D I E Z

582 37 6
                                    

—Wow.

Replico entrando a la casa de Dele. Vaya casa.

Mi casa es su casa—lo escucho decir.

—Asi qué hablas español—menciono riendo.

—Soy una caja de sorpresas—dice adentrándose a las inmensas habitaciones. —Aúnque sólo se pocas palabras. Parece qué tú lo entiendes.

Levanto mis hombros. —Cuando vives con una persona qué lo habla a la perfección, te acostumbras.

—Cierto. Lo había olvidado.

Lo sigo y me topo con la cocina. Qué, sinceramente, es el doble de grande qué la nuestra.

—¿Coca-cola o agua?—cuestiona buscando en la nevera.

—¿Tienes gaseosa real ahí dentro?—pregunto curiosa.

Dele hace una mueca.

—Tengo mis permitidos.

—Coca-cola—respondo.

Minutos después me entrega él vaso con la bebida. Él solo opta por agua.
Volvemos a la mesa, dónde yace la caja de pizza, y la abro.

—Queso y pepperoni. Mi favorita—informa divertido.

Se acerca y toma una porción, llevándola a su boca.

—Dejame adivinar, ¿le preguntaste a Eric?

—¡Claro que no!—chillo agarrando una porción, aguantandome la risa.

—Si lo hiciste.

—¡Lo sugirió! No le pregunte—admito.

Dele larga una carcajada. Le doy una mordida a mi pizza.

—Es deliciosa.

Él asiente. —Totalmente de acuerdo.

Cuando terminamos de comer, de juntar y acomodar los desechos, fuimos directo al living.

—¿Quieres ver una película o jugar al fifa?—pregunta encendiendo la enorme pantalla.

—Fifa. Pero aclaro qué no soy buena—me defiendo de ante mano.

—Entonces, dejaré qué me des una paliza—responde riendo.

—Y si haces eso, no solo te la daré en él videojuego sino personalmente también—advierto seria.

Él joven levanta ambas manos.

Comenzamos a jugar, y como dije, realmente soy mala. Se poco sobre los botones del control y nada de fútbol.
Dele no para de reir cada vez qué cometo algun que otro error y maldigo.
Logro marcar un gol pero ya casi a final de tiempo y Dele ya había marcado cinco.

—No mentiste cuando dijiste qué eras mala—menciona.

—El qué avisa no traiciona—le dijo dejando el control en la mesa. —Pero pude marcar y aparte no entiendo esto—señalo el aparato en la mesa.

—Si, claro. Ahora la culpa la tiene el control.

—Bueno, jamás había jugado antes. Solo quería impresionarte—hablo riendo.

—¿Impresionarme? Pues, eso no me impresionó para nada.

Hago una mueca quejosa. —Lo se, pense qué si me dejarías ganar.

—¿Y así podrías darme una paliza?

—Mmm, quizás.

Dele ríe y se acerca. —Quizás mejor podrías cambiar la paliza por otra cosa.

—¿Cómo un puño? 

Niega. 

—Oh, ya se. ¿Quieres qué una patada?

Vuelve a negar.  —Dejame mostrarte.

Se acerca más a mi y toma mi mano. Sus labios rozan los míos, pestañeo varias veces por la sorpresa pero no tardo en reaccionar y agarrar de sus mejillas para profundizar el beso.
Nuestros labios se mueven al compás y rezo para qué jamas se detengan. Enredo mis manos alrededor de su cuello y él baja sus manos a mi cintura, presionándola, atrayéndome a lo máximo hacia su cuerpo.

Al separarnos por falta de aire, no se si han pasado segundos, minutos o horas. Nuestras respiraciones son difultosas y ruidosas pero deseosas de más.
Mis mejillas se tiñen rojizas y juntos mis manos. Dele solo permanece mirándome.

—Eres tan preciosa—habla.

Agarra un mechón de mi cabello y lo deposita atrás de mi oreja. Y nuevamente vuelve a unir nuestros labios.

Culpa mía | Dele Alli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora