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Bailarinas y cantantes con coreografías perfectamente sincronizadas, voces melodiosas y vestuarios deslumbrantes que sólo a chicas como ellas les quedaban bien. Cuerpos delgados sin ninguna pizca de grasa, pieles blancas y sin imperfecciones y piernas de infarto que mataría por yo misma tener. Kim Namjoon se entretenía contemplando los cautivadores movimientos de Girls' Generation sobre el escenario en la pantalla del televisor de aquella estancia. Cabía destacar que en ningún momento despegó su vista del grupo de chicas que arrasaban cada vez que lanzaban nuevas canciones. Y era normal que se sintiera atraído hacia ellas. Corea las amaba. Podría decirse que eran las reinas del país. Qué digo reinas, ¡diosas! Esos cuerpos parecían haber sido esculpidos por los mismísimos dioses del Olimpo.

Mientras tanto, yo arreglaba el cabello de Namjoon de forma que luciera peinado al detalle. Con la ayuda de toda clase de artilugios de peluquería, conseguía el look que más iba con él. Ese era mi oficio y aunque pudiera parecer el trabajo más simple del mundo, yo lo disfrutaba enormemente. A pesar de todos los productos químicos y tintes de múltiples colores que han pasado por el cabello de Namjoon, este permanecía siempre muy suave, agradable para el tacto. Adoraba hundir mis dedos entre sus mechones y acariciarlos hasta deshacer todos los nudos que podían formarse entre ellos. Para mí era un regalo observar cómo él entornaba sus ojos, relajando todos y cada uno de sus músculos, permitiéndome experimentar con su pelo y hacer obras maestras con él.

Aunque eso fuera lo único para lo que sirviera.

Odiaba compararme, pero era evidente que quienes llamaban más la atención eran aquellas talentosas cantantes y no una estilista a tiempo parcial como yo.

Lo tenía asumido, y lo único que podía hacer era agachar la cabeza y concentrarme en aquel cabello que, para mí, era mi favorito.

ㅡ¿Te encuentras bien? Pareces cansada.

Levanté la barbilla y al mirar al espejo me encontré el reflejo de Namjoon cuyos ojos, por primera vez, se centraban en mí, dedicándome una expresión seria que me ponía la piel de gallina.

ㅡOh... Sí, bueno. Últimamente hay mucho trabajo.

Típica escusa barata para evitar situaciones incómodas. Ya había usado cientos de ellas.

ㅡDescansa cuando acabes.

Namjoon a veces me reconfortaba con consejos o simples oraciones que cualquiera diría, pero que, dichas por él sonaban mucho mejor y hacía mis piernas temblar.

ㅡS–sí ㅡlogré decir sin desmayarme.

Por último, apliqué algo de cera en su pelo con la finalidad de fijarlo y que no se estropeara mientras bailara sobre el escenario.

Eran pocas las veces que manteníamos una conversación. A veces Namjoon sólo me preguntaba la hora, otras extrañamente me pedía consejos... Las únicas oportunidades que tenía para hablar con él se presentaban durante mis horas de trabajo, justo antes de que saliera al escenario o al plató de un programa de variedades. Sin embargo, mi timidez podía conmigo y finalmente dejaba escapar todas esas magníficas coyunturas. Cuando coincidíamos por los pasillos o se realizaba una reunión entre los empleados y los miembros de BTS ni siquiera intercambiábamos miradas, al menos por su parte. Yo permanecía todo el tiempo contemplando su fisonomía imaginando nuevas técnicas de maquillaje que pudieran realzar todas y cada una de sus facciones. Desde su afilada mandíbula hasta la acentuada forma de sus ojos.

Cuando acabé con su cabello, intercambié el secador y los cepillos por las paletas de sombras y las brochas. Llegaba el turno del maquillaje. Sin duda, mi momento favorito. Todo el repertorio de cosméticos de las marcas más caras se repartían a lo largo del tocador. Namjoon observaba ensimismado los diferentes colores de sombras de ojos. Parecía perdido entre tantas tonalidades distintas.

Muse | rm {One Shot}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora