Pablo Emilio Escobar Gaviria

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                       CAPITULO I

Su Niñez:

vino al mundo el 1 de diciembre de 1949 en Rionegro, un pequeño pueblo a menos de 40 kilómetros de Medellín (Colombia). El tercero de siete hermanos (tres chicas y cuatro chicos), nació un jueves a las doce de la mañana y recibió su nombre de uno de los apóstoles de Jesús, lo que denotaba la religiosidad de su familia. Como señaló posteriormente su madre Hemilda en una entrevista, el futuro narcotraficante siempre fue su predilecto, lo que hizo que le mimara hasta la extenuación.
Sin embargo, vivir bajo esa sobreprotección no le impidió desarrollar su ingenio y convertirse, a una corta edad, en un niño inteligente. «Pablo heredó la inteligencia de mí y la honradez de su padre», destacaba Hermilda.
Tal era su precocidad que, en cuanto tuvo los años suficientes para conocer la importancia del dinero, se devanó los sesos para poder conseguirlo rápidamente. «Desde pequeño alquilaba bicicletas y revistas de cómics -aquellas del Llanero Solitario, del Zorro y del Santo que Leían los jóvenes de los años sesenta», añadía su madre.
Durante su adolescencia, Pablo se asoció con su primo-hermano Gustavo Gaviria para trabajar en una fábrica de lápidas. Durante meses, ambos viajaron de pueblo en pueblo tratando de vender su producto entre los familiares que habían perdido a un ser querido. Sin embargo, no tardaron en descubrir una forma ilegal de incrementar las ventas del negocio. «Encontraron una variante: robaban lápidas de mármol del cementerio de San Pedro, donde las familias ricas de Medellín tenían lujosos panteones, para venderlas a recicladores.

                        CAPITULO II

Inicios en el narcotráfico:

En 1972, cuando apenas contaba 22 años, Pablo ya se había dado a conocer en Medellín por sus pequeños coqueteos con el crimen. Ese año ya había creado una banda de maleantes famosa por desvalijar coches y vender mercancía de contrabando. Niñerías para lo que le esperaba ya que, con el inicio de la exportación masiva de cocaína a Estados Unidos desde Colombia, este joven empezó a hacer las veces de intermediario entre los productores de la droga del país y aquellos que la transportaban hasta Norteamérica, donde causaba furor.
El uso indiscriminado que hacía de la violencia, pronto le hizo subir escalones en el mundo de la droga. Fue en ese momento cuando empezó a llevar dinero a su casa, algo que su madre no ha condenado. «Él fue ambicioso, como todos lo somos, quería plata para tener bien a su familia, especialmente para tener bien a sus papás, a sus hermanos y pues también para mantener a la mujer muy bien tenida.
En los años posteriores, Pablo y su primo-hermano empezaron a aprender el oficio a la sombra del contrabandista Alfredo Gómez López (apodado «El Padrino») quién les permitió conseguir dinero rápido a cambio de entregar su vida a la droga (algo casi literal, pues se convirtieron en guardaespaldas de los grandes convoys de estupefacientes que llegaban a la ciudad). En esta época fue cuando Escobar empezó a destacar entre el resto de pequeños traficantes gracias a que lograba mantenerse sereno en las situaciones de mayor tensión y, al contrario que muchos otros, se negaba a probar el «polvo blanco». De hecho, los que le conocieron han afirmado en varias ocasiones que despreciaba a aquellos que eran adictos, pues los consideraba débiles de corazón.
Por ello, Pablo se convirtió rápidamente en un estupendo «mosca» (aquella persona que iba al frente de la caravana de vehículos cargados con droga sobornando a las autoridades para que sus compañeros no corrieran peligro). «Los patrones veían a Pablo como un hombre serio, que no bebía, ni siquiera fumaba, y le encomendaron el trabajo de mosca, en el que llegó a guiar caravanas de hasta cuarenta camiones de contrabando y en el que ganó muchos pesos. En esta época, el contrabandista adquirió una costumbre que siguió durante toda su vida: acostarse muy tarde y levantarse tambien tarde, porque solia decir que por la noche él cerebro trabaja mejor.

                     CAPITULO III

Drogas y politica;

Con el paso de los años, los ingresos de Escobar fueron aumentando hasta tal punto que, en 1974, asumió la tarea de llevar él mismo los cargamentos de cocaína hasta Estados Unidos. En 1976 dio un paso más y construyó sus propios laboratorios de procesamiento de cocaína. Ese mismo año formó el Cartel de Medellín, una organización delictiva dirigida por él y que contaba con una infraestructura tal que abarcaba los tres escalones del mundo de la droga: la producción, el transporte y la venta.
Durante esos años el dinero entró a espuertas en los bolsillos de Escobar, que logró controlar el 80% del tráfico de este estupefaciente que llegaba a Estados Unidos. A los 29 años ya era totalmente rico, un objetivo que se había propuesto en su juventud al afirmar que, si a los 25 no tenía un millón de pesos, se suicidaría.

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⏰ Última actualización: Sep 14, 2018 ⏰

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El zar de la cocaina (pablo escobar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora