Una misión de Amor Imposible

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Una mañana en la mansión Phantomhvie, Bard y Finían había sido llamados de parte de su joven amo, Sebastián se había ocupado sus lugares mientras que aquellos dos, iban a ser reprochados por Ciel.

—Sebastián piensa que los voy a castigar —dijo el muchacho al darle un sorbo a su te. —Sin embargo, por arruinar el jardín y la cocina, me encargare de que ustedes por hoy sean mis pichones—hablo sereno.

— ¿Pichones? —se preguntó Bard frunciendo el ceño.

—Mejor digo, mis palomas mensajeras—le decía el joven malhumorado.

— ¡Seremos unas palomas! —gritaba de alegría Finían mientras le tomo de las manos al cocinero y se pusieron a bailar delante de su amo.

—S-Si, serán palomas, volviendo al tema...Quiero que vigilen a Maylene, porque ya le ordene algo...—hablo Ciel al sonreír de lado.

—Perdone mi molestia, joven amo ¿Pero qué clase de orden le dio a ella? —pregunto Bard confundido.

—Que bese a Sebastián.

El joven Phantomvhie se dirigió a la sala de juegos, en donde se encontraba Lizzy jugando con unas muñecas, ella se le acercó y le abrazo con fuerza, lo rodeo con besos en las mejillas; provocando que este se sonrojara.

— ¡Te sonrojaste!—exclamo ella alegre.

—No es cierto—contra dijo el malhumorado.

—No importa, yo sé lo que vi, Shieru...Me gusta verte sonrojado—hablo Lizzy al besarlo en la mejilla.

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En el living, Sebastián lo estaba decorando y acomodando los muebles que ya habían sido lustrados por la ama de llaves, Finían se había quedado espiando: escondiéndose detrás de los sillones, miro por un momento que, Maylene traía una pila de platos y que luego se tropieza mandando todos los platos de porcelana al aire, también había notado la rapidez del mayordomo negro que agarraba con sin ninguna dificultad cada uno de los platos, para después dejarlos arriba de una mesa... Vio cuando al final de todo eso, Maylene cayó a los brazos de dicho mayordomo.

—"S-Sebastián-san" —escuchaba el joven al mirar esa escena.

—"Deberías tener cuidado Maylene"

—"S-Si lo tendré." — al ver como su amiga asomaba su rostro, Finían estaba a punto de gritar de la emoción pero fue interrumpido por el cocinero quien le hizo señas para que se callara.

—"Perdón debo continuar con los deberes de la mansión"

—Perdón —dijo el rubio apenado.

—Sebastián no se debe enterar de esto—hablo el cocinero algo molesto.

— ¿Qué es lo que no me tengo que enterar? —hablo el mayordomo al levantar el sillón, revelando el escondite de estos dos.

— ¡De nada Sebastián-san!—reaccionaron nerviosos.

—Si no me lo cuentan... No les daré torta de chocolate—insinuó haciendo una mueca triste.

Bard no podía evitar imaginarse una torta de chocolate hecho por Sebastián Michaelis, sin duda eran los mejores de todo el mundo, bueno también para Finían. Ellos imaginándose el postre babeándose con las ganas de probar por lo menos un bocado; el mayordomo sonrió de lado...

—Les voy a preparar eso a cambio... Del secreto del joven amo. —decía el demonio al darle la espalda.

—¡S-Sii te vamos a contar! —asintieron al mismo tiempo.

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