𝗐𝖾 𝖼𝖺𝗇 𝗆𝖾𝖾𝗍 𝖺𝗀𝖺𝗂𝗇 𝗌𝗈𝗆𝖾𝗐𝗁𝖾𝗋𝖾.

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— Estoy harta de fingir que estoy bien cuando no lo estoy. — dijo la voz de Sana por teléfono.

— ¿Qué? — pregunté desconcertada. Su llanto me causó desesperación.

— ¿Dónde estás? — pregunté con preocupación mientras escuchaba la respiración errática de mi novia.

— Estoy en nuestro lugar, Chewy. — pude sentir que sonrió al pronunciar esas palabras. — Perdoname, pero tengo que salir de acá.

El techo de un edificio abandonado era nuestro lugar. Ahí fue donde tuvimos nuestro primer beso y muchos de nuestros mejores recuerdos, los cuales nunca voy a olvidar.
Pero, ¿qué estaba haciendo ella ahí, sola?

— ¿Para ir a dónde? — pregunté. Realmente no entendía nada. Sentí una gota de sudor escurrir por el costado de mi cara.

— A algún lugar lejano. — respondió. — Ya hace un año y medio de que mi madre se suicidó. — un silencio se instaló durante unos segundos que parecieron horas. — No puedo soportar eso. Una enorme parte de mí se fue junto a ella. —  recuerdo perfectamente aquel horrible día. Fue la primera vez que vi su brillante sonrisa desaparecer.

— Vengo pensando hacer eso durante varios meses, Tzuyu. — agregó.

— ¿Hacer qué?

— Suicidarme también. — suspiró pesadamente, y entonces mi corazón se rompió en incontables pedazos.

— ¡No! ¡No hagas eso, por favor! — dije con desesperación mientras agarraba la bicicleta que estaba recostada contra la fría pared blanca. Apoyé el celular en mi hombro, de manera en la que pudiera seguir escuchándola y salí de mi casa.

— ¿Recordás las cosas que te hicieron bien en este tiempo? ¿Eso no importa? — hablé intentando consolarla mientras pedaleaba rumbo al edificio.

Sobrepasaba a niños que jugaban en la calle junto a sus padres, todos alegres.
Ellos no sabían nada de lo que estaba pasando en ese momento, y tenía ganas de gritarles que mi novia estaba a punto de suicidarse. Entonces, recordé que ellos eran humanos, personas con una venda en los ojos. Ellos no se fijaban en lo que ocurría a su alrededor, solo en ellos mismos.

— No tengo más fuerza para continuar, amor, soy muy débil.

— Por favor, quedate acá. Todos sabemos que no podemos huir de nuestros problemas, pero sí podemos superarlos.

— Tengo que salir de acá. — volvió a decir.

— Si lo hacés, yo también lo haré. — respondí sin meditar la gravedad de lo que decía.

— No, no. Vos tenés que aprovechar tu vida, Tzuyu. Tenés un montón de personas importantes acá.

— Vos sos muy importante.

— Vos tenés a más personas que te quieren y necesitan, yo no.

Sana no tenía a nadie además de mí. Entre siete billones de personas solo una se preocupaba por ella, y eso la destruyó.

— Vos tenés a tu familia y a tus amigos. No te dejes llevar por mí. — agregó.

Tenía razón. Mi madre me necesitaba; ella apenas había salido de una relación tóxica y abusiva, y me necesitaba a su lado para poder levantarse de aquel suelo en el que estuvo durante años.

— Te lo ruego, Sana. Por favor, no saltes. — hablé mientras trataba de pedalear con más rapidez, pero la cantidad de pozos que habían me lo impedían. — Podés apoyarte en mí. Yo puedo ayudarte. Podemos salir de esto. — agregué mientras lloraba.

— Dejá de llorar. Es el fin de los tiempos para mí, no para vos.

Ella ya estaba cayendo poco a poco y yo nunca lo había notado. Yo era como aquellos niños con sus felices padres, yo era otro ser humano con los ojos tapados.
Ella me ayudó tantas veces que olvidé el hecho de que yo no soy la única que tenía problemas. Ella necesitaba ayuda, no yo. ¿Cómo fui tan asquerosamente egoísta?

— Te amo tanto, Chewy. — susurró con ternura.

— Si me amaras, no me harías pasar por esto. — le respondí mirando hacia arriba. Ella me miró también y rió por lo bajo.

Escuchando el estruendo de la bicicleta caer contra el suelo, corrí hacia la puerta con la intención de abrirla, pero no podía hacerlo. Sana ya sabía que iba a intentar entrar.

Intenté recordar alguna otra puerta o ventana por la cual pudiera entrar, pero no había ninguna.

— Por favor, amor, abrí la puerta.

Necesito decirle lo mucho que la amo también, y lo mucho que la necesito en mi vida.

— Tengo que salir de acá. — repitió, esta vez con más firmeza.

De alguna manera yo podía entenderla. A esta altura no había nada que yo pudiera hacer, ella ya estaba muerta por dentro, y tal vez vuelva a ser feliz en algún lugar lejano, aunque eso era solamente una superstición.

— Mirá, hasta me vestí bien para la ocasión. — dijo mirando su perfectamente planchada camisa blanca y tocando su pelo, el cual también estaba perfectamente planchado. Creo que estuvo preparándose bastante tiempo para esto.

— Salí de ahí, Chewy, por favor. — habló, sacándome de mis pensamientos. No me moví.

— Disculpame, amor, pero tengo que salir de acá. — habló limpiando sus lágrimas. — Disculpame por tener que hacer esto en tu presencia, pero tengo que terminar con este dolor insoportable que siento.

A pesar de que ella normalmente parecía estar deprimida, nunca pensé que esto pudiera suceder.

— ¡No!

— Espero encontrarte en algún lugar lejano. — ella sonrió. Y, en ese preciso momento, me di cuenta de que aquella superstición no iba a ser posible.

— Te amo, Minatozaki Sana. — y aquel terminó siendo el primer y último te amo que le dije.

Solo necesitaba un paso. Un paso para que toda su vida acabara, y ese paso fue dado aquella nublada mañana.

𝖻𝗅𝗂𝗇𝖽Donde viven las historias. Descúbrelo ahora