Melody of the heart

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Despertó sobresaltada por el sueño. No gritó, acostumbrada a producir el mínimo ruido posible en el tiempo que pasó con Harry en la búsqueda de los horrocruxes.

Su pecho se elevaba y descendía en un vaivén acelerado, sentía el aire helado al respirar y podía escuchar sus propios latidos. Por un momento temió que Ginny pudiera escucharlo también por lo que se levantó, despacio, sabiendo que ya no podría dormirse. Al menos no de momento. Una vez sus ojos se hubieron acostumbrado a la oscuridad del lugar, se quitó las sábanas de encima y recogió el pantalón que antes de acostarse tiró al piso, se vistió con él, sin prisa, mirando por la ventana a la escasa luz que entraba.

No lograba quitarse las imágenes del sueño de la mente y recordarlo le provocaba escalofríos.

Tragando saliva decidió bajar a la cocina por agua. Tomó de manera inconsciente su varita, más por instinto que nada de la cómoda que dividía ambas camas y salió de la habitación, procurando no hacer ruido. No se acostumbraba a aquél aire frío pesado del ambiente, pero aún así no tomó el suéter del perchero, ya que era lo único que le aseguraba que estaba despierta.

Caminó sin prisas, intentando esquivar los gritos y las voces aterradas que llenaban su mente y, por un momento, quiso subir a la habitación de los chicos, deseó girar la perilla, caminar rumbo a la cama de su mejor amigo, deslizarse debajo de las mantas y llorar en su pecho; pero no podía hacer eso. 

Vio cómo el agua resbalaba por la jarra y llenaba el vaso de cristal, en el aire. Su cabeza se sentía pesada y ella, vacía. Recordar las sonrisas de sus padres y los momentos vividos con ellos le oprimió el corazón, pero fue el sonido del agua derramándose lo que llamó su atención de nuevo. Realizó un rápido conjuro de limpieza y se bebió el agua de un trago.

Sin saber qué hacer ya que el sueño no volvería en un largo rato, se sentó en un gran y mullido sillón marrón que Harry compró, aconsejado por la señora Weasley cuando estaban re-decorando el que, en ese entonces, era la sede de la Orden del Fénix. Ahí, volvió a sumirse en los recuerdos sin embargo, ésta vez pertenecían a los momentos que había vivido al lado de los miembros de la Orden. Los buenos momentos. 

Uno en especial la hizo reír un poco. En él, Sirius, aburrido por el encierro comenzó a tontear con Fred y George que interpretaban a la pareja descrita en la radio-novela que la matriarca de los Weasley escuchaba en una de las frecuencias mágicas. Su actuar era tan cómico que la tensión del momento comenzaba a disiparse y Canuto, queriendo profundizar aquella diversión, comenzó a tocar el negro piano como un auténtico y majestuoso músico. 

Sonrió a pesar de sentir la opresión en su pecho volverse más profunda. Se levantó una vez más y una vez frente al viejo piano, recorrió la fría tapa que cubría las teclas con los dedos.

Se sentó en el banquillo a juego y levantó la tapa. Por un instante, se sintió un poco confundida pero a medida que acariciaba las teclas con las yemas de sus dedos, una memoria lejana llegó a ella, dejándola levemente sin aliento.

Una melodía proveniente del piso de abajo lo despertó. Tomó sus lentes, se los puso y verificó la hora en el reloj de manecillas que colgaba en la pared: 2:13. 

Aquello lo dejó desconcertado por un momento, que pasó a ser un estado alarmado al pensar que alguien se había introducido en la casa. O puede que fuese... No, Ron se encontraba tumbado en la cama de al lado, abrazando fuertemente su almohada y roncando con la boca abierta.

Salió de la cama procurando hacer el menor ruido posible y a tientas, sacó su varita del cajón del buró que usaba como mesa de noche. Salió de la habitación aún con la melodía en sus oídos e inspeccionó cada una de las habitaciones del piso en el que estaba pero el sonido provenía de abajo por lo que con ambas chicas en el pensamiento, bajó a prisa, empuñando la varita con fuerza.

La melodía se hacía más fuerte y clara con cada paso que daba. Al llegar al piso inferior le sorprendió ver una figura que conocía perfectamente, de espaldas.

