Capítulo 6

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Mikasa pasó buena noche en el burdel a pesar que el ruido no acabó hasta el amanecer. Pero estaba tan cansada que ni siquiera le importó. Al despertar se levantó y bajó las escaleras. La noche anterior Margaretta le dio una vuelta por el burdel para que pudiese moverse libremente. Las gemelas se presentaron y fueron muy amables con ella.

Al llegar al salón principal vio que todo era un desastre. Copas por todos lados, suciedad, ropa tirada por todos lados. Decidió ayudar, era su manera de agradecer la buena voluntad. Sabía que Jea  metía en problemas a Margaretta y el resto de las chicas si se llegaba a descubrir que ella se ocultaba allí. Era una “ladrona” para todos. Si notaban que había huido del calabozo sería un desastre.

Comenzó a retirar todas las copas y platos para llevarlos a la cocina. Calentó agua para comenzar a lavar. Tardó bastante, pero tuvo todo en su lugar. Luego llevó las ropas a la lavandería donde se encontró con una de las chicas que trabajaban allí.

–¿Eres la chica de Jean? –preguntó la joven mujer –Soy Anka –le extendió la mano.

Mikasa estrechó su mano. Con que ahora era la chica del capitán. No le gustaba mentir, pero supuso que era lo mejor… y confiaba en él.

–Mikasa…

Anka asintió con una ligera sonrisa.

–Margaretta comentó que te metiste en problemas. Acá puedes estar tranquila. Todas tenemos nuestro pasado, no hablamos de ello. El pasado quedó fuera de esta puerta –comentó con tranquilidad –No es necesario que hagas nada. Nosotras nos hacemos cargo.

–Quiero ayudar –respondió.

Anka le sonrió agradada. Se hicieron compañía mientras otras chicas bajaban vestidas con finas batas de seda y el maquillaje corrido. Se las notaba cómodas allí, como si nada de la noche anterior hubiese ocurrido. Eran solo chicas compartiendo ahora un desayuno que las gemelas habían preparado. Mikasa agradeció que otras cocinaran, ella era horrible en eso.

Aun cuando Anka había mencionado que no hablaban de su pasado, fue inevitable hacerlo cuando había una nueva incorporación en el grupo de chicas. Así fue como Mikasa se enteró de algo de ellas.

Margaretta era la madama del burdel. Anka había llegado cuando su patrón se había aburrido de ella, ahora era exclusiva del general Pixis, un anciano generoso y buena gente. Anka no tenía más clientes que Pixis que pagaba generosamente su manutención.

Las gemelas por otro lado se dedicaban a esa labor desde que eran niñas. Cuando estuvieron demasiado grandes para los viejos pervertidos fueron sacadas del prostíbulo de niñas. Anka las vio en la calle pidiendo limosna y se las llevó al burdel. Eran las más jóvenes y a pesar de todo lo vivido eran muy inocentes y, sin conocer otra cosa que la prostitución lo tomaban con la mayor naturalidad del mundo. Estaban muy agradecidas del trato de Margaretta, quien no permitía ningún maltrato de parte de los clientes.

Las historias del resto eran similares. Sus padres o parientes las habían vendido a mejores o peores lugares, pero todas terminaron bajo el alero de Margaretta. Era una especie de madre y salvadora de todas.

Al terminar de desayunar volvieron a sus habitaciones. Mikasa supo que las chicas no dormían en las habitaciones donde trabajaban, sino que tenían otras sencillas adornadas a su gusto. Margaretta les daba parte de las ganancias y ellas las utilizaban a su gusto.

–Pasa, pasa –dijo Sarah cuando Mikasa iba por la ropa sucia de las habitaciones –Tienes que conocer nuestra habitación.

Mikasa observó el lugar y se enterneció al ver todo en tonos rosa y violeta. Muñecos de felpa por todos lados y dos muñecas sobre sus camas. Se veían caras.

Las chicas le mostraron su ropa de civil, eran preciosos y sencillos vestidos. Cualquiera que las viera vestidas así no pensaría que eran prostitutas. Pero en el barrio todos lo sabían.

–Tienes que comprar algo para ti, Mikasa –dijo Samantha –No puedes salir a dar una vuelta vestida como sirvienta.

–Me temo que no puedo salir, no quiero ser descubierta –comentó con voz suave.

–Pero tampoco tienes que andar así acá –Sarah la miró estudiándola –Creo que eres de nuestra talla… ¿y si te vestimos? –aplaudió encantada y su hermana la secundó –Le prometimos a Jean que seríamos buenas amigas.

Samantha le dio un canillazo que no pasó desapercibido. Mikasa las miró sorprendida. ¿Eran las chicas de Jean? No era tonta, era obvio que era cliente del burdel, pero no esperaba saber quiénes eran sus muchachas. Aunque qué debía importarle a ella.

–Está rehabilitado –dijo Sarah y Samantha se dio una palmada en la frente –Es un chico bueno. Nos alegramos mucho que tenga una novia tan linda como tú, ¿verdad que sí, Sami?

Samantha soltó un suspiro. No quería incomodar a Mikasa con la información. Pero…

–Sí –respondió la chica con sinceridad –Espero que nuestra relación profesional con Jean no te moleste… Tú sabes cómo son los hombres… –su voz era sencilla.

–No hay problema –desestimó Mikasa. Total… ¿qué rayos le importaba a ella? Jean no era más que el hermano de Eren. Aunque agradecía enormemente su preocupación. Sí… era una buena persona, lo había demostrado –Me alegra que las trate bien.

Ambas chicas sonrieron agradadas. Mikasa era adorable.

–¿Eso significa que podemos ser amigas? –preguntaron al unísono. Mikasa puso una cara extraña. Sobre todo cuando las gemelas la abrazaron. Mikasa se puso bastante tensa.

Luego de esa muestra asfixiante de afecto, Mikasa se dirigió a recoger la ropa sucia del resto de las habitaciones. Todas decoradas al gusto de las chicas. Después de almorzar, las chicas comenzaron su ritual. Se dieron baños, arreglaron sus cabellos, se maquillaron y ataviaron para una nueva jornada.

Luego que todo estuvo dispuesto para recibir a los clientes, Marietta dio la orden a Mikasa de retirarse a su habitación y no salir de ella ni asomarse a la sala.

Así hizo para darse cuenta que sobre la cama había un par de vestidos y una nota mal escrita. “Pruébatelos. Sarah y Sami”. Eran adorables sin duda. La curiosidad le ganó y se probó el primer vestido. Uno azul brillante con adornos de volados en blanco. Se miraba al espejo jugando con su cabello para todos lados, cuando golpearon a la puerta.

–Adelante –dijo pensando que era alguna de las chicas. Se volteó –¿Cómo me queda?

Pero era Jean quien había ingresado a la habitación.

–Wow –exclamó embobado –Te queda perfecto ya que preguntas.

Mikasa tomó su vestido de sirvienta de la cama y se cubrió con él.

–Vine a ver como estuvo tu primer día, pero veo que estás muy cómoda. Me alegra. Veo que no tengo de qué preocuparme.

Mikasa dejó el vestido de regreso en la cama.

–Son todas muy agradables. Este lugar fue una buena decisión. Te estoy muy agradecida, de verdad.

–No hay porqué.

Mikasa se sentó en el borde de la cama, le indicó a Jean una silla al frente. Él tomó asiento repasando la habitación con la vista. Él no había ingresado nunca al sector de residencia de las muchachas. Estaba prohibido para los varones, su presencia era una excepción dadas las condiciones.

–Las gemelas te tienen mucho cariño… son buenas chicas.

Jean le sonrió levemente.

–Tienen un pasado bastante triste –comentó y Mikasa asintió –A pesar de eso son muy alegres. Supongo que es lo que más me gusta de ellas.

–Dentro de otras cosas –bromeó Mikasa tratando de ser divertida.

Jean asintió.

–Dentro de otras cosas –repitió.

Mikasa le sonrió amistosa.

–No es un reproche, los hombres tienen ciertas necesidades supongo. Hablan muy bien de ti… las chicas en general.

–Sin detalles supongo –se volvió rojo.

–Sin detalles –ahora fue Mikasa quien repitió su frase –No es de mi incumbencia de todos modos.

