STALKER

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Jongdae despertó sintiéndose ansioso. De nuevo. No podía seguir así. Cerró sus ojos y aspiró profundamente. Podía sentir su olor, su aroma, su esencia. Ese muchacho de mediana estatura, con mejillas regordetas y sonrosadas estaba volviéndolo loco.

Escuchó pisadas acercándose al callejón que dividía su edificio y el de al lado. No necesitaba comprobarlo, sabía que era él, con ese andar despreocupado en un lugar oscuro, húmedo y silencioso. Parecía tan tranquilo desfilando por un lugar en el que cualquier ladrón, asesino, psicópata —o sabrá la luna qué bestia— podría atacarlo.

Jongdae gruñó, molesto ante las posibilidades que podrían arrebatarle su oportunidad con el chico de peculiar cabello naranja.

Justo como las últimas cinco noches, Jongdae se apresuró a tomar su chaqueta del perchero junto a la puerta y salió sin ninguna otra posesión, sin siquiera asegurar la puerta del sencillo apartamento en el que residía de forma temporal.

Fuera del edificio soplaba una brisa fría. El muchacho de grandes ojos ovalados pasó por su lado, sin darle una rápida mirada al menos.

Como un experto acosador, Jongdae lo siguió a prudente distancia.

Lo había hecho las noches anteriores; lo había seguido como una sombra durante todo el trayecto que el imprudentemente joven recorría a pie a altas horas de la noche. Pese a haber estado tan cerca, no se había atrevido a abordarlo o a seguirlo más allá del estrecho callejón. Y no entendía por qué.

Lo observaba ansiosamente mientras ponía la llave en la cerradura, abría y se apresuraba a escabullirse dentro de su vivienda sin mirar atrás. Jongdae deseaba que mirara atrás, añoraba de una forma obsesiva que sus ojos se encontraran por primera vez. Pero el chico no volteaba. Salía de su alcance, dejando su fascinante aroma en el aire, para deleite y tortura de su acosador.

Pero no sería así esta noche.

Esa noche sería diferente, Jongdae debía ponerle fin a su tormento de una buena vez.


* * *


Minseok terminaba su turno en el almacén a las diez de la noche. Podría tomar el último autobús, que lo dejaría a tan solo una cuadra de su casa, pero eso implicaría hacer un viaje de por lo menos una hora en el colectivo, cuando podría llegar en quince minutos a pie y alcanzar a ver la mayor parte del programa de las diez en el canal veintiuno de la TV local.

Lo hacía desde hace un año y nunca había sucedido nada extraño, era un barrio seguro. Aunque, la última semana, no caminó tan tranquilo como siempre, pese a no haber nadie alrededor, él no podía deshacerse de la sensación de que alguien lo seguía. Cuando llegaba a casa se encerraba bajo llave y se asomaba por la ventana para ver si había alguien del otro lado de la calle, alguien extraño que estuviera mirando hacia su casa. Obviamente no había nadie, él solo estaba volviéndose un tanto paranoico. Tal vez debería dejar de ver ese adictivo programa de asesinos en serie.

De cualquier modo —pensó mientras se desviaba hacia un callejón entre de dos edificios, que le acortaba aún más el camino— esa era la última noche en que haría ese recorrido. Había pedido la baja en su trabajo. Ya no sería el dependiente nocturno del almacén, ahora sería su propio jefe en su taller de reparaciones de computadoras situado en su cochera.

Metió las manos en los bolsillos de su pantalón al sentir una gélida brisa que le revolvió el cabello y movió algunas hojas de periódico desperdigadas por el suelo húmedo del callejón. Volteó por impulso y, aunque no vio nada, juraría que había algo o alguien pegado a la pared.

1. STALKER  [Chenmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora