Entre puros varones, Jenni creció jugando con carritos, y practicando béisbol y karate. Su madre le compraba con mucho esfuerzo alguna que otra muñeca, pero sus hermanos se las quemaban o se las rompían. –Fue sin querer –decían, pero Rosa no estaba muy segura de eso.
Cuando Jenni tenía 12 años, nació su hermana Rosie, quien estudió abogacía.