Ann.

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Capítulo 1.

ANN

Me encantan los días lluviosos en los que la calle se queda completamente en silencio y lo único que llenan mis oídos son las gotas que chocan contra el suelo una y otra vez. Click, click, click.

-¿Tienes tabaco?-Rompió el silencio.

-Te he dicho antes que no, ¿qué te hace pensar que ahora si? Además, -Kat giró los ojos hacia su pequeño cuerpo. -no sé cuántas veces tengo que decirte que eres demasiado pequeña para joderte los pulmones así.

-No hace falta que te pongas así, sólo era una pregunta tía.

Ann es una chica de diciséis años, tiene un rostro realmente bonito, su pequeña nariz y sus grandes ojos le hacen dar un toque de niña, pero su cuerpo y su madurez hacen notar que ya no lo es. Su pelo es largo y castaño, está totalmente lleno de rastros de los múltiples tintes que se ha puesto pero aún así es bonito, siempre lo lleva revuelto y despeinado, lo justo para que piensen que no vive en la calle pero que su pelo tampoco es lo que más le importa. Es bajita y menuda, siempre lleva vaqueros ceñidos y algún que otra sudadera o suéter desilachado por algún lugar. Pero sin duda lo que más envauca de Ann es su sonrisa, siempre he pensando que es como si aquella sonrisa con la que te responde es sólo un ensayo, aunque ahora que lo pienso quizás también son en parte sus ojos, porque sus ojos son raros, son de un color marrón muy claro, como el de las hojas al principio del otoño, totalmente cristalinos y fieros, los heredó de su padre aunque ella no lo sepa, pero aún así hay algo en ellos que es peculiar porque cuando te miran parecen gritar por dentro, parece que está a punto de decirte que se le acaba el tiempo, que por favor la ayudes a salvarse de todo lo que la oprime, porque nunca se ven moviéndose de la misma manera en la que parecen sentir, con anhelo, con deseo de que algo en ella fuera mejor.

-Odio cuando te pones así Kat.

-Y yo odio que te comportes como una niña, ¿y me ves quejándome de algo? ¿Me ves?

-Te pones insoportable, de verdad.-Musitó en un suspiro.-¿Has tenido un mal día acaso? No sé por qué siempre lo pagas conmigo.

Kat bufó y siguió andando hacia delante. A estas alturas esto ya era sólo un monólogo, no había ni un sólo día en el que a ninguna de las dos le molestara lo que la otra hiciera. Pero para su mala suerte, aquello no se podía evitar. Pasaban juntas muchísimo tiempo, y aunque antes el trabajo a Kat sólo le permitía verla un par de horas al día, la nueva incorporación de Ann en el bar hacía que la bola de molestias que cada una tenía hacia a la otra creciera cada día más con continuos roces en el trabajo que siempre acababan sacando de quicio a ambas.

Los minutos pasaban lentamente. Estaban ya en el punto de encuentro. Una luna brillante se alzaba por entre los edificios más desgastados de la ciudad y una ciudad apagada se dejaba engullir por aquella noche lluviosa. Faltaban un par de minutos cuando Ann divisó una figura caminando hacia ellas por la callejuela oscura, simplemente veía una silueta negra y alta, vió que llevaba un cigarro encendido en la mano y miró a Kat.

-Ni se te ocurra abrir la boca.-Kat miraba hacia el frente, pero sólo basto el tono de su voz para que la más joven entendiera que debía hacerle caso.

Junto a ellas se enfrentó un chico alto, fuerte a pesar de lo que decía su silueta delgada, su pelo estaba cubierto con la capucha de una chaqueta verde oscuro, pero un pequeño mechón azabache dejaba ver que lo tenía un poco largo, tenía un gesto firme con una nariz muy bien delineada, unos labios finos y fuertes y un tanto blanquecinos, sus ojos negros portaban unas enormes ojeras que recalcaban sus cuencas más aún, en su cara no se divisaba ningún sentimiento aparente, ni molestia, ni alegría, ni frío tan siquiera, hasta que los ojos de él contactaron con los de la muchacha y una pequeña descarga de incomodidad recorrió todas sus terminaciones, ¿acababa de mirarla con asco? Ann se retiró y se alejó unos metros hacia las escaleras de lo que parecía ser la puerta trasera de un local. Escuchó a Kat saludarle y unas risas por parte de ambos le dio a entender que no se llevaban tan mal, incluso pudo ver por las sombras de ambos que hasta se daban un cálido abrazo, en ese momento exacto no supo por qué ni desde cuándo la mirada de un desconocido le daba tanto a pensar.

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