que por una vez dios me había escuchado.
-Ho...hola, soy Lauren, Lauren Jauregui, no he podido evitar acercarme, necesitaba decirte el potencial que tiene tu voz, es diferente a todas las demás voces que jamás haya oído. -No podía creer que me hubiera dicho aquello.
-Yo soy Camila, Karla Camila Cabello, muchísimas gracias, sabes, me gustaría muchísimo que volvieras a escucharme
-Por eso no hay problema, ansio escuchar de nuevo tu voz.
Lauren salió por la puerta y yo me quedé mirándola, atontada, no sabía que yo sería capaz de sentir por una chica, aquello que sentí por Lauren con apenas unas palabras, era algo mágico, lo que estaba buscando, lo que el destino por fin me había dado, pero dudaba que sus sentimientos fueran como los míos. Al día siguiente ella volvió, pero esta vez no a la hora de mi actuación sino a la hora del almuerzo, el jefe me dijo que había alguien fuera que preguntaba por mi.
-¿Camila?¿Podrías escaquearte del trabajo cinco minutos? Necesito hablar contigo.
-De acuerdo, rápido antes de que el dueño se entere.
Fuimos las dos fuera, intentaba hacerme la dura, intentaba que no viera lo que sentía pero mi pulso y mi corazón iban a mil por hora.
-Camila no sólo me enamoré de tu voz anoche. Asumo perfectamente que en casa tengas a un precioso chico esperándote, pues alguien como tu no podría estar sola y menos quererme a mi, sólo quería hacerte saber lo que siento.
No podía creerlo, no había dicho eso, no podía ser todo era un sueño, el sueño más bonito que jamás haya tenido pero un sueño.
-¿Qué haces esta noche?
-Lo que quieras.
Aquella noche Lauren y yo quedamos, tuvimos una noche increíble llena de risas, caricias, abrazos en medio de la nada, y cuando la llevé a casa, antes de bajarse de aquel antiguo mustang rosa que me había comprado mi padre al acabar bachillerato, lo hizo, me dio el primer beso, no era simplemente nuestro primer beso, era mi primer beso, me había reservado todo este tiempo para alguien tan especial como ella, teniendo que rechazar miles de oportunidades. No sabía que un beso podía ser tan maravilloso, nos fundimos la una con la otra, no sólo eran nuestras lenguas las que unidas no se separaban, era algo mucho más fuerte que eso, era la unión de nuestros corazones lo que sentía tan cercano a mi.
Aquella semana, fue la semana más increíble que jamás haya tenido, una semana que me marcará para siempre, vivimos el amor como sólo en las películas se había vivido antes, mi corazón pertenecía a ella, su corazón pertenecía a mi, estábamos predestinadas a encontrarnos, aquella morena había sellado mi corazón con sus besos y con su tierno amor, había creado un sello imborrable, aquel sello que se sabe que ni los años podrá borrar. A la semana siguiente no pude ver a Lauren, ella estaba de vacaciones en Londres, mi vacío era cada vez más grande, pues sólo tenía que aguantar hasta al fin de semana pero no era sólo el echarla de menos, era que sin ella, no era yo, faltaba una parte de mi y de mi ser. Sonó mi móvil, era ella, estaba gastando gran cantidad de dinero, pero yo sabía que para ella no era un problema si lo gastaba en mi. Hablábamos de cuanto nos echábamos de menos, de cuanto nos queríamos, las típicas tonterías de enamorados que no paran de decirse.
-¿Me traerás aquellos tacones de CHANEL que me gustan? -Dije en tono de broma, debería de vender un riñón para comprarme esos tacones, eran algo inhumano.
-S......En....Ell.....st......
No se escuchaba nada sólo el claxon de los coches, debía de haber un tráfico inmenso.
-Cielo no te escucho hay demasiado ruido allí donde estas
-Inte......Mov....me....
-¿Qué intentarás moverte? O eso creó haber entendido...
-S....Cami......Te.....qu...
Aquella última frase entrecortada, no había sido por el ruido, escuche un golpe, un tremendo golpe, seguía en llamada con Lauren pero ella no contestaba, yo sólo oí gente gritando, seguí con el teléfono en la mano durante un rato más y oí el sonido de una ambulancia, comencé a preocuparme, me hundí en un mar de lágrimas "Todo ha sido por mi culpa...Yo le dije que se moviera...Pero vamos Camila seguro que no es nada".
Había muerto. Lauren había muerto, y juntó a ella también había muerto yo, el sentido de mi vida, mi camino a seguir, mi corazón, mis metas, todo se había esfumado junto a ella, desde aquel día en adelante, cada día me gastaba dinero en un ramo de flores, cada día iba a visitarla al cementerio y me derrumbaba junto donde ella descansaba, llego el día en el que encontré a otra persona y me casé, pero esa persona nunca podría llenar el vacío que ella dejó en mi corazón, nunca amaría a mi actual marido como la amé a ella, como la amé y la sigo amando, desde ese día, desde esa lluviosa tarde hasta el mismo día de hoy, a mis 83 años, sigo visitándola cada día, y aunque su cuerpo no siga junto a mi, su alma está unida a la mía, y eso es algo que ni siquiera la muerte podrá separar jamás.