Les juro en nombre detodo lo venerable que existe aún en este mundo que yo, gozando de plena saludmental, soy capaz de percibir en las demás gentes una nueva y extrañaenfermedad que elude de forma sutil, a las mentes más brillantes del campocientífico. No recuerdo con precisión cuándo fue que conseguí percatarme de supresencia, solo quedan recuerdos de un sentimiento melancólico que evocó unavez y los síntomas se encontraban muy obvios ante mis ojos. El enfermo muchasveces presenta como síntomas una pobre atención, variaciones de carácter, memoriapobre, atención limitada, confusión, fácil distracción, dificultad deaprendizaje, entre otros. Sin embargo hay un síntoma de lo más particular que,cuando me atreví a señalarlo de manera imperiosa, instantáneamente recibíburlas y ademanes negativos por parte de la comunidad científica; éste síntomase manifiesta como figuras con forma bizarra que centellean colores de lo másvivos y variados, en ocasiones hasta anti naturales. Ignoro hasta la fechacuando fue que la epidemia brotó al igual que desconozco a su primerainfortunada víctima, sin embargo, recientemente he conseguido indagar acerca desus orígenes estoy muy seguro de ello, puesto que me he dado a la implacabletarea de analizar tanto a los enfermos como a futuros prospectos. Si mitortuosa investigación está en lo cierto, ésta enfermedad se contrae tras unalarga exposición frente a un espejo, donde dicho espejo necesariamente debereflejar o proyectar colores muy vivos y agradables; habiéndose expuesto unos20 minutos, los ojos de la víctima quedan preñados con la enfermedad, mientrasla víctima en si queda en un estado de embelesamiento que se corta hasta que ensus pupilas consiguen notarse los primeros brotes, diversas figuras paseanalrededor de la iris y dan saltos en tono burlesco sobre el abismo de lapupila, dejando ver así un sordo centelleo. Desde entonces me da pavoracercarme a los espejos, en la forma o en el tamaño que sea, evito sobre todoaquellos que la gente usualmente carga en los bolsillos y que toqueteajuguetonamente como si se tratase de un animal inofensivo.
