Dylan
Faltaban poco menos de 1 hora para que el vuelo de Lexie despegara y yo seguía atrapado a solo unas cuantas cuadras. Malditos arranques de último momento, dije para mis adentros.
Cuando desperté estaba decidido a no salir de mi casa, pero maldita sea la chaqueta que dejo en mi recamara, con solo verla la idea de despedirme de ella no salió de mi cabeza, así que aquí estaba atrapado en un embotellamiento a solo unas cuadras del maldito aeropuerto, esperando poder alcanzar a abrazar y besar a mi chica.
Necesitaba verla antes de que se marchara, no podía dejar las cosas así. La amaba ¿no? Cuando amas a alguien debes de estar feliz por sus logros, por que cumpla todos sus sueños. Creo que si hubiera pensado en eso hace unos días no estaría ahora en esta posición.
Los carros comenzaron a moverse y mi corazón se aceleró, por lo menos ya nos estábamos moviendo, eso era mil veces mejor que estar parado a la espera de un milagro.
Mientras conducía no paraba de pensar en todo lo que había tenido que pasar para tenerme en esta posición, en lo mucho había tardado en darme cuenta que esa mujer era con la que yo quería estar toda mi vida.
Realmente había sido un idiota.
Hace unos días no había caído en cuenta en todas las veces que Lexie me espero, en que estuvo para mí a pesar de que yo no sabía que quería, me apoyo en mis peores momentos, nunca se alejó de mi lado, aunque yo le diera motivos de sobra para hacerlo, me perdono todas mis estupideces, me aceptaba con todo. ¿Por qué demonios era tan difícil para mí hacer lo mismo? Después de todo, solo era un año.
Me desvié por la avenida que me llevaba directo al aeropuerto, ya solo me quedaban tres cuadras y todo se veía despejado, los semáforos como por arte de magia estaban en verde, así que llegue en poco menos de 5 minutos, sin embargo el encontrar estacionamiento fue un problema, di un par de vueltas antes de revisar el reloj y percatarme de que Lexie estaba a nada de subirse a su avión. Me importo un carajo el estacionamiento, aparque detrás de un auto, y baje a toda prisa del coche. Me dirigí hacia uno de los mostradores solo para saber a dónde dirigirme, había fila, pero no me importo, fui directo hacia la chica rubia que estaba atendiendo.
-Señorita, disculpa...- alcance a decir antes de que me interrumpiera.
-Señor, tiene que hacer la fila.
-Si lo sé, lo que pasa es que mi novia esta por abordar el vuelo de las 3:30 a Madrid y necesito verla.
-Está en la sala 3, pero me temo que necesita un boleto de avión, porque está a punto de abordar.
Sentí un golpe en el estómago, mire mi cartera, gracias a Dios llevaba la tarjeta de crédito, luego veía como recuperaba el dinero.
-Deme el vuelo más económico que tenga.
-Señor, tiene que hacer fila.
A mi lado se encontraba una señora de unos 60 años, me miro con lastima, me tomo la mano y asintió.
-Dele su boleto Señorita, yo puedo esperar.
El rostro se me ilumino, me volvió el alma al cuerpo. No sabía quién era esa mujer pero le debía la vida.
La señorita detrás del mostrador solo sonrió, tecleo lo más rápido que pudo, me pidió mi tarjeta y me dio el boleto, ni siquiera me percate de cuanto había sido, porque salí corriendo en dirección a la sala 3.
Tenía el corazón en la garganta, la adrenalina al mil, las lágrimas querían salir de mis ojos porque sentía que no iba al alcanzarla. Antes de entrar a la zona de abordaje me pidieron mi boleto, prácticamente se los aventé y seguí corriendo, cuando por fin a lo lejos alcance a ver una pequeña figura femenina, vestida con un pantalón flojo negro, un top suelto blanco, prácticamente en pijama, tenía unos lentes de sol en la cabeza, los cuales mantenían fuera de su cara ese ondulado cabello castaño despeinado tan suyo, miraba hacia todos lados buscando algo, sin sonar muy engreído estaba muy seguro de que me buscaba a mí.
Estaba a nada de cruzar cuando comencé a gritarle, pero nunca volteo, yo seguía gritando su nombre, todos en la sala me miraban, los de seguridad se acercaron a pedirme que guardara silencio, mas no me importo, Lexie siguió sin mirarme, hasta que me percate que tenía los malditos audífonos puestos.
Cuando estaba por subí pude ver que se detuvo, ladeo un poco su cabeza y una oleada de alivio me invadió, sin embargo luego de una milésima de segundo siguió con su camino y las lágrimas que se querían asomar en mi camino hasta ella, por fin salieron.