Día X

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Domingo 15 de julio
13:37 p.m.

Ahí estaba un chico pelirrojo, alto, con un cigarrillo entre sus dedos de su mano derecha, parado al lado de la puerta de su casa.

Estaba con la vista cansada, había trabajado hasta tarde y no había logrado conciliar el sueño. Además de que no dejaba de pensar en cierta chica albina.

Suspiró, tiró la colilla del cigarro y entró.

Se encontró con la "gran sorpresa" de ver a su mascota tirada en el sofá, pasó por su lado, le acarició la cabeza y se dirigió a su habitación.

Al entrar inhaló profundamente y exhaló. Sintió una pequeña punzada en su pecho.

Se tiró de panza a la cama y empezó a reir, se dio vuelta y se dedicó a mirar el techo, después desvió la mirada hacia las ventanas.

«Es un gran día para tener las persianas cerradas» pensó, se levantó y abrió las persianas dejando entrar todo el sol.

De repente su teléfono empezó a sonar, era una alarma, menos mal que se la había puesto, porque ya se había olvidado de que tenía que ir a cierto lugar.

Apagó la alarma, buscó algo de ropa en su armario, y se fue a bañar. Salió ya cambiado con una pequeña toalla en el cuello.

Su pelo mojado hacía que su color rojo natural se viera más oscuro, y él no quería eso, así que pasó repetidas veces la toalla por su cabeza para así poder secarlo un poco.

Se calzó y salió de la casa. A una cuadra de esta prendió otro cigarrillo, «bueno, al menos antes fumaba cada cinco minutos» tenía razón, había hecho un gran progreso, pero fumar cada media hora tampoco estaba bien.

Estaba vestido de una manera un poco inusual a lo que usaba a menudo. Una camisa blanca arremangada, un pantalón de vestir negro y unas zapatillas, también, negras.

Las chicas, y algunos chicos también, que pasaban por su lado se le quedaban viendo. Es como si estuviesen viendo un modelo recién llegado al estrellato.

En todo el camino fumó dos cigarros, pero antes de entrar quería respirar bien para que no se dieran cuenta de que había estado fumando antes de llegar.

Cuando sintió que el olor ya no estaba en su boca, entró, las puertas automáticas hicieron perfectamente su trabajo al pisar la alfombra.

Empezó a subir las escaleras hasta llegar al quinto piso. Sí, eran demasiadas escaleras, pero odia los ascensores.

Se acercó a la recepcionista y le dijo que tenía un turno, ella le dijo que tome asiento hasta escuchar su apellido.

Tenía suerte, había llegado una hora antes, así que sería atendido en el horario en que debía.

Y así fue, al ser las cuatro en punto escuchó que el doctor lo llamó por su apellido. Se levantó y se dirigió hacia él.

— Bueno, contame — empezó el doctor.

Él empezó a contarle un poco lo que sintió en estos dos meses que no lo veía.

Mensajes Poéticos {Foxangle} [FNAF]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora