Había leído que los gremlins podían ser muy hostiles cuando su espacio era invadido, tal vez eran ellos los que desordenaban cada día. Cuando me miraron con una sonrisa de oreja a oreja con envoltorios entre los dientes y babas de colores chorreando hasta la alfombra, me dije a mí misma que era tiempo de acercarme.
Los sugeté con ambas manos, el primer avance fue que no me mordieron, y luego de unos cinco minutos se quedaron dormidos.
Corrí al armario y saqué una cajita redonda, que tenía un sombrero dentro. Lo dejé colgado en una pared y busqué un suéter color mostaza horrible, que me recordaba a uno que Nathan me había regalado en una Navidad y jamás lo había vuelto a usar... ¿cuánto tiempo llevaban observándome?
Ya eran cerca de las 10, la hora de apagar las luces, así que me di prisa, metí a los Gremlins en la caja y los arropé antes de dejarlos sobre la mesilla de noche que daba al balcón.
Cuando apagaron las luces, aún no me daba sueño, ya me había acostumbrado a mi horario nocturno extendido, y salí al balcón. La luna estaba llena y las estrellas brillaban sin apenas una nube que las tapara.
Me senté contra la ventana de cristal cuidadosamente, recogí mis rodillas y me abracé, hacía un poco de frío a pesar del buen clima de ahí. A veces echaba de menos la lluvia de Londres, pero a veces no más.
¿Iba a ir al baile...? una parte de mí quería, pero la otra sólo buscaba excusas: no tenía pareja, no tenía vestido, ya les había dicho a todos que no iba, nunca había ido a una fiesta y disfrutado... Cuando estornudé, me dije a mí misma que era tiempo de entrar, así que me giré y puse mi mano en el asa de la puerta. Pero me sorprendí de ver a Thomas en el tejado cuando levanté la mirada para ver la luna una vez más.
-Hola- dije un poco avergonzada.
-Hola- respondió de mala gana, aunque el simple hecho de que me respondiera era sorprendente.
-¿Qué haces ahí?- la verdad es que no había empezado con buen pie con él, tal vez debería disculparme.
-Pensar- respondió mirando el horizonte.
-¿Sobre qué?- pregunté un poco curiosa.
-Preguntar demasiado es de mala educación- dijo molesto mirándome con sus ojos de hielo.
-Y guardarse demasiadas cosas para uno mismo es malo, terminarás loco. Deberías compartirlo con tus amigos- dije sonriendo.
-No tengo amigos- respondió dejándome estupefacta mientras miraba el horizonte.
-Debería ser fácil para ti tener amigos. Siempre tan popular y rico. Tu vida debe ser muy fácil- me reía ante la idea de que él tuviera problemas.
-¿Y tú qué sabes?- me replicó molesto mientras saltaba a su balcón.
Tal vez había sido muy poco delicada, era cierto que no sabía nada de él y me la pasaba juzgándolo...
....................
Cuando llegué al comedor esa mañana, todo era un hervidero de murmullos y risas. Todos estaban emocionados con la idea del baile en la tarde, y eso continuó incluso en clases de Protocolo, con Dorothy Malone, la gordita que había ayudado al bicho a levantarse aquella vez.
Estábamos repasando bailes de salón. A pesar de su corpulencia, se movía sumamente bien junto con el profesor Warren. Supuestamente, estaba desocupado y la profesora Dorothy le pidió ayuda para su clase, aunque se notaba a leguas que la mujer moría por él.
Eduard me tocó de pareja, y a parte de verme con desprecio, apenas hacía nada. Era el fiel seguidor de Thomas, parecía su sombra y parecía que si alguien le caía mal a Thomas, a él también le caía mal.
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Utopía
AdventureLa búsqueda del mundo perfecto... Una herencia no buscada por sus miles de inconvenientes. Beth es una joven londinense aburrida y simple, hasta que un día llega a su biblioteca un anciano excéntrico para invitarla a estudiar en una escuela de magia...