En blanco.

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Necesito escribir algo, pero no sé el qué, tampoco sé cómo, ni para qué, solo sé que necesito hacerlo.

Una sola mente humana posee la capacidad de hacer estallar una nación entera, inclusive  todo un planeta si así se lo propone. Pero a pesar de eso, a pesar de que han habido tantos sabios pensadores antes de este simple fanfarrón, no siento que mi pensar sea tan siquiera una oruga esperando a salir de su coraza, todo lo contrario, con el paso del tiempo la mariposa que algún día tuve en mis manos, poco a poco fue convirtiéndose en su propio antecesor.

Perdí la llave de la jaula que yo mismo decidí cerrar ¿Por qué para mi el rendirme en algo, tiene que significar rendirme en todo lo demás? A pesar de que mi hoja esté llena de tinta, la sigo viendo en blanco. Creo que una vez más necesito un descanso.

Un personaje esperando a ser creado se mantiene sentado expectante al venir de sus múltiples aventuras repletas de maravillas aún por imaginar. Pero, sigue sin pasar nada. Caminando de un lado a otro, jugando con la cuadrícula del margen, intentando escapar de su jaula por los bordes de la hoja, se borraría a sí mismo si tan siquiera estuviera plasmado sobre la misma.

Un día, el escritor se duerme sobre sus notas, y su lápiz, al caer junto a él, impacta rápidamente con la hoja haciendo un agujero en ésta. Nuestro todavía inexistente personaje no podría sentir una alegría más grande que la de este momento.

"Soy libre" pensó. Caminó sigilosamente para no despertar al escritor, y a paso lento empezó su plan de escape. Los pies, las manos, y por último, la cabeza. Nuestro muñeco fue sacando parte por parte de su cuerpo al mundo físico. Pero algo estaba mal.

¿Cómo podría saber si tan siquiera tenía brazos y piernas? ¿Era tan siquiera hombre o mujer? ¿Era tan siquiera humano? ¿Por lo menos estaba vivo? Después de todo, nadie había escrito sobre aquello.

Nuestra desconocida entidad, incluso después de cumplir su sueño de escapar, una vez más, se sintió vacía. 

A pesar de esto, entre la desesperación causada por su propia ambigüedad, recordó de nuevo una de las tantas palabras sin propósito de aquel escritor: "Sé quien tú quieras ser". De forma muy decidida, se tomaron prestados papel y lápiz. Y las primeras palabras llenas de significado fueron expresadas en uno de los borradores de aquel hombre sin ideas.

Detrás de estas palabras se encontraba algo muy poderoso en todos los mundos imaginables: Un deseo. El deseo de poder desear, llorar, reír, y sentir un corazón en el pecho.

"Había una vez, un humano. Un humano con todos los nombres del mundo, que ha presenciado todas las historias, y que ha llegado a todos los lugares que nadie ha podido alcanzar"

...

Creo que yo mismo partiría en llanto si hubiese visto la expresión en su cara. La ilusión al nivel de un niño que llega a una juguetería, destruida por la aburrida expresión de un adulto que ha visto todas las cosas que había por ver.

No hay nada más doloroso que haber cumplido el sueño equivocado. Tristemente, a pesar de que el cuarto del escritor estaba plagado de miles de lápices y hojas de todos los formatos posibles, por más de que se buscase incluso en los lugares más recónditos, no se hallaría la presencia de un simple borrador.

A nuestro personaje, que ya tenía millones de nombres e historias cargando sobre sí, sólo le quedaba una única opción, si quería borrar su error para volver a como era antes, primero tenía que borrarse a sí mismo del entorno en el que ahora habitaba como todos los demás. 

"Había una vez, el puente más grande del mundo, tan grande, que nadie podría sobrevivir a tal caída. Sobre él, yacía el hombre de tantos nombres como penas en su espalda"

Detrás de él, un sol naciente con una paleta de tantos colores que ya no le hacían gracia, en frente suya, un profundo mar lleno de criaturas innombrables que ya conocía, sobre sí, un cielo infinito cuyas constelaciones no lograban más que hacer eco en su cabeza.

Una figura cayendo a la lejanía, buscando su redención, si lo viésemos al revés diríamos que se está elevando desde los cielos hasta las vastas aguas de nuestro planeta.

Un golpe seco a superficie mojada, una manada de gaviotas lamentando su último suspiro, las nubes empiezan a llorar por su ida.

Un silencio acompañado por la melodía de la lluvia inunda toda la tierra.

...

Unas cuantas horas después, el escritor despierta de su sueño. Se para de su mesa y se dirige al salón, al abrir a la puerta que da a las afueras de su morada, puede notar cómo las nubes cesan su llanto, y se retiran de la escena. Un cielo vacío, las siempre alteradas aguas del mar en esta ocasión están petrificadas, el sol brillando sin saturación alguna. Es un día... vacío.

El escritor al ver a su alrededor, sonríe. La alegría inunda lo más profundo de su simple ser, y le recuerda el por qué ciertas cosas tienen su gracia.

Un eclipse no es algo que se ve todos los días, al igual que un arcoíris o la nieve. A veces, para disfrutar lo bueno de la vida, hay que vivir entre lo más insípido y sin motivo, y así, cualquier detalle diferente a lo común, por más mínimo que sea, nos devolverá nuestra humanidad y le dará sentido a nuestra existencia.

En blanco.Where stories live. Discover now