¡Yo soy Ceci!

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Y ahí estaba yo sentada en el pene pequeño de Carlos, mientras fingía disfrutarlo por cuatro largos minutos.

-Uuuuy Carlos ahnjuum-

Repetía una y otra vez, mientras envidiaba a un colibrí por la ventana que se había acercado para alimentarse de los geranios de mi balcón.

Así es, quise ser un colibrí mientras Carlos ponía los ojos en blanco y su mal aliento llegaba a mi nariz.

¡Dios! Como no envidiar a ese bendito colibrí ...

Ya sabia lo que seguía; para el minuto tres después de haberme penetrado el comenzaba a poner sus ojos en blanco y a estirar sus pies hasta alargar los diez dedos de los pies, enseguida el retomaba el aliento y me preguntaba como siempre que terminaba.

-¿Te gusto perrita?- Seguido de una gran nalgada.

A lo cual yo respondía con una gran sonrisa mientras juntaba mis pechos con las palmas de mi manos y me mordía el labio.

-¡Me encanto Carlos!

Siempre era la misma respuesta para la misma pregunta.

Es decir yo le respondía aproximadamente seis veces al año.

Pero yo tenia es forma de ser que no me permitía demostrar mis frustraciones o sentimientos, tal vez era por la forma en la que fui criada.

Mi madre me enseño que lo que una mujer pueda pensar o sentir es tan inútil como los pezones en los hombres.

Y por otro lado con mi padre nunca pude tener una charla, siempre estaba de viaje y cuando llegaba a estar en casa mira ese programa de autos por la televisión.

-¡Cecilia!... ¡Tengo hambre!

-Si amor, te prepararé albóndigas

Le respondo con esa sonrisa que puede significar cualquier cosa, mientras tomo mi tanga con la mano izquierda para subirla por mis rodillas hasta llegar a mi pubis

Siempre que me ordenaba algo yo sonreía y asentía con la cabeza.

¿Como es que nunca nadie noto algo en mi mirada?

Ahora le preparo a Carlos esas albóndigas que tanto le encantan, mi secreto es escupir a la salsa como a toda la comida con tal fuerza que casi podría vomitar de lo fuerte que escupía y por ultimo dejar hervir por diez minutos más.

Mientras limpiaba la saliva de mis labios rojos con una servilleta blanca, mis ojos verdes se abrieron tan grande que podrían salirse con facilidad, pues una idea había llegado a mi cabeza como caída del cielo y esta era quitarme la vida.

Todos pensaban que mi vida era perfecta, ya que nunca le conté nada a nadie, de como me sentía, sobre mis miedos, mis deseos o mis fantasías, todos sabían que Carlos tenia el sueldo suficiente para poder mantener una buena vida... Un poco mejor que la de todos mis conocidos, por eso cuando me quitara la vida, seria una gran sorpresa para todos ya que a mi nunca me falto nada, o ¿si?

Nunca nadie sospecharía que yo me pudiese quitar la vida, es más, primero pensarían que me mataron antes de imaginarse que yo me hubiese quitado la vida, yo era tan miedosa y a la vez piadosa, la persona mas dulce y sumisa que todos jamás hayan conocido, además asistía a la iglesia tres veces por semana y hacia donativos para la caridad que esta misma organizaba.

Mientras mi ceja izquierda se levanta y yo tengo esta sonrisa entre nerviosa pero feliz, sigo limpiando mis labios sin darme cuanta que llene la servilleta de labial y mantengo la mirada en la nada yo imaginaba a mis vecinas y amigas diciendo;

-"Pero, ¿Por qué Ceci? "

O la típica frase

-"Era tan buena, pero que desgracia"

Por otro lado nunca tuvimos hijos, así que el único que me extrañaría seria Carlos, y eso por que no sabe lavar un plato, sin mi no duraría mucho y el solo pensar eso agrandaba mi sonrisa y abrillantaba mis ojos de felicidad.

Aun así yo ya tenia un plan, y ese era quitarme la vida.

Yo soy Cecilia Robledo y me voy a matar.

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⏰ Última actualización: Feb 14, 2019 ⏰

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