Florencia:
Me subí al tren y me senté en el primer asiento que vi libre. Iba bastante lleno, como todos los lunes a las 7:30 am. Me había hecho una colita alta y lleva puesto el uniforme.
Se abrieron las puertas en la siguiente estación y subió un chico. No pude evitar observarlo. Era alto, de tez clara y de rasgos hermosos. Me dedico una leve mirada y luego se sentó frente a mí. Disimuladamente lo observé. Era rubio, de ojos marrones y tenía una nariz pequeña. Era guapo, muy guapo. Iba vestido con un pantalón negro, una campera de jean y un gorro celeste.
Levanto la mirada y me vio viéndole. Me puse muy nerviosa y bajé la vista, el estómago me dio un vuelco, produciendo una especie de vacío. No era quien para mirarlo, no era nadie, no era linda, no era inteligente, no era nada.
Lentamente subí mi mirada y el aparto la suya, suspirando. Que estúpida fui al volver al mirarlo. Sentí como mis ojos se humedecían y trate de contener mis nervios, sacando un libro e ignorándolo por completo.
Maximiliano:
Me levanté como todas las mañanas, a la misma hora, a pesar de entrar una hora más tarde al colegio. Una vez en la estación espere a que el primer tren pasara. Era el indirecto, eso significaba que había perdido el de siempre. De poca gana me subí y busqué un asiento libre, mi mirada cruzó con la de una chica pero le di poca importancia.
Me senté y apoye mi cabeza sobre el respaldo. Sentía que me observaban, así que levante mi vista. Una chica de cabello castaño y grandes ojos café bajo rápidamente la vista, como avergonzada. La observé detenidamente. Tenía una pollera gris y medias blancas, uniforme del colegio, supuse. Estaba con la cabeza gacha, y no me dejaba verla. Tenía el pelo recogido en un moño, dejando su cuello al descubierto. Levantó la mirada y me tome unos microsegundos para observar su cara, luego suspire, seguro pensaría que era un idiota por mirarla de ese modo. Tenía labios finos y una nariz muy rara, pero linda.
Sacó un libro y yo me puse mis auriculares.
