— Fénix, tienes que venir. — Exclamó Adonis lleno de asombro en el momento que lo vio. Las pequeñas gotas de sudor brillaban sobre el pelaje como si de cristalina agua se tratara, el chico le recordaba al mar, apacible y arrullador. Ese era el último recuerdo que tenía de su planeta, de lo que había quedado atrás antes de convertirse en esclavo y ser llevado a cientos de galaxias de distancia.
Tal vez ese era el motivo por el cual se sentía tan cómodo con la compañía de Adonis, eran tan diferentes, pero las circunstancias los había unido. El chico a veces se sentía tan cómodo con el papel que Madame le había diseñado, que parecía que no había límites definitorios que lo separaran de su verdadera personalidad. Fénix hacía mucho tiempo que había aceptado su situación, su papel y su realidad; pero sabía que ese no era él y nunca podría serlo.
— Tienes que verlo, es como tú.
Un escalofrío recorrió la espalda de Fénix ante las palabras de su compañero. «Es como tú», las palabras retumbaron en su cabeza. La metrópolis en donde había vivido toda su vida era grande, la más grande de la galaxia a la que pertenecía. Estaba llena de seres de diferentes planetas, era famosa por su diversidad poblacional y sus sofisticados lugares de entretenimiento como al que él pertenecía.
Fénix había conocido otros humanos, pero ninguno era como él.
Madame coleccionaba hermosas criaturas de los más recónditos parajes del universo, Adonis era el más popular entre los clientes. Hermoso con el rostro humanoide bañado por doradas pecas, grandes ojos rosados, piel translúcida y una cola felpuda de color turquesa que le encantaba presumir como su mayor atractivo. Adonis era muy popular, pero no tan famoso como lo era él.
Los humanos no eran muy comunes en la metrópolis, el planeta Tierra quedaba muy lejano e ignorante del Orden Galáctico Universal, no había muchos, pero no era exactamente eso lo que lo hacía diferente. Eran sus ojos. Ningún humano tenía los ojos como Fénix, al menos nadie que él o las personas cercanas a él conocieran.
Adonis corrió hacia las escaleras que bajaban a la planta inferior, arrastrándolo tras de sí. Desde allí llegaron a la sala de recibimientos y en una esquina, contra la pared, se veía un chico no mucho mayor que él.
El nuevo esclavo tenía los ojos rasgados y negros, ojos profundos como la oscuridad que lo contemplaban con curiosidad; sin embargo, no se veía ni una pizca de miedo en ellos. Observó Fénix al devolverle la mirada llena de sorpresa por el descubrimiento. El joven tenía una belleza que se podía calificar como turbadora, por primera vez comprendió el atractivo que encontraban los clientes al contemplarlo a él mismo y el motivo de su propia fama.
Frunció el ceño al comprobar que era verdad, no eran lo que se puede decir iguales, pero era de los humanos que había conocido el que más se parecía a él. Pero no fue exactamente eso lo que llamó su atención, su belleza era incuestionable, pero su fiereza era incluso más impresionante.
— Realmente es el humano más parecido a mí que he conocido. — Dijo en voz baja, contemplando al muchacho. — Aunque tenemos algunas diferencias notables como que es más pequeño y tiene ligeramente los ojos más grandes, pero sí, al igual que en otros planetas en la Tierra existen las razas, debemos ser de la misma. — Después de una pausa, para analizar mejor sus palabras, dijo: — Pero lo que más me causa curiosidad no es exactamente eso... — Dijo mientras se acercaba más a Adonis, evitando con esto que sus conclusiones fueran escuchadas por oídos ajenos. — Tiene marcas nuevas por culpa del collar, en su vida ha llevado un collar antes, pero no baja la cabeza, mira su postura, no tiene miedo. — Tornando los ojos sentenció. — Solo puedo pensar en dos opciones, o es muy tonto o no tiene idea de la vida que le espera en este lugar.
Adonis contempló al muchacho ante el análisis que le brindó Fénix, había estado tan emocionado por ir a contarle la noticia que solamente había reparado en el físico del nuevo esclavo. El pobre chico parecía que no sabía lo que le esperaba por delante, tampoco es que ellos tuvieran la peor vida, al menos en este lugar los clientes eran buenos, limpios y buscaban cosas especiales. Ese era su principal trabajo, hacer que sus clientes se sintieran especiales, que pudieran llenar el vacío emocional con fantasías de prepago.
Ese era el principal atractivo del salón de compañía de Madame, sus chicos no solo eran hermosos, eran «perfectos». Cada uno de ellos tenía una historia fantástica y atractiva que se creaba a partir de viejas historias de sus planetas natales u otras que simplemente Madame inventaba. Además, sabían diferentes lenguajes, tocaban varios instrumentos, estaban entrenados en el arte de la seducción y la sexualidad. Sus chicos eran apreciados por su cultura, su dedicación, su exótica belleza; ellos satisfacían el alma de los clientes y por supuesto su carne.
Porque al fin y al cabo no eran más que esclavos.
— Viendo su edad y su evidente atractivo, debe de haber sido libre hasta hace muy poco. — La voz dulce y calmada de Madame hizo que los dos compañeros se sobresaltaran. — Es virgen. — sentenció. — Un chico así, con ese rostro y ese cuerpo, habría despertado el deseo de cualquier amo. Ha sido una inversión cara, pero estoy segura de que valdrá cada moneda pagada.
Fénix se movió con incomodidad al escuchar las últimas palabras, había habido un momento en que había visto a su dueña de otra manera, más sentimental. Pero ahora no podía sentir más que repugnancia al escuchar sus palabras.
— Ven Fénix, tú te encargas de adiestrarlo. — comentó Madame, mientras ponía la pequeña mano sobre el brazo del más alto. — Me parece la idea más adecuada, ya que él viene de la Tierra, como tú.— comentó caminado hacia el joven que ahora los miraba con la curiosidad retratada en la pupila. — Cuando lo veo no puedo evitar acordarme de cuando te encontramos por primera vez, casi un kilómetro de escombros chasqueados y llamas, nada podría haber sobrevivido allí, fue lo que pensamos en aquel momento. — suspiró mientras la nívea mano se posicionó en el rostro del esclavo. — Pero nos equivocamos porque allí estabas tú, renacido entre las cenizas.
Fénix había escuchado miles de veces esa historia, sabía que ese era el porqué de su nombre, pero no podía decir nada más; no lo recordaba. Madame amaba todas las leyendas fantásticas de los humanos y él había tenido la obligación de aprenderlas, todas ellas no importaba de qué parte o época fueran o que incluso que se contradijeran entre ellas. Entre menos sentido tenían más las apreciaban, sobre todo aquellas que hablaban esperanzas, amores eternos y príncipes azules.
Pero él ya lo tenía claro, nadie lo iba a salvar. Ni siquiera estaba seguro de que él mismo fuera capaz de hacerlo. Solo esperaba que el nuevo lo supiera, los humanos eran débiles, en esta ciudad siendo débil solo podías tener un lugar y ese era el que ocupaban en ese momento.
Eso lo había aprendido dolorosamente, en un universo plagado de especies poderosas, mucho más fuerte y más inteligentes. Era difícil escapar una vez que cruzabas la atmósfera de la Tierra donde vivían los pobres humanos débiles e ignorantes, pero exactamente esa misma ignorancia era los que los mantenía a salvo. Pero el problema es que una vez que la pierdes ya no hay manera de regresar a tu estado anterior y él hacía mucho tiempo que la había perdido.
Recordar su naturaleza humana era doloroso, pensamientos que trataba sofocar cada vez que salían a relucir. Saberse esclavo e indefenso, juguete de la voluntad de otros, hacía que el fuego en su interior surgiera y quisiera explotar, pero no lo hacía, no podía por más que lo quisiese. Solo esperaba que el nuevo lo supiera, si no era así, sería una triste y larga tarea verlo tropezar con la realidad.
