Cuenta la historia que erase una vez un niño feo, tonto e inepto a plenitud. Nacido sin gracia o carisma alguno, el cual no era especialmente bueno en nada, o así fue hasta que descubrió lo que podía hacer con su mano derecha. Desde que descubrió el fugaz placer se convirtió este en una adicción para el, en cierto modo ya lo veía como un arte, practicaba velocidad cuando había gente en casa, ya había desarrollado una técnica para contenerse, para no dejar olor, la manera en que lo hacia variaba, con una mano, mano cambiada, sin manos, con los pies, mortadela y mayonesa, inclusive con papel de lija produciendo un festivus de sangre y secreciones, todo para el era mover su mano y sentir aquel frio bajar por su columna hasta volverse algo caliente en sus partes bajas y escapar en un chorro de emociones y sensaciones confusas y fugaces.
Su curiosidad no tenia limites, pues este creía haber encontrado al fin algo que lo hacia momentáneamente feliz en esta vida. Terrible fue un día en que sus padres iban de viaje y por lo tanto la casa estaría sola hasta unos días después, este se preparo para probar su propia resistencia. Libreta en mano estuvo en ello hasta que su cuaderno marcaba un número 76, para este momento lo que salía de el era un leve chorrito de sangre y secreciones, y como era de esperar este, pálido, seco y arrugado como una pasa, se desmayo.
Despertó a las seis de la tarde del día siguiente, apestando horrores y jadeando, pero algo en el había cambiado, sentía algo muy raro en su mano, algo que no podía describir, ahora esta palpitaba mientras el parecía escuchar un zumbido, la mano tenia algo, algo muy difícil de explicar. Sin embargo bebió agua, tomo una larga ducha y se acostó a dormir. A la mañana siguiente llegaron sus padres, a su padre no le gustaba abrazarlo "por que eso es de gays", así que este le estrechaba la mano, y su madre se limitaba a saludar semiafectuosamente.
Nuestro chico decidió salir a ver a su mejor amigo, después de todo, luego de el incidente de hacia dos días quería darle un merecido descanso a sus partes bajas que ya lo tildaban de genocida de espermas. Así que fue a casa de Alexis, un chico de piel negra bastante soso en cuanto a personalidad y poco atractivo. Cuando llego dio la casualidad de que Alexis estaba saliendo, ya que había decidido declarársele a Marcella, una chica rubia y desesperante de su salón, de la cual provenían frecuentemente los insultos que se dirigían a ellos dos, pero de la cual el por alguna estúpida razón estaba perdidamente enamorado.
Como era de esperarse para todos, menos para Alexis, el cual estaba llorando desconsolado, ella lo rechazo de manera fulminante, riéndose de el al punto que se le cayo un labial que rodo camino a ellos. Alexis entre sollozos se cago encima, mientras ella reía descontroladamente,el le dijo a nuestro chico que se lo devolviese, que el todavía la amaba, pero no tenia las fuerzas para ello ahora mismo, y este inspirado por la patética insistencia de Alexis lo recogió con timidez y se lo fue a llevar, pero la chica se reía tan fuerte que ignoraba por completo al adefesio frente a ella que le devolvía su utensilio.
Este con cierto miedo le todo el hombro y, quizás fue su timidez, quizás fue la excitación de tener por primera vez contacto físico piel con piel con una chica, pero sintió algo en su mano. Ella no pudo evitar dejar de reírse y ver a este joven con cara de atarantado que la veía a la vez que sonreía, y al ver sus dientes amarillos formando una sonrisa rara su primer impulso fue sentarle un puñetazo entre los ojos.
Nuestro chico y Alexis se fueron de allí sin hacer demasiado escándalo, pero grande fue la sorpresa de todos cuando al cabo de unos días en el colegio se corrió la voz de que Marcella había quedado embarazada, y por si quedaban dudas ya a los siete días se le podía ver con sendo vientre hinchado. Alexis defendía la versión de Marcella de que esta todavía era virgen y que esto no tenia sentido, pero era una defensa estúpida y obtusa de parte de alguien con una credibilidad nula. Sin embargo nuestro chico les creía, sin decirle a nadie, por que aquel día del el labial y las risas el había sentido algo. Algo muy raro, algo que como que se movió hacia ella...
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La mano del ocioso.
HumorUn pequeño cuento de hadas, que no es ni tan pequeño y no es de hadas, pero tiene una gran lección de vida.