Sin globito no hay fiesta

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“Travis, un joven seductor y arrogante, tiene un secreto que esconder. Yo, una estudiante de intercambio autoproclamada nerd, quiero empezar una vida nueva...

Todo iba bien hasta que mi melena roja, mis piernas de infarto y un instinto suicida me llevaron a un callejón oscuro. Con la esperanza de encontrar una puerta secreta a Narnia, inspeccioné la calle sin salida. En ese momento, un escalofrío recorrió mi cuerpo, lo que me llevó a darme a vuelta y a descubrir a Travis/ hombre lobo/macho man sin camiseta en pleno invierno... Mirándome intensamente."

Je, mentira. Me llamo Berta. No soy pelirroja. No tengo piernas de infarto ni ojos grises que quitan el sueño. Pero se me da bien dormir. Y comer. Ah, y fangirlear, por supuesto. Formo parte de este fenómeno, también conocido como  causa biológica que aparece en seres divinos (o como nos llaman los muggles: "lectores") que se sumergen en universos ficticios y paralelos... en formato de PDF, por no tener suficiente dinero en su universo.

En fin. Son las ocho de la mañana. Me acabo de levantar y no me quiero deprimir.

Este es mi último año en el inferno, quiero decir, en el instituto. Todavía no he decidido que carrera eligiré. Me mudé hace un año a Florida con mis padres. Podría haber seguido en mi antiguo colegio, pero era privado y el dinero escasea.

Falta media hora para marcharme. Tengo que coger el bus y esperar dos paradas... Pienso mientras me levanto. Tú puedes, Berta. No te caigas. Antes muerta que sencilla.

Después de vestirme, me doy los últimos retoques a mi maquillaje, si se puede llamar así. Podríamos decir que el maquillaje no es lo mío. Para que os hagáis una idea, es como si una persona con Parkinson intentará hacer el eyeliner de Amy Winehouse.

Salgo de mi habitación y antes de bajar las escaleras, escucho una voz desde la cocina:

—Berta, no te irás sin desayunar, ¿no?
—Sí —contesté con sequedad. No tengo buenos despertares.
—Baja a desayunar, ya.
—Vale, vale...
Accedo a desayunar aunque tengo un nudo en el estómago. Como las tostadas y mientras estoy bebiendo zumo, mi padre se sienta en frente de mí.
—Cariño, este año por trabajo no voy a estar mucho en casa. En especial los fines de semana —se afloja la corbata—. Esto me cuesta mucho... Nunca pensé que haría esto.
—Papá, ¿estás bien?
Acto seguido me desliza una caja de condones por la mesa. 
-PAPÁ, ¿SE PUEDE SABER QUÉ ESTAS HACIENDO? ¿POR QUÉ ME DAS CONDONES MIENTRAS DESAYUNO?
Su semblante se vuelve serio.
—No quiero fiestas y mucho menos alcohol. Como me entere de que tienes novio, soy capaz de ir a tu instituto en el recreo con una fiambrera de Hello Kitty gritando tu nombre. Pero por si acaso, mi deber es dártelos.

Recordando los fanfics que leo, se me escapa:

—Sin globito, no hay fiesta —me empiezo a reír hasta que mi padre gira su cabeza a lo niña del exorcista. Me pongo sería enseguida.
—Me marcho al trabajo, cielo. Que pases un buen día.

Miro al reloj y decido que es momento de salir. Me dirijo a la parada. ¡Mierda! El autobús se va. Corro hacia la parada pero es inútil. Con el corazón latiendo a mil por hora me siento en la marquesina. No soy muy deportista que digamos.

Oh, no... No, no, no, no. Siento el desayuno ascender hasta mi garganta. Alzo la vista para ver si hay alguien. Creo que voy a potar. Veo como un chico se acerca pero antes de poder verle mejor me encuentro en una papelera... Vomitando.

—Empezamos bien el día, Berta... —me digo a mí misma mientras suelto un suspiro.

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⏰ Última actualización: Sep 09, 2018 ⏰

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