— Fénix, adoro el fuego de tu mirada, nunca me cansaré de ella, pocas veces la dejas salir, pero cuando lo haces me recuerda porque eres mi favorito. — Dijo Madame contemplándolo mientras un fuerte gemido salió de entre sus labios morados. — Lleva al nuevo a tu habitación, será tu compañero de momento hasta que encuentre donde ubicarlo. Ayúdale a bañarse, dale algunas de tus ropas y déjale descansar que la subasta fue bastante larga y necesito que mañana esté en óptimas condiciones. — Comentó mientras, acariciaba el pecho de Fénix sobre la túnica. — Cuando termines ven a mi habitación, esta noche eres para mí.
Fénix sabía que era el favorito de Madame, la mayoría de las noches terminaba en su cama y eran pocos los clientes a los que lo cedía. Hubo un momento en que esto lo hacía sentir alagado, incluso ilusamente pensó que ella sentía algo más por él que una simple relación ama-esclavo, que ella era su salvadora.
Ahora sabía que no era así, nadie lo iba a salvar, de eso estaba seguro.
***
El humano no parecía entender ninguno de los idiomas terrestre que Fénix conocía, intentó con varios, pero el chico simplemente no mostraba ninguna señal de entendimiento. No le quedó más opción que recurrir al más primitivo medio de comunicación para lograr que lo siguiera. Ahora sí obtuvo algún tipo de respuesta, no en palabras, pero el chico lo siguió.
Fénix alcanzó las escaleras hacia la planta inferior, en el último piso estaban las habitaciones de los esclavos bien alejados del brillo y el esplendor de los pisos superiores. Aquellas habitaciones húmedas y oscuras eran un recordatorio del lugar que ocupaban, no importaba cuanto los desearan, cuan hermosos y sofisticados fueran; al final del día tenían que volver allí.
Fénix no entendía por qué su mente seguía trayendo esos recuerdos dolorosos, él prefería no pensar en ellos, pero desde que había visto al chico no podían pasar desapercibidos. Tal vez sentía pena por el pobre muchacho y el futuro que le esperaba en aquel sitio.
O tal vez, sentía pena por sí mismo y la vida que llevaba en aquel lugar.
Cuando Fénix accionó el interruptor junto a la puerta, una hilera de bombillas baño el lugar con una implacable luz blanca porque le gustaban los lugares bien iluminados. El interior era una habitación única, larga y estrecha, donde al final se podía observar el baño que no poseía ningún tipo de privacidad.
Rebuscó en los cajones una túnica de cuando era más joven, encontró una algo manchada pero aceptable. Durante todo este tiempo el chico permaneció inmóvil al lado de la puerta, el forzado silencio le molestaba, aun cuando el chico parecía en parte comprender sus señales, se mostraba en ocasiones confuso. Le tendió la túnica un poco molesta, pero más por accidente que por otra cosa, sus dedos se rozaron.
Y entonces lo sintió.
Empezó como un hormigueo en la punta de sus dedos que recorrió su cuerpo a una velocidad impresionante, llenando cada fibra con una oleada de calor. Su pene instantáneamente se puso duro, pulsando rabiosamente por liberarse y su corazón dejó de latir por un segundo. ¿Qué estaba sucediendo?
—¿Me olvidaste, Chanyeol? — Repentinamente se puso rígido, como si hubiera sido electrocutado, al escuchar la pregunta llena de tristeza y resentimiento que no escuchó ser formulada.
Los ojos de Fénix se abrieron con asombro al percatarse que no solo el chico no había hablado en ningún idioma conocido por él, sino que siguiera había abierto la boca. ¿Los humanos podían hacer eso? ¿Por qué le llamaba Chanyeol? ¿Por qué sentía que esas palabras le había ensanchado de algún modo el universo y sus posibilidades?
Fénix se sentía inquieto por todas las preguntas y dudas que surgían en su cabeza, pero la necesidad de saber por qué su cuerpo reaccionó de esa manera al entrar en contacto con el chico era más importante.
— Tócame. — Fénix movió su mano unos centímetros hacia adelante. — Necesito ver si se siente de nuevo, necesito estar seguro de que es real, necesito saber que es.
El chico agarró su mano firmemente y lo sintió de nuevo. La onda eléctrica dispararse por cada célula del cuerpo, la abrumadora necesidad de poseerlo, llegar hasta lo más profundo de su ser y fundirse con su cuerpo. Abrió sus labios para decir algo, pero repentinamente el chico estaba sobre él.
Fénix abrió los labios y el chico aceptó la invitación, empujando su lengua dentro de la boca mientras lo lamía con hambre. Cuando introdujo su lengua dentro, el sabor era distinto de todos los que había conocido y al mismo tiempo era como regresar a casa. Fénix solo sabía que era bueno, demasiado bueno, se sentía tan correcto el cuerpo contra el suyo y la boca caliente que sabía ligeramente a cobre.
— Anam Cara.— Gimió el chico contra sus labios, las palabras comenzaron a rondar su mente mientras el beso se hacía más intenso.
Entonces lo recordó.
«Al principio de los tiempos, los hombres no eran como son actualmente. En primer lugar, tres eran los sexos de los hombres: el femenino, el masculino y el andrógino. Cada individuo estaba formado, por tanto, por la conjunción de dos individuos de los que viven actualmente en la tierra.
Estos antiguos seres eran tremendamente fuertes, vigorosos y arrogantes. Tanto, que en un momento determinado intentaron invadir el Monte Olimpo. Zeus, al percatarse de esto, les lanzo un rayo que dividió a cada uno de aquellos seres en dos. Así pues, una vez que la naturaleza de estos seres se vio dividida en dos; cada parte echaba de menos a la otra.
Pero no conformes solo con esto, los dioses además borraron sus mentes para que no pudiesen encontrar a su par. Adoloridos, tristes y vacíos, los seres humanos perdieron la cabeza y buscaron desesperadamente a su alma gemela. Desde entonces los seres humanos están condenados a buscar y encontrar a su otra mitad.»
No era más que una leyenda, pero ahí estaba ese chico que le llamaba de esa manera y le hacía sentir como si fuera más que eso. Las manos del chico que estaban en su cintura eran firmes y demandantes, jalando a Fénix incluso más cerca hasta que sintió que iba a explotar.
— Vine a buscarte, he cruzado el universo pero te encontré. — Las palabras retumbaron en su mente mientras sus labios se movían al unísono. — Vine a buscarte para que ocupes el lugar que te corresponde.
Conocer al chico era como descubrir que tus fuegos y temores más recónditos, las cosas que creías que nadie podía cambiar, constituían de hecho solo simples paredes de papel. Había esperanza, tal vez había algún tipo de salvación. Una parte de él se sentía íntimamente invadida, amenazada, otra parte caía de rodillas y sollozaba de gratitud por haber cesado de estar solo.
Con un sonido inhumano, Fénix comenzó a gemir cuando sintió como el chico aprisionaba su erección contra sus nalgas. Entonces, fue consciente de su hambre, la necesidad de poseerlo, de unir sus cuerpos para siempre.
Después tendría tiempo para pensar en leyendas, esperanza y salvación.
Comenzó a tirar de la túnica e instantes después estaban desnudos. A pesar del hambre, Fénix se calmó para apreciar la suavidad de las formas del cuerpo del chico, tenía muy poco vello corporal, solamente entre sus piernas, protegiendo a la furiosa erección. Él no tenía, cada semana era obligado a eliminarlo porque los clientes lo preferían así. La ira nubló su mente y sintió que no era solamente la de él cuando las llamas surgieron en su interior. ¿Por qué recordaba eso en este momento? ¿La ira en su interior era del chico?
Una pequeña caricia sobre el pecho le devolvió la calma mientras el chico tomaba la iniciativa. Con una orden silenciosa lo dirigió hacia la cama, entonces, llegaron los besos húmedos y caliente por cada rincón de su cuerpo.
El chico se incorporó y comenzó a penetrarse lentamente, cuando recorrió todo el camino hizo una pausa respirando pesadamente. Fénix se incorporó, abrió ligeramente las piernas, tomando las nalgas del chico entre sus manos, forzando aún más la penetración; incluso más profundo. Un fuerte suspiro salió de los labios acorazonados y se perdió en la oscuridad de sus ojos.
