Me había enamorado de una de mis compañeras de clases, una chica sencilla, pero muy especial.
Tenía novio y yo tenía mi mente ocupada en otras cosas, como conseguir un trabajo estable y terminar la universidad.
Nunca me decidí a decirle lo que sentía. Yo no era segura de mi misma, así que no lo hice.
Todo para mí era como una balanza, a veces estaba arriba y otras abajo, pero ya me había acostumbrado a eso.
Tenía claro que jamás me casaría y que no encontraría a nadie con quién pasar el resto de mis días.
La mujer de la que estaba enamorada tenía a alguien más a su lado y aunque no lo tuviera a él, las posibilidades de que se fijara en mi, eran nulas.
No me llevaba mal con mis otros compañeros, eran unas personas muy agradables.
Supongo que cuando me dejaron poner mi música en el salón de clases, me dieron aquella confianza que no tuve nunca.
Me dejaron cantar a todo pulmón y bailar con nunca.
Pero, tenía a una espectadora.
La chica de mis sueños estaba observando mis movimientos y se reía de mí.
El coraje que no sabía usar me hirvió por la sangre y me acerqué a ella.
Cada una de las canciones de amor que mi lista de reproducción guardaban, eran para ella.
En algún momento tomé su mano y la moví para que bailara conmigo.
Sonrió, y aceleró el pulso de mi corazón.
Sus movimientos no eran torpes como los míos, eran perfectos, todo en ella era perfecto.
Me enseñó como bailar y de vez en cuando me seguía la canción.
Aquel día me le declaré sin que ella se diera cuenta.
Yo estaba feliz, aunque solo durara ese momento.
Meses después se enteró de que estaba embarazada y decidió casarse con su novio.
El chico no parecía malo al principio. Incluso yo creía que estaría mejor con él.
Pero estaba equivocada, porque una vez casados comenzaron los problemas.
Gritos, golpes, abusos y un aborto.
Mi enamorada tenía el corazón y el alma rota.
Estaba claro que yo estaba peor.
No podía hacer nada más que consolarla cuando nadie estaba para ella.
Todos la abandonaron a pesar de que los necesitaba.
Menos yo.
Jamás busqué que se interesara en mi, solo quería estar para ella.
Incondicionalmente.
Cuando todo se volvió más gris, descubrió que estaba embarazada, nuevamente.
Ella no quería el mismo destino de su anterior bebé, así que huyó de casa de su esposo y vino a vivir, conmigo.
Aquellos meses que ella se quedó a mi lado, fueron los mejores.
La traté como la reina de mi casa, la consentía como nunca.
Podía pasar malos ratos, pero ella siempre iluminaba mi vida.
Cuando nos enteramos de que tendría una niña, no me detuve en ningún momento y le preparé una habitación en mi casa.
Compré de todo para esa nena.
Y se lo mostré como regalo a mi reina.
Sus lágrimas de felicidad, también inundaron mis ojos.
Un par de meses después, llegó a nuestras vidas.
Un pequeño trozo de carne.
La amé en cuanto la vi, se parecía tanto a ella.
Ahora tenía a una reina y una princesa.
Mi vida había tomado sentido.
Yo vivía por ellas dos.
Y por fin, después de muchos años, estaba decidida a declararle mi amor a mi reina.
Solo fueron unos minutos, ella salió unos minutos.
Iba por leche para el bebé, no se tardaría más de quince minutos.
Pero lo hizo, pasaron cuarenta minutos y ella no llegó.
Así se fue una hora completa.
Y ella jamás regresó.
Después de buscarla como loca por toda la ciudad, la encontré.
Estaba fría, sus bonitas mejillas ya no tenían color y su rostro tenía moretones.
Mucha gente la había encontrado minutos antes.
Fue dejada ahí por un hombre, al cual no pudieron atrapar.
La policía solo la alejó más de mí.
Debían asegurarla.
Algunos testigos dieron su declaración y por milagro del cielo tenían la matrícula del vehículo donde huyó aquel el maldito.
Era aquel hombre con el que estuvo casada.
Se vengó de ella.
Lo atraparon y lo apresaron.
A mí solo me quedó la terrible pena de ser la única en su funeral.
Sus padres jamás llegaron y nadie más quería verla.
Así que la pequeña y yo estábamos solas.
Ahí mismo le dije lo que sentía por ella, aunque fuera muy tarde.
Le dije que la amaba. Que ella era mi reina.
Y que aceptaba a su hija como mía.
Ese día algo se apagó dentro de mí.
Algo que una niña con el rostro más bonito del mundo, encendió de nuevo.
Le dije adiós a la mujer que me enamoró y me fui a casa.
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Muy tarde, para my Love.
Short StoryEsta es una historia inspirada en un amor que tengo en la universidad.