–Supongo que no –comentó Jean –Hasta ahora nadie ha notado tu ausencia en el calabozo –cambió el tema abruptamente –Aunque sigue siendo tema y lo será un tiempo en la planta baja. Nadie cree en tu culpabilidad. Están sospechando de una chica del servicio que ha tenido algunos comportamientos sospechosos… pero no estoy seguro. ¿Por qué ensañarse contigo? –hizo una pausa –¿Realmente no sospechas de nadie, Mikasa?

Ella negó suave. Jean resopló y se puso de pie.

–Bueno, solo vine a ver que estuvieras bien. Veo que así es. Así que me retiro…

–Estoy bien, gracias por todo.

–Nos vemos pronto –se despidió abriendo la puerta.

Mikasa alzó la voz antes que saliera.

–Derecho al castillo, no vaya a ser que te entretengas abajo en la sala…

Jean la miró extrañado.

–¿Me estás controlando? ¿Ni siquiera una copa?

–¿No estabas rehabilitado? –bromeó Mikasa.

Jean se rio y asintió. Salió de la habitación. Mikasa soltó un suspiro. ¿Por qué le latía tan fuerte el corazón?

“No te involucres con nadie sentimentalmente”

Se puso de pie y se dispuso a probarse el otro vestido. Uno rosa bastante chillón. Digno de las gemelas.

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Eren se sentó junto a Jean. Últimamente parecía descorazonado, más melancólico, de peor humor de lo común. Bueno, llevaba un tiempo así, una semana quizás. Sí… desde que Armin le contó que la criada de Hitch le había parado en seco.

–Hey… –dijo llamando la atención de Jean. Jean siquiera lo miró –¿Quieres algo dulce?

–No tengo hambre…

Esto era grave, sin duda.

–Jean… somos hermanos, puedes decirme qué te pasa –dijo Eren con auténtica preocupación –¿Es por la chica que robó las cosas de Hitch? –Jean se volteó a verlo –No creas que tus cosas me son indiferentes.

–Ella no robó nada –espetó Jean.

–¿Cómo estás tan seguro? Lleva acá un par de semanas. No se sabe nada de ella, claramente no es de confianza.

Jean frunció el ceño.

–Mikasa no lo hizo.

–¿Mikasa? Con que tiene nombre –dijo Eren rascándose la barbilla –Jean… tienes que dejar esa costumbre de encariñarte con las chicas inadecuadas. Una cosa es que lo hagas con tus prostitutas, pero no con una criada recién llegada…

–No metas a mis gemelas en esto –le advirtió severo –Es completamente diferente. Creo en Mikasa.

Eren asintió.

–¿Eso tiene que ver con su huida del calabozo? –preguntó Eren enarcando una ceja –Si papá se llega a enterar que liberaste a esa chica se va a enfadar y te mandará fuera de los muros, a la legión.

Jean soltó un bufido.

–No voy a preguntar cómo lo sabes –dijo Jean con voz calma –Voy a probar que es inocente.

Eren ladeó la cabeza.

–Jean… no sé que te hizo esa chica, pero no estás pensando las cosas. Reconozco que eres impulsivo, pero no a este nivel. Ni siquiera la conoces bien… debe ser muy buena en la cama –bromeó.

Eren no alcanzó a reaccionar cuando vio a su hermano sobre él dándole un buen golpe en la nariz. Eren se lo devolvió y así continuaron hasta que la puerta se abrió dejando ingresar a Armin, quien se fue encima de Jean a separarlos.

–¡Basta! –exclamó Armin logrando sacar a Jean de sobre Eren a duras penas –¿Qué pasó ahora?

Eren se pasó la manga por la nariz y haciendo una mueca de dolor. Indicó a Jean con el dedo.

–Ofendí a su puta de turno –respondió Eren –Escúchame, imbécil, puedo mandar a buscar a esa ladrona al burdel donde la escondes. Pero no lo haré.

Armin miró a Jean sorprendido.

–¿Qué hiciste qué? –preguntó Armin tratando de no alzar la voz. Jean…

–¡Que no es una ladrona, carajo! ¡Ella no lo hizo!

Iban a estallar en pelea otra vez. Pero Armin intervino.

–Eren… si Jean piensa que es inocente, quizás tenga razón. Aunque las pruebas pesan contra la chica, pudo ser que alguien quisiera inculparla, ¿no?

Eren guardó silencio. Si había un juicio en el que confiaba, era en el de Armin. El rubio soltó un suspiro. Jean se sobó los nudillos.

–Eso creo –alzó la voz Jean –Pero, ¿quién?

–Alguien que conociera bien la habitación de Hitch y pudiese colarse sin llamar la atención.

¿Annie? –murmuró Eren pensativo –¿Por qué haría algo así? Annie no se mete con nadie.

–Por joderme… o porque Mikasa también va a tu dichosa fiesta. Pudo quererla fuera de competencia… ¡Qué se yo! No sé de enredos de mujeres… solo me enredo entre sus piernas –reflexionó Jean –Y a Mikasa no le he tocado un pelo, para que quede claro. Bo le intereso...

Armin sonrió.

–¿Ves? Una razón más para creerle, Eren. No le interesa Jean.

–Gracias, Armin –comentó Jean en un mascullo.

Armin asintiendo no captando que el “no le interesa Jean” no le causado gracia al aludido. Por su parte Eren caviló.

–¿Todavía te odia? –preguntó Eren a Jean, refiriéndose a Annie. Jean afirmó –Puede ser… pero, ¿Annie? No me cuadra.

Armin se cruzó de brazos meditabundo.

–Eren… ¿le has dado razones a alguien para sospechar algún interés en Mikasa?

–Ni siquiera sabía su nombre hasta que el enamorado acá me lo dijo –indicó a Jean –¿Qué se yo? No ando mirando a las chicas del servicio. Lo sabes.

Armin le sonrió, Jean desvió la mirada.

–Vale –resolvió Eren –Interrogarás a las criadas, Jean. De Annie se encargará Armin.

Jean se sorprendió.

–¿Vas a liberar a Mikasa de la acusación? –preguntó Jean.

–Si no hay pruebas… lo haré.

Jean le sonrió.

–Eres el mejor hermano del mundo. ¿Puedo abrazarte?

–¡Olvídalo!

–Pero si te gustan las mariconadas –exclamó Jean con inocencia, Eren y Armin fruncieron el ceño –Vale, vale. Me voy a contarle a mi angelito… Va a estar tan contenta –sonrió embobado –Ni se te ocurra elegirla en la fiesta –amenazó indicando a Eren con el dedo.

–No me gustan las morenas.

Jean salió de la sala dejando a Eren y Armin solos.

–No vas a negar que quieres a ese bruto –bromeó Armin.

–Lo adoro, es mi hermano. Pero no se lo digas.

Armin negó risueño.

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Aun era temprano para clientes, pero no hubo problema en que Jean ingresara al burdel. Después de todo no acudía como uno. Mikasa lo atendió en la sala. Vestía el mismo lindo vestido azul del otro día, su cabello en un recogido sencillo.

–Realmente te queda bien ese vestido –comentó Jean al verla. Ella enarcó una ceja, pero le parecía divertida la actitud del capitán, siempre tratando de alagarla –Te tengo una buena noticia.

Se sentó frente a ella en uno de los sillones, como tantas veces hizo antes, pero ahora tenía otra significancia. No entrando en detalles le comentó a Mikasa la decisión de Eren.

–¿Annie? –murmuró Mikasa pensativa –No nos llevábamos, con suerte hablábamos –miró a Jean –¿Será que no quería ser removida de su puesto? Quizás yo debí trabajar con la señorita Gaby…

–No sabes lo que es eso –advirtió Jean con buen humor –Gaby es como una fiera salvaje.

–Es una niña… no ha de ser tan terrible –comentó Mikasa.

–Esa niña es el demonio encarnado… y está molesto buscando venganza y sangre por la tierra –Mikasa se rio frente a la narrativa de Jean –Si tienes paciencia puedes volver al castillo…

–¿Crees que pueda ser posible? –preguntó cabizbaja –No… no quiero regresar con mi familia. Levi no es problema –hablaba más consigo misma, pero Jean la miraba con atención –Es mi primo. Pero no quiero volver a vivir allí. La señorita Hitch no me necesitará luego del baile, se marchará al campo… pero… siempre puedo ir con ella, ¿verdad?

