Testimonio 1

108 17 24
                                    

Bien, ya estoy aquí, ¿Ahora qué se supone que debo hacer? El escenario es amargo, es ácido a la vez. Cuando lo veo mis ojos arden y cuando lo toco mi piel quema. ¿A dónde debería ir? No importa qué lugar sea, qué tan lejos ni qué tan cerca, es oscuro. No quiero ir ahí, tampoco quiero estar acá, entonces, ¿Qué debo hacer? Esto no es diferente a estar perdido en un laberinto. Las paredes son negras, el piso y techo igual. Tengo tanto miedo de avanzar que mis piernas tiemblan, pero tengo aún más miedo de retroseder, aunque tampoco puedo quedarme quieto, ¿Verdad?

¿Dónde estoy?

¿Hay alguien más aquí?

¿Alguien... Alguien que me salve?

Perdón, no quiero molestar, aunque eso parece ser lo que mejor sé hacer.

Tengo miedo de fallar y aún así lo hago incontables veces.

No sé cómo seguir, realmente no sé qué escribir. Tampoco tengo idea de qué estoy escribiendo. Me pregunto, ¿Estas palabras llegarán a alguien? 

Ah... Sería bueno sólo volver a dormirme.

Sí, así, que todo se vuelva a tornar negro.

—Hey... —Es molesto, pero es agradable a la vez. Qué... —Despierta.

Las cortinas de sus ojos poco a poco se abrieron. La luz de la mañana atormentó ese par de rubíes prohibidos con esa claridez de púas. Tuvo que detenerse un momento para acostumbrarse a ellas con dificultad.

—¿Qué hora es? —Su matiz suave sonó ronco esta vez.

—Las seis de la tarde, ¿A qué hora pensabas levantarte?

—Ah... Da igual, déjame unos minutos más —Escondió su rostro del día debajo de las mantas, aferrándose a sí mismo hecho una bolita.

—¡Claro que no! Es imposible que duermas todo el día. 

—El problema es que no quiero levantarme.

—¿Se puede saber por qué?

—Quién sabe... —La pereza socorrió su voz. No demostraba intención alguna de ceder.

Era imposible. La persona de pie a un lado de la gran cama tomó los bordes de la manta y ejerció toda su fuerza para levantarla de un tirón. La luz golpeó una vez más sobre el rostro pálido del pobre somnoliento que de inmediato, frenético, cubrió su rostro de los rayos del sol, como si fuera capaz de incinerarlo.

—¡Agh! ¡Eres cruel! ¡¿No entiendes cuando alguien quiere dormir?!

—Claro que lo entiendo, yo también soy humano y gozo del dormir.

—Ja. Nunca lo haces.

—Da igual eso, no estamos hablando de mí, sino de ti.

—Ni istimis hiblindi di mi.

—Incluso ni bien despertar molestas.

Ah. Lo hice otra vez.

—Para eso vivo —Dolía, su pecho dolía.

—Ajá, sí. Vamos, levántete, ¿Quieres?

Quien yacía en la cama se dignó a abrir sus ojos de una buena vez y volteó un poco para poder ver a la otra persona. Entonces sintió sus sentidos calmarse cuando vio ese rostro que le sonreía dulcemente. Con los rayos de un sol de primavera a un lado apuntándole directamente, su pálida piel se veía aún más clara, sus ojos zafiro ocupaban estrellas que giraban al rededor de sus pupilas y, no sabía si era su imaginación, pero sus cabellos oscuros con luces añiles lucían suaves y le provocaba acariciarlo, sentirlo entre sus dedos y perderse en su recorrido.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 18, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Los escombros de una cuidad de diamante || SORAMAFUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora