A la gente le resultaba fácil pensar que era la chica más alegre del mundo, que nadie, absolutamente nadie podía hacerle daño, que siempre sonreía y que era feliz.Ella, que había vivido tanto tiempo dentro de un huracán, que le había puesto su nombre incluso. Que sentía que sus alas no podían volver a volar, que se habían roto en pedazos por la fuerza del viento, mantenía en secreto que las noches le eran infiernos disfrazados de estrellas y lunas llenas, que las pesadillas eran simples sueños con la fina línea qué diferenciaba la realidad de la fantasía, mantenía en secreto que su cabeza era un mar de pensamientos donde hacer surf era sinónimo de planear el propio suicidio.
Ella era esa chica que podía hacer magia con lápiz y un papel y qué con simples trazos podía salvarte o condenarte a muerte, que podía hacerte sentir a través de una pantalla, que podía acariciarte la cara mientras leías cada una de sus palabras que acababan por convertirse en versos.
Que cuando ya no podía más, sacaba incluso más fuerza por no caer definitivamente en un pozo sin salida, que con los ojos cerrados conseguía que cualquiera abriese el alma.
Ella era esa chica que lleva cicatrices, que sonreía aún con la sonrisa rota, que era hielo pero ese hielo que si lo tocas con demasiadas ganas puede incluso quemar. Era esa chica que anda a las cuatro de la mañana con la libreta bajo el brazo y un boli y deja que todo su ser se imprima en ese cuaderno de hojas vacías.
Ella era alguien que había nacido para brillar y que iba a seguir haciéndolo aún estando bajo tierra.