La alarma de mi móvil sonó, en un intento inútil de apagarla me golpeé contra la mesita de luz y me caí de la cama.
Bendito lunes.
Fruncí el ceño al no ver mi móvil en donde se supone que lo había dejado cargándose. Seguí el cable y lo saqué de la tumba de revistas y algún plato con restos de ketchup en el que estaba enterrado.
— No me jodas.
Resulta que no había dejado mi móvil cargándose, lo había dejado al lado del cargador, pero no lo conecté. Por obra de Satanás aguantó para hacer sonar mi alarma.
En quince minutos me había duchado y cambiado, bajé las escaleras y me encontré con mi tía Chris.
— ¿Necesitas que te lleve?
— No, gracias cielo, iré caminando. —Se giró guardando unas cosas en una bolsa, mi almuerzo. — Ten.
-—¿Qué tengo hoy? —Pregunté, guardando la bolsita de plástico en mi mochila junto con otros libros.
— Oh, mi especialidad, un sándwich de jamón y queso. Te he puesto un plátano por si te entra más hambre. —Sonreí y besé la mejilla de mi bella tía, su fragancia de frambuesa llegó a mis fosas nasales, adoraba ese olor característico de ella.
— Adiós, tía. —Me despedí, ya en la puerta.
Una vez frente al coche recordé que había olvidado mis llaves. Gruñendo, volví a la entrada de mi casa y, esta vez sí, salí completamente preparada para afrontar la semana.
— Lo que decía, bendito lunes.