Hermione se encontraba sumida en el momento. Se sentía en un mundo distante, en el que la música, acompañada de los recuerdos tan vívidos, se sentía más poderosa que la misma magia. Harry, a su vez, se dejó llenar por el sonido que parecía capaz de curar heridas profundas, heridas del alma, esas que dejaban hondos vacíos y enormes pesares.

Ella, abstraída, recordaba la sonrisa iluminada por la televisión en el rostro de su madre. Solían sentarse juntos a ver una película una vez por semana, cuando era pequeña y sus padres tenían el día libre. 

"Hermione..." Se sobresaltó al escuchar la voz del ojiverde y, un tanto desconcertada, notó las lágrimas que le cubrían el rostro y se avergonzó un poco haberlo despertado, así como por haber sido encontrada en tan íntimo momento.

"Harry", susurró y al verlo, no pudo evitar soltar un sollozo que había contenido sin darse cuenta. Se levantó, caminando hacia él por instinto, pero ésta vez fue él quién la envolvió con los brazos, le acarició el cabello y le susurró, dulcemente, como a un niño pequeño perdido, que todo estaba bien, que él estaba a su lado.

Hermione hundió la cabeza en su pecho, rodeó con ambos brazos su cintura y, siendo guiada por su compañero, se sentó a su lado, sin distanciarse un sólo centímetro, sus sollozos ahogados en su pecho. Harry trató de consolarla lo mejor que pudo, pensando en qué habría ocasionado que explotara de esa forma, y preocupado, esperó a que se calmara.

"Era su película favorita." Murmuró ella pero Harry no comprendió sus palabras y le levantó el rostro. La vista le provocó cierto dolor en el pecho. Tenía los ojos irritados por el llanto y las lágrimas aún le recorrían el rostro. Soltó uno de sus brazos del agarre y con el pulgar le quitó el agua salada que aún caía levemente.

"No llores." Le dijo, mirándola con ojos tristes y Hermione se sintió culpable por despertarle ese sentimiento. Asintió levemente, permitiendo que él le enjugara el rostro. "¿Qué me decías hace un momento?" Preguntó él, mirándola directamente a los ojos y Hermione se sintió desnuda por un instante, como si con esa mirada pudiera verle el alma.

Respirando hondo, le respondió: "Esa era su canción favorita. De mi madre." Pudo ver la culpa apareciendo tras sus pupilas. "Cuando era pequeña, veía una película con mis padres cada día libre que tenían. En una ocasión, mi padre llegó con una gran sonrisa a casa y me dijo: Ven a la sala, tengo algo que a mamá va a gustarle. Por lo visto, tenía razón, puesto que había encontrado la película favorita de mi madre en una venta de garage. La película era fantástica pero lo mejor fue ver a mamá sonreír de esa forma..." Le sonrió al pelinegro que asintió, haciéndole saber que la escuchaba y continuó su relato: "Recuerdo que me gustó tanto que insistí en aprender las obras para piano y ella me las enseñó, encantada."

Se quedaron en silencio, él sin saber qué decir exactamente aunque ahora entendía el porqué la había encontrado de esa manera. Probablemente había tenido una pesadilla con sus padres pero no le preguntó sobre ello, para no abrumarla, aunque sabía que ella se lo contaría más tarde.

Se miraron de nuevo, directamente a los ojos y, ésta vez, notaron la posición y la cercanía en que se encontraban pero no se separaron. Ambos notaron el calor cubrir sus mejillas y orejas pero agradecían que estuviera oscuro y que el otro no pudiera notarlo. No obstante, aquello les provocó evocar sentimientos del pasado y aquella cercanía se acortó con creces. Lo único que los detuvo esa noche fue el recuerdo de los pelirrojos que los acompañaban en la enorme casa.

Horas más tarde, Ginny salía de la habitación frotándose los ojos y los vió a ambos acostados en el sillón, dormidos, en los brazos del otro. Si bien, se sintió contrariada, las comisuras de su boca se elevaron y dio media vuelta, en dirección a la cocina, en dónde la encontraron minutos más tarde, despiertos a causa del aroma del desayuno.


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⏰ Última actualización: Feb 21, 2020 ⏰

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