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La voz de una mujer


Devolvedme mi niño

-nada quiero saber-

aunque tenga

la cara

de un monstruo,

no importa cómo sea,

devolvedme mi niño

no importa cómo,

y si no puede ser para toda la vida

(para esta vida miserable

y tan breve, aún si tuviera un siglo)

al menos por un día.,

un día sólo,

hasta el preciso instante

en que venga hacia mí,

como él venía,

ciegamente, los brazos extendidos,

con los pétalos pálidos de sus dedos.

Devolvedme mi niño

aunque tenga

la cara de monstruo:

iré a su encuentro

y me sonreirá...

él me sonreirá...

aunque tenga la cara de monstruo,

me sonreirá,

y yo le abriré la puerta,

aunque tenga la cara

no importa cómo...

Devolvedme mi niño,

devolvedme mi niño no importa cómo,

pero no ceniza,

devolvedme mi niño no importa cómo,

pero nunca arena...

Sé muy bien que sería posible

que mudaran su rostro,

pero cuando llore

lo reconocería,

y para que no llore más

apagaré la luna

(un rostro entre lo oscuro no se ve),

y si él sonríe,

a la menor sonrisa,

entonces,

mudaré todas mis lágrimas

en cielo estrellado...

Mas no me devolváis el cielo sin él,

el cielo azul de acero sin piedad,

no, no me lo devolváis...

Devolvedme mi niño ...

Privadas de él, las estrellas son arena,

privadas de él, las estrellas son cenizas:

un manojo engañador que se escurre

absurdamente

al correr de los tiempos

de la alforja deshilachada de la noche...

Devolvedme mi niño,

devolvedme mi niño no importa cómo,

devolvedme mi niño,

aunque sea cualquiera su cara...

También en el armario

sus ropitas esperan

y ya muy pronto le serán pequeñas.



Eugen Jebeleanu


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