Fuego

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Nunca logré sentirme de esta manera con ninguna otra persona.

Ni siquiera con la señorita Seraphine conseguía que mi mente se nublara por completo cuando la veía hablar con alguien más o siquiera compararse a tratar de apaciguar ese fuego que crecía en mi interior cuando entrenábamos juntos. Sé que todo esto era imposible para mí y que con solo darle vueltas en la cabeza me lastimaba más y más pero... he sabido desde hace mucho que ya no tengo escapatoria de todo este desastre que creaste en mi interior.

Eres un imbécil, demasiado torpe y muy muy MUY inmaduro cabeza hueca e ignorante que no para de reírse de mi por ser un "cuatro ojos"... en realidad, aunque todos esos comentarios solo me hacen querer golpearte con todas mis fuerzas o congelarte esa boca tan insolente tuya sin embargo, nunca tenía las agallas para poder hacerlo ¿por qué? Ni siquiera yo tengo la respuesta a esa pregunta porque sabía que si te detenía, dejaría de tener una excusa para poder verte de cerca y escuchar esa genuina risa tuya cada que un mal chiste salía de tu boca.

A pesar de todo eso... no sabes cuanto me dolía verte de esta manera.

La primera vez que el sumo sacerdote me envió en tu auxilio no me atrevía a acercarme a tí, te veías tan... hermoso que juro que en un momento pensé que eras una ilusión y estaba teniendo el sueño más glorioso de toda mi vida.

Puse todo mi esfuerzo en ayudarte y poco a poco fuiste recobrando la consciencia hasta que abriste esos ojos tan vivaces y curiosos que me dejaron completamente mudo cuando se conectaron con los míos.

Te pregunté sobre ese extraño eco que resonaba en todo el templo del escorpión dorado y aunque tu respuesta me descolocó en un grado superior, no pude dejar de sentirme atraído por tí porque eras el tipo de persona que yo anhelaba ser: despreocupado, sonriente, travieso, sagaz y espontáneo. Eso me hizo caer por completo a tus pies pues a pesar de que no lo demostraba, siempre trataba de estar donde sabía que tu estarías.

Y ahora, pareciera como si regresáramos en el tiempo hasta el primer día pues justo en frente de mí, colapsabas en una fiebre con una temperatura que ya habría matado a muchos, de nuevo puse todo mi empeño como siempre para ayudarte y que te recuperaras mucho más rápido.

Mi aire frío poco a poco apaciguó tu ardiente corazón y gradualmente te quedaste completamente dormido, solté un suspiro de alivio al darme cuenta que tu fiebre había pasado ya así que me levanté del pequeño asiento que solías colocar al lado de tu cama y caminé hasta la puerta; tal vez fue mi ferviente deseo por tenerte cerca lo que me orilló a dar la vuelta y verte tan cómodamente dormido como si fueras un chiquillo que no rompe ni un solo plato.

Torpemente, me acerqué hasta donde tu estabas e incluso vacilé un poco cuando extendí mi mano para tocarte y me convencí que debía cambiarte esa camisa que estaba completamente empapada o te resfriarías así que busqué en tu habitación otra prenda superior para ponerte; tu sencillez fue una de las cualidades que siempre me gustó y volví a corroborarlo al ver que solamente tenías 3 camisas y 3 pantalones.

Con cuidado, saqué la camisa por encima de tu cabeza y traté con todas mis fuerzas de no dejarme llevar por la lujuria que me invadió al verte tan indefenso como en ese momento, al terminar de vestirte decidí que era mejor retirarme pero de nuevo mi débil mente sucumbió al deseo de sostenerte entre mis brazos y con cuidado de que la cloth de Acuario no se enganchara a tu larga cabellera, te envolví entre mis brazos aspirando el agrio aroma de la combinación de sudor, cuero y jabón tan característico tuyo.

Me quedé así cerca de veinte minutos y dolorosamente volví a recostarte en la cama mas cuando estaba a punto de irme a repasar ese solo gesto a mi templo como todo un enfermo mental, cuando sucedió algo que jamás en la vida me pude haber imaginado: tu mano se aferró a la mía y unas suaves palabras salieron de tu boca:

"Quédate... conmigo"

Esa simple oración fue todo lo que necesité para sentir como mi corazón explotaba dentro de mi pecho, es la cosa más hermosa que me ha pasado y que me pasará jamás; ni siquiera me importó si la fiebre estaba involucrada en esto yo siempre era débil cuando se trataba de tí.

Así que con mucho cuidado te hice a un lado y te enrollé entre mis brazos mientras el aire a mi alrededor se volvía más y más caliente dejando que me envolviera por completo porque siempre era así contigo: todo era fuego y temperaturas altas.

Eras como un sol: tan ardiente y cálido que me provocaba querer tocarte... pero conforme más me acercaba más me lastimaba.

Así que esa simple noche dejé que me quemaras, que consumieras a cenizas todo lo que era yo y todo lo que siempre sería porque no necesitaba nada más para vivir si solo te pudiera tener a tí. Parecías tan aturdido que ni siquiera te alejaste cuando besé tus rosados labios, no pude contenerme porque eran tan carnosos y exquisitos que enviaron miles de descargas a través de mi cuerpo cuando hicieron contacto con los míos.

Estaba seguro que no recordarías nada de esto y si lo hacías me aseguraría fervientemente de negártelo todo para que dudaras si realmente pasó porque sé que nunca podía admitir cosas tan vergonzosas a nadie. Ni siquiera a tí.

Te abracé contra mi pecho por unas cuantas horas más y luego silenciosamente me retiré hasta mi templo a recordar una y otra vez la sensación de tus labios sobre los míos. No dormí por los consecutivos 2 días posteriores a eso y traté a toda cosa de evitar toparme contigo.

Cuando por fin te dí la cara, hiciste una mueca que no supe interpretar con claridad y para que confirmaras que todo fue obra de tu subconsciente:

—Escorpio, haraganeando como siempre ¿eh?

Sonreíste ante mi comentario y como siempre no pudiste quedarte callado.

—Mejor que tener la cara entre hojas viejas y húmedas, Acuario.

Te sonreí de lado y eso pareció impactarte tanto que  borraste tu preciosa sonrisa y abriste ligeramente la boca y yo solo seguí mi camino esperando que algún día terminara mi tormento con la lúgubre salida de la muerte.





Camus cerró el viejo diario del antiguo caballero de Acuario con una ligera sonrisa y con un paso veloz logró llegar hasta el octavo templo del santuario.

Cuando logró llegar hasta donde su guardián se sentó en el viejo sillón desgastado que jamás había conocido el detergente con una pequeña sonrisa bobalicona en la cara.

—¿Qué te trae hasta este templo, Camus de Acuario?— La voz del  escorpión resonó por toda la casa y eso solo provocó que su sonrisa se ampliara.

—Nada en especial, Milo de Escorpio.

El mencionado se acercó hasta el sillón y lo tomó del mentón para conectar sus miradas.

—Te vez jodidamente adorable con esa expresión que podría comerte en este mismo instante.— sus ojos gradualmente bajaron hasta sus labios y relamiéndose los suyos, esperó la respuesta del galo.

—No tengo objeción alguna a esa petición.

Sonrió con satisfacción y poco a poco conectó sus labios con los suyos, incrementando la temperatura del templo de escorpio.





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Lo sé, lo sé.

En este momento debería escribir el fic de Shaka y Mu pero es que esta idea no me dejaba en paz desde esta mañana y al valorarla me pareció que era bastante buena y pues... aquí está xd

Espero que les guste, la verdad me inspiré mucho para hacerla y de verdad espero no decepcionarlos jejeje  pero weno, aquí otra historia de Kardia y Deggie. Me encantaría saber que les pareció y si en algún punto esto se volvió aburrido o muy repetitivo, ya saben que me encantan sus comentarios. ❤🙆

Gracias por leer, los quiero con todo mi corazón y les mando todo mi amorts. ❤

Besos, Bye, ❤

Tesoro (KardiaxDegel)Where stories live. Discover now