◇•Único•◇

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Leo desde hace un tiempo empezó a pensar en el "raro del salón", como muchos le llamaban, pero él no pensaba que Acuario era raro, no, él pensaba que Acuario era extraordinario. ¡Vamos! ¿Quién no pensaría eso al ver como siempre iba en contra de los maestro o ver su color de pelo? ¡Hasta esta esa vez en que Acuario hizo que todos se arrodillaran ante él con tan sólo alzar una cuchara! A Leo le encantaría que la gente se arrodillara ante él, la última vez que lo hicieron fue cuando era pequeño y no sabía amarrarse los zapatos. Patético, pensaba él. Pero su interés no estaba simplemente en eso, también estaba su físico ¡por Dios! El chico parecía una escultura de mármol con esa piel tan blanca, esas pecas casi invisibles a ojos de cualquiera, esos ojos de un brillante violeta y su cabello, ahora, tintado tampoco se quedaba atrás, el verde fosforescente combinaba muy bien con sus ojos y piel, o también estaba la opción de que Leo ya se estuviera volviendo loco.

Hoy por fin tomaría el valor para ir y hablarle, estaba seguro de lo que iba a hacer, tanto, que lo práctico frente al espejo toda la noche sin pegar un ojo, no sabía porque se estaba poniendo tan nervioso. ¡Él no era así, él era Leo, el chico más popular, mujeriego y guapo del instituto, no se pondría nervioso solo por hablar con un chico extraordinario, según él!

Llego temprano ese día a la escuela, con los nervios a flor de piel sabiendo que el acuariano siempre llegaba temprano a idear algún plan. Y estaba en lo correcto, ahí estaba, sentado en el último asiento como siempre. A paso seguro se acercó a este y justo cuando estaba dispuesto a hablarle, un pequeño y malicioso heterocromático se le tiro encima en un abrazo, saliendo de Dios sabe donde.

-¡Acu, Acu, Acu! ¡Acu que no adivinas que encontré!

-No, no soy adivino por si no te has dado cuenta- respondió con una sonrisa burlona.

-¡Encontré "La Moneda"!- esas últimas dos palabras las dijo de un tono tan ronco y aterrador que Leo, con los pelos de punta, se alejó lentamente, volvería a intentar después.

Y así estuvo, esperando diez minutos hasta que el geminiano cerró la boca y se sentó. Volvió a acercarse pero una persona que apareció por la ventana se lo impidió.

-¡Sagi! ¡¿Acaso llegaste volando?!- grito con asombro el signo de aire.

-¡Nop! Eso fue parkour amigo mío- rió, le despeinó los cabellos y se fue a su asiento con una sonrisa orgullosa en su rostro.

Leo juro que si alguien más se acercaba y lo interrumpía, le gritaría.

-¡Hol-.. -fue interrumpido.

-¡Acuario buenos días!- gritaron el signo de la balanza y el del pez.

-Buenas- saludo igualmente.

El signo de fuego estaba que gritaba: "¡Alejense perras!", pero la presencia del maestro hizo que pegara un fuerte suspiro y se largara a su asiento, al parecer la suerte no estaba de su lado ese día.

La hora de almuerzo había llegado y Leo no estaba de humor para recibir coqueteos o entregar su número de teléfono a todas las chicas que se lo pedían, porque él era un caballero, él nunca le diría que no a una mujer. Decidió ir a la azotea, era el único lugar tranquilo en toda esa escuela y cada vez que se quería escapar con una de sus novias, ese lugar era perfecto.

Al llegar a esta se sentó tranquilamente mientras empezaba a comer de una lonchera que su madre con todo el cariño del mundo le preparo. ¡Ay, como la amaba!

Una segunda persona se hizo presente observando la sonrisa bobalicona que tenía el leonino, sonrió con malicia, un pequeño susto no estaría de más. A pasos lentos y escurridizos se acercó hasta su lado para después gritar:

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⏰ Última actualización: Dec 17, 2019 ⏰

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◇E X T R A O R D I N A R Y◇ [Leo×Acuario]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora