Optas por quedarte, parece una decisión incoherente, pero no sabes los peligros que acechan ahí fuera.
Estás sentado en un mugriento colchón que está colocado directamente sobre el suelo, y notas su nauseabundo olor.
No quieres imaginarte la cantidad de personas que pasaron por él.
Sus fibras nunca han probado un ápice de detergente.Pero resígnate a habituarte a tu extraño hogar, pues no sabes el tiempo que pasarás ahí.
Tienes la mirada perdida, sobre la pared blanca como tu mente en este instante.
Llevas la misma ropa que la pasada noche, apestas a sudor y alcohol, pero te da igual.
Escuchas los latidos de tu corazón, y vas contándolos para matar el aburrimiento.
1,2,3,4.
Un chirrido inquietante abre la puerta, y hace que tu corazón lata más rápido y pierdas la cuenta de tus pulsaciones.
A la luz del pasillo distingues una figura masculina que se aproxima, pero no tienes tiempo de analizar sus rasgos, pues cuando está a pocos centímetros de ti, te agarra la cara con saña, y te duerme con un pañuelo de cloroformo.
Te despiertas súbitamente.
Llevas puesto un camisón de cirugía, y no sabes si estás en una celda, o en un quirófano, ya que hay una camilla, además de instrumental y productos de esterilización, pero hay barrotes como si tratara de una celda.
De repente, ves un resplandor esperanzador.
Tu móvil.
No puedes estar más feliz.
Estás a punto de correr raudo hacia tu salvación, pero por el rabillo del ojo ves algo más.
Un teléfono fijo.
¿Qué haces?
A. Vas a por tu móvil
B. Vas a por el fijo