Mateo. El Chico Inseguro.

71 21 17
                                    

Después de que su padre fuera a la cárcel, su vida cambió por completo. Su madre cayó en una depresión muy fuerte y se hundió en las bebidas alcohólicas y las drogas, convirtiéndose en una persona desinteresada y amargada. Esto afectó a Mateo de una manera diferente empezando a tartamudear. Esto causaba fuerte burlas de parte de sus compañeros de colegio y lo llevó a ser extremadamente tímido e inseguro. Creció sin una figura paterna, y prácticamente sin una madre que lo quisiera. Cuando Mateo entró a la secundaria su madre dejó de importarle lo que hacía. El ver a su madre así destrozada por culpa de su padre, lo hacia sentir muy mal.

Mateo era un joven bastante apuesto, un poco delgado ya que no le gustaba practicar deporte. En el colegio no hablaba con nadie, razón por la cual no tenía ningún amigo.

Solo le faltaban dos años para poder graduarse y aún no sabía que haría con su vida ni con su madre. Al llegar al colegio miró a su alrededor y caminó rápidamente a su casillero tratando de pasar desapercibido. Pero no lo logró, y como sí de un imán se tratase se acercaron los tres chicos que le hacían bullying. No les tenía miedo, pero tampoco se atrevía a ponerle un alto a esa situación. Terminó como siempre, algunos insultos, y un empujón que provocó que cayera al suelo.

Se sentía un completo cobarde, era débil y eso lo ponía muy molesto. Observó la mirada de todos y se levantó del suelo.

Recordó aquella vez hace dos años cuando aquella chica rubia insulto a los bravucones que lo estaban empujando y les dio una bofetada humillándolos. Sólo le pudo decir:

-Gra-gracias.

La chica no solucionó nada, pero en ese momento notó algo especial en ella y se enamoró por completo de ella. Tomaba sus mismas clases y siempre la veía. Era totalmente diferente a él. Era extrovertida, carismática, y sobre todo era valiente.

Estaba harto, y dejando de autocompadecerse, respiró hondo y se levantó. Caminó en dirección a los chicos que aún le gritaban insultos y sin decir ninguna palabra miró en cámara lenta como su puño chocaba en la mandíbula de aquel fornido muchacho, haciéndolo caer noqueado de inmediato al suelo.

Su mirada estaba clavada en el chico que yacía en el suelo. Estaba sorprendido de lo que había hecho. No podía creerlo. Ante la miradas atónitas de los observadores y los dos amigos del fornido chico habló señalándolos a los 3:

- ¿Saben qué? y-ya estoy cansado de que-que me jo-jo-jodan siempre. Ya basta de sus malditas burlas hacía mí y los demás, qui-quizás sean inseguros de sí mismos o simplemente no les agra-agrado ¡pero esa no les da la jo-jodida razón para hacer lo que están haciendo!. Ya se acabó, no van a lástimar a nadie más con sus perversos comentarios. Y-ya nadie les tendrá miedo, solo lástima, son peores que cada uno de nosotros, pues tienen que llamar la atención y humillar a los demás para sentirse bien consigo mismo.


Al terminar, todos los que los observaban empezaron a alentarlo y abuchear a los 3 agresores, quienes huyeron rápidamente. Entre aplausos y silbidos apoyaron a Mateo quien no dejaba de irradiar felicidad y satisfacción. Todavía no podía procesar lo que había hecho, ya no sería más la víctima y por la reacción de todos, no habría más agredidos de esas escorias. Por fin después de mucho tiempo había sido valiente y decidido; se sentía tan bien, esa chica lo había inspirado. Esa chica de la cual estaba enamorado pérdidamente.

Caminó por los pasillos sin ningún miedo de ser humillado. Se detuvo al escuchar una voz familiar, al girarse observo su angelical rostro. Lauren se acercó a él y susurro en su oído:

-Sabía que podías hacerlo, se que no fue fácil pero me ha encantado lo que has hecho. Acto seguido besó su mejilla.

Su corazón se detuvo y perplejo ante las palabras y el beso de Lauren le dio un pequeño abrazo.

Demasiado TardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora