1. La ciénaga

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La tranquilidad del agua difuminaba su profundidad con la absoluta oscuridad, la noche tenia horas de haber comenzado, el cielo despejado enseñaba a un dúo de luminosas Lunas: muy grandes y plateada, a las infinitas estrellas, constelaciones, nebulosas, planetas, cuerpos celestes y todo lo basto y misterioso del universo.

Las estrellas en el cielo danzaban con su tenue y centelleante brillo al son del oscuro firmamento. Los árboles, los arbustos, las montañas, las rocas, los animales, las colinas, los pastizales, las flores, las plantas y los cultivos naturales eran arropados por el fuerte y frío viento del norte, la noche tan oscura como fría mantenía a todos los seres vivos del planeta refugiados, abrigados y protegidos de las grandes ventiscas de las largas noches, la cual chocaba con las hojas de los árboles o con los grandes montes.

El frío páramo poseía múltiples luciérnagas, o algunas singulares plantas y árboles que se iluminaban fluorescentemente, destilando colores como el verde, el morado, el rojo, y el azul.

En aquella noche, la gran ciénaga rebosaba de tranquilidad, el fondo pantanoso y con tanto cieno como organismos marinos exaltaban la curiosidad y aumentaban las ganas de explorar por parte de algunos habitantes cercanos o lejanos

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En aquella noche, la gran ciénaga rebosaba de tranquilidad, el fondo pantanoso y con tanto cieno como organismos marinos exaltaban la curiosidad y aumentaban las ganas de explorar por parte de algunos habitantes cercanos o lejanos.

En una de las muchas orillas donde habían árboles o montículos de hierba que tapaban todo, de entre la malesa apareció una criatura: un ser prácticamente humanoide, bípedo de brazos delgados y largos sus manos poseían sólo tres dedos con las uñas ...

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En una de las muchas orillas donde habían árboles o montículos de hierba que tapaban todo, de entre la malesa apareció una criatura: un ser prácticamente humanoide, bípedo de brazos delgados y largos sus manos poseían sólo tres dedos con las uñas largas y puntiagudas, de piel blanca, y con una cabeza ovalada sin ningún rostro aparente más que una fauce con muchos dientes afilados y dos orificios lineales en su cuello por los cuales respiraba, en su espalda poseía un centenar de espinas de color negro, dándole así una apariencia completamente amenazante y escalofriante.

Muy cautelosamente se acercó al agua y verificando de que el perímetro estuviera adecuado se adentró en la tranquila ciénaga no muy alejado de la orilla, al cabo de unos minutos salió de la oscura agua, y se sentó de piernas cruzadas a pocos centímetros de la ensenada.

La distracción por la calma otorgada, causó que los sentidos de aquella criatura se centrarán sólo en el sonido de las hojas de los árboles, o las palpitaciones de su propio corazón. De repente una presencia hizo aparición a muy pocos metros de él, deprisa, se alejó de la orilla escondiéndose en la malesa, sobre los pies de los árboles, sus sentidos como radares le indicaron que no se trataba de un animal, las vibraciones y latidos ocasionados por el corazón y pulmones de la presencia repentina eran percibidos por la criatura escondida, dedujo que se trataba de un cuerpo de tamaño pequeño y bípedo, como el de un infante, lo cual respondería el por que no logró escucharlos anteriormente.

La presencia era una pequeña niña con cabello negro y largo de ojos verdes.

La pequeña figura se acercó a orillas de la ciénaga y mojando sus pies, se agachaba levemente para tomar un poco de agua con sus manos y echarse el liquido en el cabello y rostro.

La criatura inmovilizada por la niña se mantenía pensativa y observadora: nunca había visto a un ser tan pequeño y aparentemente débil, solo había tenido el disgusto de verse con sus figuras mayores en enfrentamientos...

La niña con la confortable serenidad cada vez se alejaba más de la ensenada, penetrando el lecho de la musgosa y profunda piscina natural. Cuando el nivel del mar sobrepasaba a la pequeña, esta desapareció en la oscuridad del gran cieno.

Pasado unos minutos la misteriosa niña ascendió hacia la orilla, acercándose al escondite de la criatura...

-¿Por qué te escondes de mi?- Dijo la pequeña con su voz dulce y agradable.
-¡Alejate!

-Me quedaré aquí hasta que salgas.

La criatura con mucha confusión salió de entre la malesa al cabo de unos cuantos minutos de tensión con calma,  ya que no quería asustarla. La pequeña al verlo retrocedió un poco, pero no por miedo más bien con un gesto corporal para que la acompañara, sentándose en la orilla con los pies cruzados.

-¿Te ocurre algo?-Pregunto la niña.

-No es eso-Respondió la criatura sentándose muy cuidadosamente sin quitar su percepción de la pequeña-Es que...siempre que tu raza se encuentra conmigo no son como tu...

-Lo se, ellos son más grandes, más violentos...más difíciles...

Pasaron unos largos minutos, el silencio los arropo, pero la niña nuevamente lo rompió:

-¿Como te llamas?

-¿Eso importa? -Replicó la criatura.

-Siempre importa.

-Me llamo Widmo.

-Yo soy Skaly, es un placer- Dijo la niña con una sonrisa en su rostro.

-Todas las noches pasas por aquí Skaly, tus padres se deben preocupar.

-No lo creo...hace tiempo que para ellos es como si fuera invisible.

Pasaron horas ahí sentados, a veces conversaban muy limitadamente, otras simplemente permanecían callados sintiendo la presencia del otro. La ciénaga permaneció tranquila en todo momento, el frío abrazaba los árboles y al agua.

Los primeros rayos de sol se manifestaban en todo el paraje, la oscuridad empezaban a desvanecerse cada vez más con una lentitud extrema.

-Ya debo irme- Explico Skaly- Pero antes déjame preguntarte algo...¿Nunca has temido a la oscuridad?

-No...pero esta noche tu si me has dado miedo.

La niña se alejó lentamente de Widmo y con una hermosa sonrisa desapareció junto a lo que quedaba de aquella extraña noche.

                              FIN.

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⏰ Última actualización: Jan 08, 2019 ⏰

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