Parte 2 de 2

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Bakugou escupió la sangre acumulada en su boca

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Bakugou escupió la sangre acumulada en su boca. Tenía un ojo hinchado, su labio partido y un gran moretón en una de sus mejillas. Además, se sentía mareado por las drogas que le inyectaron para sedarlo.

«Hijos de puta —pensó—». Al mismo tiempo que miraba con infinito desprecio a los malnacidos mafiosos que lo tenían amarrado de pies y manos a una silla de metal, y que parecían muy divertidos torturándolo.

Pero ni muerto iba a ceder ante sus amenazas.

—Tarde o temprano vas a darnos la información que queremos. Deja de hacerte el fuerte.

Katsuki debía ser precavido con todas sus acciones. En realidad, no se sentía del todo intimidado por Shigaraki, ni por ninguno de sus perros falderos; había estado en situaciones similares anteriormente y sabía cómo actuar. Pero eso no quitaba el hecho de que ese grupo fuera el más peligroso de la ciudad y que doliera como el infierno los golpes en su rostro, los cortes en su estómago las quemaduras en todo su cuerpo que le habían hecho.

Tomura lo tomó con fuerza por los cabellos, haciéndolo emitir un leve jadeo de dolor.

Ver su sonrisa salida de un mal creepypasta, a escasos centímetros de su rostro, daba escalofríos.

—No te necesitamos entero para sernos útil, así que habla de una buena vez. Danos la clave para acceder a su sistema interno.

Con dificultad, por el rabillo del ojo pudo ver a la única chica del grupo de lunáticos, con una enorme sierra eléctrica entre sus manos y una gran sonrisa en el rostro.

Pero aunque sabía que no estaban jugando, no cedería, no pensaba vender a sus compañeros.

—Púdranse —respondió, escupiendo al rostro de Shigaraki.

La sonrisa del criminal se desvaneció por completo, su expresión tan seca y sin emoción alguna, era todavía mucho peor.

—Adelante Toga.

Antes de que la chica con apariencia de lunática pudiera acercársele, un fuerte estruendo distrajo a todos.

A las afueras del abandonado edificio se empezaron a escuchar una gran cantidad de explosiones.

Tomura miró con desprecio a Bakugou, amordazándolo con una vieja pañoleta, para enseguida dirigirse a la salida del sótano, que con una simple seña de su mano indicó a los demás que lo siguieran.

—Toga, quédate vigilando la puerta, pero no vayas a matarlo... Todavía —le indicó un chico de cabellos negros—. Es en serio —le recalcó.

La chica sólo se rio como foca retrasada.

Bien, Bakugou no tenía idea de lo que sucedía a fuera, pero ahora tenía una excelente oportunidad de escaparse.

Debía pensar rápido, sin embargo, el efecto de lo que sea que fuese que le inyectaron estaba cobrando sus efectos, tenía unas horrendas náuseas y su mareo cada vez era peor. No, no podía ceder ante esos efectos y perder la consciencia, o sería su fin.

¡Arréstame! [Kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora