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Aún no hemos terminado, solo “nos dimos un tiempo”. Sé que suena ridículo, pero no sé de qué otra manera referirme a esta etapa que estamos viviendo en la relación.

Él no se anduvo con rodeos, no, sino que fue más bien directo. No lo dijo de esa manera, lo que dijo fue más o menos así:
“-No te hablare en toda la semana, te hablare por ahí del lunes o martes de la semana siguiente. Para que estés enterada.” Y yo como siempre, de una forma tonta solo atine a preguntar “-¿Por qué?”
-No sé, por que sí. Quiero  ver cómo reaccionan los chamacos. -Dijo, haciendo un movimiento con los hombros para restarle importancia.
-Pero se van a molestar cuando se enteren.
-Cierto, mejor no.
Eso me había dicho un lunes en la tarde, en mi casa ya que después de la escuela  él siempre me acompaña.

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El martes nuevamente lo dijo antes de que se fuera de mi casa y esta vez solo conteste con un “-Esta bien”. Mientras que lo veía alejarse… Pensé que algo así no me iba a importar, pero en el justo momento que cerré la puerta y me quede sola, sentí un golpe de tristeza, y digo golpe porque fue tan repentino que me tuve que sentar para no caerme y las lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas a tal grado que en cuestión de segundos, ya tenía empapado el rostro (me había recargado en la mesa con la cabeza entre los brazos).

Lloré en silencio, sin saber por qué. Me sentía ridícula al darme cuenta que no tenía motivos para llorar pero aun así se sentía bien… Llorar por todo aquello que he perdido, sentir el dolor de la perdida y poder desahogarme por las cosas que no pude en su momento, lloré por el pasado, por las cosas que he vivido y las personas que he perdido, los errores que he cometido y eso, ese dolor retenido por tanto tiempo, se sintió bien liberarlo.

No sé, simplemente llore sin saber por qué, y así a como empecé, terminé.

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Al día siguiente (miércoles) me sorprendí ya que él me hablo en la escuela. Sinceramente pensé que iba a cumplir su palabra y no me hablaría hasta la semana siguiente. A la hora de la salida no quise hablar con nadie, no me sentía con ánimos ni para pronunciar palabra, así que me marche sin despedirme de alguien y sin siquiera avisarle a él… No lo volví a ver hasta el día siguiente (jueves).

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Cuando él llego a la escuela saludo a todos, y cuando me iba a saludar solo me dio un beso en la mejilla, como a las demás, en ese momento me di cuenta que su juego ya había empezado. No me habló, y yo sabía el por qué. No le tomé importancia, no en ese momento. En todo el día no me habló, yo pensé que él estaba molesto conmigo por lo que había sucedido el día anterior, así que le escribí una carta pidiéndole disculpas y  se la mande junto con una manzana. En la hora del receso estuve junto a él y tampoco me habló, eso me puso algo triste, pero inmediatamente me sentí estúpida pues ya sabía que él no me hablaría, así que decidí marcharme de ese lugar. Cuando fue la hora de la salida, agarre mis cosas y empecé a caminar. Vi que él igual iba al portón, pero iba acompañado de la mayoría de nuestros amigos, así que mejor seguí caminando. Camine mucho más lento de lo habitual ya que tenía la esperanza de que él me acompañara hasta mi casa… Pero no lo hizo. Pensé que quizá llegaría unos minutos después que yo, pero no fue así.
Me puse a meditar en lo que estaba sucediendo. No era la primera vez que ocurría. Pareciese como si tuviéramos que repetir lo mismo, una y otra vez. Ya se estaba volviendo algo monótono y eso me ponía de mal humor, no sabía ni que pensar, eran demasiados sentimientos juntos… Me sentía incapaz de hallar una solución a todo esto, sentia que cada vez estaba más desesperada por mi situación. Debía hallar una salida. Escribir. Escribí una carta en la cual plasme lo que sentia, lo que pensaba. Aunque era algo confusa… ¿pero qué más da? Si todo sale bien, no se la tendré que dar.

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⏰ Última actualización: Sep 02, 2018 ⏰

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