Había un gato que se llamaba Anubis, estaba medio loco porque llevaba el nombre de un perro. Era un gato ya viejo, ya no veía por uno de sus ojos, en una de sus orejas llevaba un arete. Anubis hacía todo al revés, inhalaba marihuana y se fumaba cocaína, se emborrachaba con leche y tomaba tequila en el desayuno. Anubis no tenía dueño, era un gato callejero que ya estaba loco, y de sus 7 vidas gatunas le quedaban todavía 4. Una noche anubis vagaba en un callejón cuando vio a lo lejos a una gata, era blanca, llevaba un collar de plástico, sus ojos eran grandes y azules, y caminaba sobre un tejado con tal gracia que Anubis se quedó embobado viéndola por mucho tiempo, la gata blanca se sintió observada así que volteo a verlo, clavó sus ojos azules por un instante antes de saltar ágilmente hacia otro tejado.
Anubis no pudo evitar seguirla, aunque estaba viejo todavía era veloz y no tardó en alcanzarla, la gata le dijo que la dejara en paz, que ella no quería problemas, y Anubis le contestó que en la vida siempre habían problemas, pero que con ella él quería tener problemas bonitos, problemas de enamorados, que le dijera por favor su nombre y en dónde vivía.
La gata sólo se rió, le dijo que le decían Sin nombre, y que vivía en la luna porque siempre estaba perdida. Anubis y Sin nombre charlaron toda la noche, hasta que empezó a amanecer y para despedirse, Sin nombre le dió una lamida en la oreja a Anubis, justo donde tenía el arete. Anubis no cabía en sí de la dicha, y acordaron verse ésa misma noche, Anubis llegó media hora antes de lo acordado, pero pasaba el tiempo y Sin nombre no aparecía, Anubis se cansó de esperar y fue a buscar leche para ahogar su pena. Anubis nunca volvió a saber de Sin nombre, pero una noche andando por el mismo callejón encontró aquel collar tan bonito que ella llevaba,
Anubis se puso el collar y desde entonces nunca se lo quita, y por eso los otros gatos creen que el gato se volvió marica.
