I.

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Comienzo.

Se vuelve una dolorosa tarea forzarme a olvidarte, no solo a causa de los recuerdos que mi memoria se encarga de avivar a cada minuto, sino también por el pesar provocado a raíz de aquél gran vacío que te encargaste de dejar en mí y en este mundo. Te perdí, no solo al tú que tanto amaba, tu alma y esencia fueron quiénes también partieron ese día. Quisiera que regresaras con el sonido de mi voz, llamar tu nombre y tenerte de vuelta; me llena de impotencia reconocer que no es posible hacerte volver... Te has ido demasiado lejos.

🎆

Cinco años antes.

El clima parecía ser el adecuado dentro de los parámetros de algunas personas y de los meteorólogos locales. Calidez por las mañanas y frescura por las noches, era algo verdaderamente común en Seúl para esas fechas.

Las farolas iluminaban todo a su alrededor, complementando la oscuridad de la noche junto a la gran luna postrada en lo más alto de aquel brillante firmamento. Las calles se encontraban transitadas, los trabajadores parecían volver a casa a descansar y los estudiantes se preparaban para una larga jornada de estudio nocturno. El tiempo avanzaba como cualquier día.

Dentro de un complejo de departamentos con un diseño moderno, las risas parecían inundar un lugar en particular y los cubiertos se unían a aquella armoniosa sintonía.

La cena transcurrió de forma amena, permitiéndoles disfrutar del momento sencillo que se encargaban de convertir en algo demasiado íntimo con el paso del tiempo.

-Nunca me cansaré de elogiar tus habilidades culinarias. –

El pelinegro se encontraba lavando los platos recién usados cuando logró escuchar el comentario de su pareja a sus espaldas, sintiendo aquellos fuertes brazos rodearle la cintura acompañado de un corto beso sobre la coronilla.

-Debe ser una broma. ¿A caso estas enfermo? ¿Te duele algo? Déjame revisar tu temperatura. –

Se giró rápidamente hacia el contrario para poder verle mejor, levantando su mano derecha y colocarla sobre la frente del moreno mientras que la izquierda le sostenía el rostro. No podía ser cierto que su comida fuera buena, a duras penas lograba cocinar para mantenerse con vida, tenía una pésima sazón y su pareja tenía un pésimo gusto. Tal vez tenía fiebre y, por ende, el moreno se encontraba delirando.

-No, no lo creo. Verdaderamente la cena me pareció deliciosa. –

El rubio afianzó su agarre sobre la cintura del mas joven, inclinándose poco a poco en dirección al rostro del pelinegro para lograr unir sus labios.

La calma que ambos eran capaces de proporcionar al otro superaba muchos de los métodos que comúnmente solían utilizar para lograr obtener un poco de paz y evitar cualquier cuadro de estrés al cual se encontraban tan propensos por sus profesiones.

Si les dieran a elegir un momento en el día que disfrutaran plenamente ambos elegirían las últimas horas del atardecer y gran parte de la noche, aquel tiempo en el que se permitían existir en compañía del otro. Únicamente ellos dos.

Se separaron lentamente poniendo fin a la cercanía para dirigirse a la estancia. El rubio había tomado la delantera siendo seguido por el pelinegro. Deseaban sentarse por un momento en el sofá antes de que el contrario debiera partir a su departamento para continuar con su rutina semanal.

Cada uno eligió un sofá, dejándose llevar por el cómodo contacto con el forro de piel sintética envolviendo el inmueble. La voz del menor salió amortiguada por el cojín que se encontraba sobre su rostro, quitándolo de su camino al ver que su pareja no le había escuchado del todo, pues seguía con sus ojos cerrados.

Después de ti | 2MINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora