El reino de Sagueza vivía empoderado por una familia peculiar, reconocida por la grandiosa sincronía que formaban sus nombres; ya que, al nacer, los padres de los recién nacidos les asignaban aquellos caracteres, pero al crecer y descubrirse a sí mismos, celebraban gozosos sus ceremonias de renacimiento, hechas para dar a conocer sus poderes asignados por sus pasiones y el nombre que caracterizaba sus capacidades, y ahora con el que todo mundo los llamaría.
Esta familia, conformada por el Rey Droit del Mandato y la Reina Moira de la Rectitud, junto con sus hijas Athnua del Invierno, la primogénita con poderes gélidos e impresionantes; Uathi del Verano, que albergaba magia cálida y agraciada; y... Jivan. Ésta última apenas entraba a los 16 años de edad y vivía sin haber descubierto su nuevo nombre, lo que la volvía un ser impaciente y un poco frustrado, a pesar de que su carácter desplomaba paz colectiva. ¿Pero dónde se encontraba su paz interior?
Jivan suponía que, si sus hermanas tenían poderes de verano e invierno, ella correspondería a una primavera o a un otoño. ¿Habrían de ser poderes florecientes, o poderes transformables? Estaba casi segura de que sería uno de ellos, pero al mismo tiempo se preguntaba ¿Qué rayos haría con un poder así? ¿En qué les servían a sus hermanas? ¿En qué le servirían a ella?
Una noche hubo una fiesta en el palacio: cientos de gente bien vestida y sofisticada se encontraban celebrando los 50 años de armonía con el reino vecino llamado Snillingur. Los anfitriones oficiales eran las familias de ambos reinos. Entre ellos, el heredero de dicho reino llamado Kahu. Él tenía 17 años y Jivan lo veía como una persona muy inteligente, más llevaba tiempo sin tratarlo. Él tenía poderes de nacimiento y, a decir verdad, ella lo admiraba.
La velada pasaba lenta y aburrida para Jivan. Después de saludar y sonreír a todos como marcaba el protocolo, se sentó a un lado de la orquesta y observó cómo la gente charlaba e interactuaba entre sí. Se imaginaba qué clase de magia podría conservar cada invitado, aún si los conocía de más cerca. Al poco tiempo se cansó y decidió salir del salón de baile para dirigirse al balcón. Sorpresivamente, ahí estaba Kahu.
—Entonces, —Empezó a hablar él —¿ya tienes la fecha de tu ceremonia de renacimiento?
—Lamento dar la noticia de que aún no encuentro mis poderes. —Contestó Jivan acercándose más al borde del balcón.
—¿Lamentas dar la noticia o aún no tienes noticia qué dar?
—No es necesario atacarme de esa manera. —Reclamó. —Hay momentos en los que pienso que moriré simple y sin pasiones.
—Lo siento. —Se retractó. —Al contrario, ya estás muerta: por eso te sientes así.
—¿De qué hablas?
—¿Por qué piensas que hay una ceremonia de renacimiento? ¿Por qué crees que te es asignado un nuevo nombre? Los cambios importantes suceden después de impactos grandes en tu vida.
—Aún no sé como un impacto de mi vida me llevará a una estación del año.
—No tienes que ser como tus hermanas. Es tu renacimiento, no el de tu familia.
Sin decir más, Kahu volvió adentro. Jivan se sentía aterrorizada. Llevaba tantos años intentando involucrarse en lo que se supone que tenía que ser. Buscar su propio camino implicaba empezar de nuevo. Si ya había esperado un montón de tiempo, ahora tenía que esperar más.
Esa misma noche, mientras todos se iban, las familias se quedaron en el jardín disfrutando una fresca medianoche, sin dejar de hablar de sus propias buenas nuevas. Era un momento íntimo entre las dos familias, así que con seguridad decidieron conversar sin guardias alrededor.
Pero esto fue un acto erróneo, ya que al momento se escabulleron siete ladrones que enseguida lanzaron maleficios y fuego a las dos familias.
Fue un momento lleno de pánico. Por cada cabeza pasaban los "hubiera" de sus vidas, sus universos alternos. Qué hubiera pasado si algunas cosas fuesen diferentes.
Pero en un instante todos pudieron admirar aquella sorpresa de Jivan: alrededor de las familias en peligro se situaba un campo de protección que irradiaba tal fuerza y tal luz que inspiró a todos a no sentir miedo y a pensar sabiamente. Sobre todo, la familia de Sagueza, quienes se sentían maravillados por el descubrimiento de la capacidad de su hija, la menor.
En un instante Jivan comprendió todo. Su poder era la paz y tranquilidad. Ella era Paleni de la Paz.