✝ mr. draggukla ✝

873 99 78
                                    



¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


— ¿Te enteraste de la desaparición del hijo de Haneul? —murmuró una sofisticada mujer mientras que con sus algo agrietadas manos, refregaba la camisa beige de su trabajador esposo. Al ser la única en la casa con la capacidad de manejar las tareas diarias el bienestar de su piel no era el mejor.

La otra fémina, que colgaba las prendas de ropa ya limpiadas en los alambres que estaban amarrados del patio cercado hasta la pared de la hogareña casa, asintió con intriga. Todas las tardes, cuando ambas realizaban los quehaceres de sus respectivos hogares, se juntaban e intercambiaban las noticias y chismes que sucedían constantemente en su pueblo, siendo estos muy interesantes e importantes como para ignorarse. Ese día no era la excepción. 

Ambas señoras permanecían estupefactas con los últimos acontecimientos, pues en estos el problema principal, o más bien, el protagonista, había sido una serie de secuestros y desapariciones de personas en su locación. La mayoría habían sido adolescentes de dieciséis años hasta adultos de veintiuno. Nadie tenía ni una remota idea de a dónde llevaban a los individuos, o quién era el supuesto secuestrador; lo único que sabían las dos mujeres y prácticamente toda la población es que aquellas personas desaparecidas nunca regresaban.

La verdadera preocupación en todos los pueblerinos era que en aquella aldea, la mayoría de ciudadanos era jovial. Pocos eran los ancianos que vivían en esa locación, y si el secuestrador —o quizás asesino serial— tenía una afición en arrebatar las vidas en personas jóvenes, estaban oficialmente perdidos. Por eso mismo, lo primero que hicieron los padres de familia fue juntar a sus hijos mutuamente para hacer crecer la población y asegurar una herencia no extinta. Claro, no se preocuparon en proteger a los jóvenes que aún gozaban de su libre albedrío fuera de sus hogares, tampoco le tomaron mucha atención a que principalmente era en las noches cuando los secuestros se llevaban a cabo.

— Sí, creo que deberías tener mucho cuidado con Taehyung, Hari. —dijo la castaña mientras le transmitía una mirada de preocupación a su amiga. Kim Taehyung era como otro hijo para él, y le dolería demasiado si le sucedía algo— Sabes cómo es él; aventurero y un puro buscador de problemas, justo como su madre.

La contraria sonrió, negando levemente. Entendía muy bien cómo era su hijo, lo tenía muy claro, y quizás demasiado. El chico si tuviera peligro frente a él no lo notaría hasta que lo lastimara de sobremanera. Ella había sufrido de muchos pre-infartos en su vida por culpa de Taehyung, viéndole escalar árboles, perseguir ovejas con la esperanza de acariciarlas, incluso tratar de montar caballos aún cuando no tenía idea de cómo hacerlo; en resumen, el pequeño era todo un caso. Y aún con veintitrés años lo seguía siendo para ella, un pequeño pero adorado problema. 

La preocupación drenaba todos sus sentidos cada vez que él no regresaba a partir de las siete de la noche, que era cuando él terminaba su turno en la granja en la cual trabajaba, pero al final siempre llegaba y tocaba la puerta con la excusa de que había usado tiempo de más cepillando a los caballos para que estos fueran a dormir. Llegaba risueño y alegre, dejando su profundo deseo de algún día tener su propio caballo y cabalgar por la oscuridad de la noche bajo las estrellas, en descubierto. Su deseo de hacer un viaje más allá de su pueblo y conocer otros lugares, hacer nuevos amigos. Aventuras, lo llamaba Taehyung. Peligro, lo llamaba Hari.

Mr. Draggukla ✝ v.k O.S Donde viven las historias. Descúbrelo ahora