Jean asintió.

–Si es lo que quieres… Hitch es de las que te daría una oportunidad. Tendrías una buena vida con ella.

Mikasa asintió.

–¿No vas a pedirme que me quede en el castillo con alguna de tus artimañas de casanova? –bromeó Mikasa.

Jean negó suave.

–Vas a ir al baile de mi hermano –respondió con sinceridad –Bueno, como todas las chicas del pueblo. Y ahora que sabes que tengo un pasado bastante reprochable más allá de tus infundadas acusaciones –advirtió –Aunque te valga madres, jamás me he metido con una chica del servicio. Lo de Annie no vale –hizo una pausa –Volviendo a lo de la fiesta… No creo que yo siquiera esté en tus opciones –se acercó un poco –Yo tampoco me elegiría, para serte honesto. Pero… no te hagas ilusiones con Eren. Juega bien tus cartas, busca tener nuevamente la confianza de Hitch. Vete con ella al campo… busca un buen hombre allí.

¿Por qué no debía hacerse ilusiones con Eren? Tenía sus cartas en ello… Levi y tío Kenny también, aunque por motivos diferentes. Quizás… podría quedarse en el castillo de todos modos si todo se solucionaba, ¿verdad? Tal vez… tal vez…

Paseó su vista por el salón y, de pronto, cayó en algo.

–Las muñecas de las gemelas… las de porcelana. ¿Se las regalaste tú?

–Sí… ¿necesitas algo…? Puedo arreglarlo. Si necesitas dinero…

–¿Por qué…? ¿Por qué tienes esos detalles con la gente? Las tratas con respecto y afecto… Me sacaste de la celda… ¿por qué? Te traté horrible, hice un lío por un par de palabras galantes e inocentes regalos.

Jean le sonrió pícaro.

–Tengo una debilidad por las chicas lindas y de ojos tristes. Con el resto soy un maldito hijo de puta –confesó con seguridad que Mikasa no se tragó, trataba de hacerse el chico malo, pero tenía buen corazón –Bueno… –se frotó el cuello –Solo vine a eso… a informarte.

Mikasa asintió. Sentía en el aire esa tensión de no querer marcharse, ni ella que él se marchara. Pero era mejor así. La voz de Levi en su cabeza, mientras sentía acelerarse el corazón desde que Jean había entrado en el salón. Reconocía que no le era del todo indiferente, menos después de su ayuda. Pero… su objetivo era otro. Además, ¿se podía confiar en los sentimientos románticos de alguien como él? Sí… podía.

Se quedó mirando a Jean como si se hubiese pegado en su rostro. Annie… ella le había comentado sobre el romance de Jean con Hitch y sobre cómo se había aprovechado de su posición con otras chicas y ella misma. ¿Sería que Annie quería hacerle daño a Jean?... ¿O estaba celosa de ella? ¿O… algo?

Si Jean era tan nefasto, ¿por qué hasta ahora no había tenido ningún comportamiento reprochable con ella? Podría hacerlo… podría sentirse con el derecho sobre ella por rescatarla.

–Nos vemos… ¿mañana? –rompió Mikasa el silencio.

Jean sonrió amplio. ¡Quería verlo mañana!

–Me encantaría, pero debo encargarme de buscar al culpable de inculparte… Suena como un trabalenguas, ¿verdad? –Mikasa asintió –Vale, me marcho. Te aviso cómo va todo.

–Jean…

–Todo saldrá bien –aseguró.

–¿Y si no? –murmuró Mikasa.

A pesar de su anterior seguridad, Jean dudó. No se había puesto a pensar en ello, solo en encontrar una solución.

–Va a resultar bien, te lo juro.

Mikasa asintió y vio a Jean salir de la habitación.

“No te involucres con nadie sentimentalmente”

–Ya cállate, maldito enano –masculló Mikasa antes de subir a cambiarse la ropa, debía alistar todo para la nueva jornada de las chicas.

Un Cuento de HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora