Fe

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El resonar de los pasos en el amplio salón, tan monótono: un, dos, tres... un, dos, tres. Ese taconeo acompañado de la celestial música del órgano, al que mi corazón parece marcar el tempo, acallan para mis oídos los murmullos y risas de aquella gente que se cree privilegiada solo por estar aquí, en mi mansión, una visita que solo les ofrecí por ella.

Aghata, con su vestido de un tono crema que termina con una decoración que da la impresión de blanca escarcha. Ella, que con su cabello dorado y su bella sonrisa parece querer eclipsar la luz del sol. Se mueve en una danza que encandila a todos los presentes, va cambiando de pareja en cada baile y en cada uno me dedica una mirada, una con la que, si no creyese que es imposible, parece querer robarme el alma.

—Debe tener fe, señor —susurra mi consejero a mi espalda.

Me sobresalto ante su voz en el momento en que Aghata con sus gráciles pasos cambia nuevamente de compañero y me dedica una sonrisa. Comparados con ella, todos a su alrededor parecen estatuas con sus rígidos andares. Y eso, ante todo, es lo más irónico.

—¿En qué debería creer? —le pregunto.

—En que es usted quién maneja sus hilos y no al revés.

Así debería ser, más la soltura con la que ella se desenvuelve me hace dudar.

—Ya no es una marioneta, mírala, es más real que cualquiera de ellos.

—No se deje engañar —respondió Tom con su firmeza acostumbrada —. Es a ellos a quién les debe afectar esta ilusión.

—¡Adolfo, ¿qué haces?! Aléjate de esa joven —escucho que le grita una mujer a la actual pareja de Aghata.

—Querida, no debes preocuparte, solo es un artefacto.

—"Solo un artefacto", ¿eso creéis? No sabéis cuan equivocados estáis.

Desciendo los peldaños que me separaban de la zona de baile y extiendo mi brazo hacia Aghata.

—Ella es mi mayor creación —la chica se acerca con paso decidido y toma mi mano antes de voltear hacia el público —. ¿Cuantos creéis que es un simple robot?

Espero las respuestas, pero solo hay un murmullo entre algunos de los presentes que intercambian miradas dubitativas.

— ¿Cuantos estáis seguros de que no es real? —el murmullo aumenta y sonrío viendo la partida ganada —Aghata será mi esposa, una que a diferencia de las vuestras, y de las demás mujeres, no me hará daño, no me substituirá, se acabaron los corazones rotos. Para ella siempre seré lo primero... lo único importante.

Aghata sonríe como si fuese feliz.

—¿Cuantos de vosotros estáis seguros de vuestra relación?

—¡Esto es un escándalo! —grita la mujer de antes, secundada por otras que miran a sus maridos con reproche.

—Amigos míos, Aghata solo es el principio del futuro.

El reloj da las once en punto y en la segunda campanada la joven parece sentir un espasmo y cae al suelo.

—¡Aghata!



AghataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora