Prólogo

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Raoul le dió una calada al cigarrillo. ¿Quién le iba a decir a él que estaría a las cuatro de la mañana fumando en su balcón?

Recordó las fotos que su amigo le solía hacer, editándolas con el objetivo de parecer que el cigarrillo estaba encendido. No era capaz de fumar, le daba bastante respeto. No era capaz hasta hace cuatro meses.

Cerró los ojos y suspiró, dejando su flequillo moverse al ritmo del leve aire que inundaba Madrid, mientras recordaba sus labios. Su olor. Su piel.

Porque no era capaz de fumar hasta hace cuatro meses, cuando perdió al amor de su vida y con él, una parte de la suya propia.

Los secretos de las despedidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora