Sé que si se lo digo a alguien, solo sentirá lástima. Es lo último que quiero que alguien sienta por mí. ¡Lástima! Nunca fui de las personas más sociables de mi salón ni mucho menos de mi escuela; no conocía a casi nadie; en realidad yo sí sabía los nombres de mis compañeros y algunos de otros grados, pero estoy por segura que ellos ni siquiera recuerdan que seguía estudiando en su misma aula, es triste, y mucho! Cualquiera que me oyera decir estas palabras pensaría que soy una exagerada pero no, realmente todo lo que digo es cierto hasta su límite. Yo sospechaba de esto desde hacía ya un tiempo y la única amiga que yo creía tener fue quien me ayudó a constatarlo.
Fue un día de mayo, un día cercano a la celebración del día de la madre, recuerdo que aquel día estaba nublado y sin ninguna señal de que el sol planeara aparecer. Para evitar estar en mi casa yo intentaba inscribirme en todos los cursos extracurriculares que existían en mi escuela; por las tardes casi siempre estaba allí y a mi madre le daba igual mi presencia o ausencia mientras la casa se mantenga limpia por mis méritos. Fue en uno de los preparativos donde para terminar de decorar un par de sillas sentí que todos me observaban, cosa que se me hizo muy raro porque nadie suele notarme, entonces me obsesioné por saber qué sucedía, no lo logré a su tiempo debido…
Escuché que alguien pronunciaba mi nombre, cosa más rara aún, no creí que alguien lo recordase; voltee rápidamente sin disimular mi asombro y sentí claramente cómo un tipo de líquido caía sobre mí, un líquido color verdoso que dejó mi cabello empapado sin dejar atrás a mi ropa. Al abrir los ojos todos reían de mí y aparte de un mal olor, gotas de lágrimas brotaban de mis ojos dejándose caer por mis mejillas y marcando una pronunciada línea por mi rostro. Nunca me enteré el por qué pero si logré saberquién había organizado todo. Una de las chicas más populares, un miembro de un grupo muy conocido en mi secundaria.
Recordé ese día de mi vida como uno muy importante porque aquel, juré que jamás, absolutamente nunca, me volverían a humillar a tal grado, no tenía ni idea de cómo iba a evitarlo pero algo tenía ya, la meta.
Después de ese momento sabía que todos me recordarían, pero no por algo que sea de mi consentimiento o algo de lo que me pudiese sentir orgullosa; sino por ser muy humillante. Hoy estoy sola en mi casa, al lado de mi cama, encontrando solo, hasta ahora tres opciones: soga, navaja o la nada. Esta última parece, para mí, la más dolorosa, porque implica tener que seguir soportando cuatro años más de sufrimiento en silencio. Si me hubiesen hablado de muerte hace un año, lo hubiera resumido en una simple e importante palabra: MIEDO. Ahora la muerte parece una salida que te lleva a un lugar mejor, a un lugar donde parece no existir el temor, la humillación, el maltrato, la diferencia de clases sociales y las preferencias familiares. Ahora pienso en la muerte como solo una etapa en la cual quizá en algún momento alguien me saque.
Por un momento pensé en hablar con mi maestra de Relaciones Humanas, ella me aspira mucha confianza, pero no la suficiente como para contarle mis ideas de suicidio. Unas ideas que seguramente lograrían hacer que llame mucho más la atención. Hubo un remoto pensamiento que apareció en mis ideas: VENGANZA. Puede que yo no sea la chica más lista de mi clase, pero estoy segura que si me lo proponía podría llegar a vengarme de ella. Melisa Fontana. A ignorancia de muchos, ella había sido la culpable de que varios compañeros hubieran sido expulsados sin tan siquiera dejarlos dar algún tipo de declaraciones. Es lo que obtienes cuando tu padre tiene un cargo tan importante como el de un embajador, o cuando tu madre, siendo esto un rumor, es amante de un congresista. Yo solo puedo decir que Melisa no es una buena persona, y que algún día, alguien con más valentía y motivación que yo, se lo aclararía todo frente a frente.
Por instantes pensaba en Mery, la única persona que conocí que estuvo cerca de ser mi mejor amiga. Temía por ella. Temía que, al partir yo y quedarse sola ella, la lastimen. Creí que debía recomendarle que partiera conmigo, pero hubiera sido algo egoísta de mi parte porque tiene un hermano que vive por ella y la quiere muchísimo. Marcos solo trabaja para poder solventar los gatos de su hermanita. Ambos son muy buenas personas. O lo eran, hasta cuando descubrí que él le ofreció mudarse y Mery no lo dudó. Ni por un instante. Estoy segura de que nisiquiera pensó en mí o en nuestra amistasd. ¿Por qué entonces solo yo debía sacrificarme? No era justo, ¿cierto?
Ya nadie podía detenerme ahora. Para no enojar más de la cuenta a mamá, me recosté sobre la bañera bacía, fue entonces cuando cogí el yillet que ella usaba para cortarle las patillas a su hijo predilecto. Poco a poco lo introduje en mi muñeca. Justo donde resaltaban mi venas. Al inicio, sentí el justo dolor que se siente cuando se te abre la piel; luego, empezó a doler más porque mis lágrimas caían sobre la abertura. No logré cortar ambas manos, solo la derecha, por ser yo zurda. Mi visión se nubló y yo no lo evitaba. Solo me dejaba llevar. A donde sea que estuviera yendo.
Por segundos, hasta podría decir que disfrutaba el dolor. Y ahora que lo pienso no sé cómo eso era posible. Después de un rato, supongo que me habré quedado dormida. Desperté en una habitación muy limpia, estaba extremadamente impecable. Yo estaba recostada en una cama, y, a mi lado, una mujer sobre un sillón que aparentaba incomodidad. Estaba dormida, tenía un rosario en la mano.
Me hubiera gustado decir que aquella mujer era mi madre. Quien me dio la vida y ahora no quería que yo misma me la arrebatara. Pero no.
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Carta suicida...
Mystery / ThrillerUna historia. Mucho dolor. Una decisión. A veces la muerte parece la única salida. A veces solo una persona te puede hacer cambiar de opinión. ****