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Lee Jeno estuvo familiarizado con bajas temperaturas desde que nació, muchos decían que tenía alma congelada y corazón rocoso, al ser hijo de Plutón siempre le relacionaron con frialdad.

Aún así, su sonrisa era la más cálida de toda la galaxia; o eso le dijo Donghyuck al conocerlo.

Todo sucedió mientras saltaba de meteorito en meteorito, haciendo su acostumbrado recorrido entre los planetas hasta que la sensación de ser observado le distrajo, dirigió la vista en la dirección que su sexto sentido le indicó y fue entonces cuando se topó con los que se volverían sus ojos favoritos de todo el universo: grandes, preciosos y brillantes, color miel, haciendo juego con la tez morena del propietario.

La corriente eléctrica que recorrió su cuerpo le abrumó un instante, aun así se dejó guiar por las inmensas ganas de saber el nombre contrario y de esa manera emprendió marcha hasta el sol.

Llegó dispuesto a presentarse, sin embargo, sus planes tomaron diferente rumbo cuando el chico frente a él se apresuró a hablar.

ㅡ¿Cómo haces eso, Jeno?

Las mejillas se le colorearon de rojo, ¿me conoce?

ㅡ¿Hacer qué? ㅡ pronunció con esfuerzo, desubicado por la inesperada mención de su nombre. Detalló al otro unos segundos y notó que era pocos centímetros más alto que él, aquello le hizo querer preguntar cuántos años tenía, quizá resultaba mayor.

ㅡSaltar sobre los meteoros... ㅡ realizó contacto visual ㅡ¿no te da miedo?, cualquier mal cálculo te dejaría flotando en el vacío, podrías perderte

Soltó una risa ㅡNo es difícil, ¿quieres intentarlo?

ㅡ¿Estás loco?, nunca lo he hecho y no creo que sea buena idea

ㅡUna vez, ven, dame la mano

Donghyuck ansiaba negarse rotundamente, pero algo en la expresión de Jeno sacaba a flote una confianza impresionante que hasta el momento desconocía tener; pronto se encontró a sí mismo sujetando con fuerza la pálida mano ajena, intentando calmar la adrenalina que, mezclada con el miedo, lo hacía temblar. Miró en repetidas ocasiones los ojos contrarios, suplicando con un simple gesto que no lo soltara nunca, que no le dejara caer y provocando como consecuencia que el chico más bajito en estatura le prometiera protección sin necesidad de palabras, asintiendo rápido con la cabeza.

Por su parte, el hijo de Plutón sintió que se transformaba en agua ante el toque del moreno, la impresionante calidez que aquella acción le otorgaba ocasionó fuertes latidos de su corazón; el nerviosismo lo atacó y no precisamente por la posibilidad de fallar en algo que para él era habitual, sino más bien por el repentino pensamiento de que quizá aquella calidez era lo único que había estado buscando de forma inconsciente desde el instante en que abrió los ojos por vez primera. Nunca antes le había visto, recién escuchó su voz y ni siquiera sabe cómo se llama, no obstante, desde que el pelirrojo tomó su mano y se aferró a su cuerpo en un abrazo temeroso después del salto número uno que dieron juntos, supo que jamás en la vida podría descubrir otro lugar en el que se sintiera tan cómodo y alegre como lo haría estando a su lado.

Tras varios minutos tomaron un descanso en Venus, Jeno había estado tan inmerso en sus pensamientos que únicamente volvió a la normalidad cuando Donghyuck soltó su mano y el calor que recorría cada rincón de su anatomía cesó. Giró un poco el rostro, siendo incapaz de evitar la sonrisa que de inmediato se le plasmó en los labios al poder apreciar la belleza del pelirrojo como era debido.

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