El chico comenzó a pasear su mano desde el rostro, bajando por el níveo cuello hasta llegar al pecho cuando alcanzó el hueco de las costillas, se hundió profundamente en la carne. La sangre comenzó a brotar escurriéndose por el brazo mientras poco a poco llegaba más lejos dentro de su cuerpo, era doloroso, pero no tanto como lo parecía.
Sentía una opresión muy fuerte, como si con cada pulgada que la mano avanzaba liberara toda la rabia que llevaba dentro, todos los años de impotencia, de esclavitud y soledad. Fénix sintió como la mano llegó hasta su corazón y lo tomó prisionero, entonces, el chico lo miró a los ojos y comenzó a moverse.
Dios, tan bueno. Su boca balbuceaba incoherencias mientras el placer lo arrastraba y hacía añicos su cordura. El dolor en el pecho había pasado a un segundo plano, ahora solo podría concentrarse en ir más profundo, más fuerte, más lejos. No importa cuán profundo tratara de ir, Fénix podía aún sentir la presión de llegar más lejos, la necesidad de poseerlo completamente se hacía más grande, quería ir más adentro, más profundo, quería ser parte de él.
— Arde, Chanyeol. El fuego está en dentro de ti.
Entonces sintió el fuerte apretón de la mano en su interior y sintió las llamas dentro de él arder de calor durante un momento. Quería quemar, reventar, romper, explotar y entonces las sintió, fluyendo desde la punta de su sexo, profundo dentro del cuerpo del chico.
Entonces, recordó todo.
— Kyungsoo, Anam Cara, viniste. — Le dijo tomando el rostro en sus manos y besó sus labios.
El chico sonrió mientras sus cuerpos comenzaba a unirse en una sola entidad y el fuego explotó. Chanyeol podía sentir cómo las llamas doradas y más calientes que una forja, quemaban todo a su alrededor, pero no estaba preocupado por ellos, porque ellos eran el corazón del fuego.
El movimiento ondulante de los cuerpos entre las llamas comenzó a aumentar la velocidad, ambos chicos estaban cerca del clímax y con cada penetración un remolino de llamas aumentaba su fuerza. Kyungsoo echó la cabeza hacia atrás, movió las caderas atrapando su erección entre ambos cuerpos y comenzó a temblar por el éxtasis del clímax. Chanyeol dio una profunda embestida en el mismo instante que el placer del orgasmo de su Anam Cara precipitó su propio orgasmo liberando la carga de su placer en el fondo del cuerpo de su amante.
***
Chanyeol sintió romperse algo en su interior, todo al alcance de la vista estaba destruido, en llamas y chamusqueado, todo lo que había conocido había desaparecido. El lugar que antes había ocupado el famoso salón de compañía de Madame no era más que ruinas que las llamas aún devoraban. Madame, Adonis y los demás esclavos observaban en la lejanía como la gigante pira ardía sin piedad, llevando consigo todo lo que conocían.
El propio Fénix también había desaparecido con las llamas, pero no podía sentir pena, ese nunca había sido él. Como un muro de tierra que se desmorona y te permite ver el sol, o una capa de hielo que se rompe y libera un río; como la rotura de una cadena que había oprimido su corazón durante años, Chanyeol renació. Las llamas a su alrededor le recordaban quién era y el cuerpo desnudo de Kyungsoo sosteniendo su mano le recordaban su futuro.
— Vamos, aún queda un hogar que conquistar Anam Cara — Dijo Kyungsoo.
Pero Chanyeol tenía otros planes, pegando el pequeño cuerpo desnudo con el suyo propio, fundiéndose en un profundo beso y por primera vez usando su conexión mental le dijo:
— Mientras estés tú, cualquier lugar es mi hogar.
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ANAM CARA
FanfictionChanyeol no creía en leyendas, esperanzas o que existiera algún tipo de salvación; había aprendido a no crearse falsas expectativas. Pero todo cambió cuando vió al esclavo que era como él.