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—¿Qué es lo que quieres hacer?

—No conocerlo jamás.





El sentimiento de la ira, es algo que indudablemente te carcome por dentro, te deja con el alma hecho pedazos y con el corazón irreconocible.

Hinata, sabia mejor que nadie, que eso era verdad.

La tristeza con el tiempo, fue convirtiéndose en una gran bola de ira, que incrementaba con el pasar de los minutos, de las horas, de los días... Era imposible comer con el sentimiento de culpabilidad que la devoraba por dentro, que la desmembraba sin compasión alguna.

La habitación desprendía ese característico sentir frío, desolado, melancólico.

Todo lo que una vez hubo, se perdió en la nada.

—El destino se equivocó contigo.

Ella era un simple error de la vida. Algo que no debió de pasar, un "hubiera" que no existe.

—No hay peor pesadilla, que vivir atada a la muerte.

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El sol golpeaba su rostro, sus ojos apenas podían ver por la insufrible luz y su cuerpo sudaba en una clara muestra de disgusto por el extremo calor.

La gente caminaba de un lado a otro, de manera veloz, sin perder tiempo, sin tomarla en cuenta. Nadie notaba su monótona existencia... Como debía ser.

El semáforo cambiaba de verde a rojo y viceversa, los niños gritaban incesantemente, el sonido de gente hablando por teléfono y cotorreando con otros, hacían coro con las risas de los bebés en las carriolas.

Todo como debía ser.

—¡Alguien llame a la ambulancia! ¡Se muere!

Las personas se movían ansiosas, buscando tener una mejor vista de lo sucedido. Unos tomaron el cuerpo de la mujer que estaba desplomado en el suelo, tratando de hacerla reaccionar. Nadie pensaba con claridad, sólo esperaban ver un milagro.

—¿Bueno?... Es una emergencia, una joven se desmayo en medio de la será.—La voz tranquila de la chica de ojos perla, se hizo escuchar entre todo el abucheo por primera vez.—Avenida central, calle 97, enfrente de un puesto de comida.—Unos minutos más y finalmente dijo:—Si, gracias, no tarden.

Su mirada se dirigió al cuerpo inconsciente, rodeado de gente.

Las caras asustadas y sorprendidas, ya no era algo nuevo para ellas. Todo era, como debía ser.

—Sera mejor que mantengan distancia, la sofocan.

Una atractiva voz, estremeció su cuerpo envuelto en lana. Cada vello de su cuerpo se crispó ante la presencia a su espalda, dándole una mala función a sus pulmones, quienes parecían no querer jalar aire.

—¿No piensas quitarte de mi camino?—Los ojos oscuros del chico la escrutaron por largos segundos, haciéndola sentir incomoda.

—L-lo siento.

Como si el cuerpo del chico quemara, se apartó a una distancia considerable. El joven sólo rodó los ojos ante el tartamudeo de la chica de largos cabellos azules. Con cautela, se posiciono cerca del cuerpo inmóvil de la mujer.

—Al menos sigue respirando, pero necesitamos un poco de alcohol, para tratar de hacerla reaccionar.

—Y-yo... Tengo un p-poco de alcohol.

Su mirada bajo al suelo en un gesto de timidez. Los demás pares de ojos se centraron en ella, esperando una acción de su parte, pero se sentía paralizada ¿Qué estaba haciendo? Esto no debió pasar.

—¿Acaso esperas una invitación? No tengo tu tiempo.—La tosca voz del chico de ojos oscuros la hizo salir de su cavilación. Torpemente, saco de su bolso una botella de alcohol. La respuesta del porque la tenía, era simple precaución para las incontables heridas que se ocasionaba accidentalmente.

—...—Su mano rozo con la fría de él y una corriente eléctrica le recorrió de nuevo el cuerpo. Asustada, salto en su lugar. Tenía que irse.

El hombre de seca personalidad, acerco la botella destapada a la mujer y está en unos segundos más, empezó a reaccionar. Sus ojos miraban de un lado a otro y en su rostro se notaba que no entendía nada. Todos suspiraron aliviados y miraron al joven de cabellos azabaches como si este fuera el héroe del año.

Mientras todos felicitaban al chico, Hinata se escabulló lentamente de ahí.

—Hey.—Se paralizo en cuanto sintió el cuerpo del otro acercarse a ella.—Esto es tuyo.

Se dio la vuelta y tomo la botella de alcohol, para después, tratar de escapar.

—¿No te has dado que sólo era una excusa para hablar contigo?—Antes de que pudiera correr lejos de él, éste la detuvo del brazo, interrumpiendo su huida.—Mi nombre es Sasuke, Sasuke Uchiha.

—Y-yo... Por favor déjame ir.—Su voz apenas se pudo escuchar. No se atrevía a mirarlo a los ojos.

—Sé que me porte mal. Pero, déjame compensarlo.—Como si no la hubiera escuchado, la jalo del brazo, arrastrándola a un lindo y sencillo restaurante cerca de ahí.—Te invito un café.

Se dejó llevar, aun con el corazón presionando fuertemente en su pecho.

Esto no debía estar pasando. Nada de esto estaba bien.

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Todo en su vida dio un giro inesperado.

Pronto ya no fue una taza de café, sino dos, tres o más. Una salida al cine, una comida en lugares privados, sonrisas tímidas, roces "accidentales", y uno que otro beso en la mejilla.

Ya nada era igual, aquella sensación de vacío se fue, se esfumo como si nada de eso hubiera existido.

Ahora sus gestos, carecían de esa frialdad que la hacían parecer una muñeca sin brillo propio.

Él se estaba convirtiendo en todo para ella.








—¿Por qué a mí?

—Por qué no tienes permitido vivir como los demás."    

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