Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, Margaret y su hija Mónica vivían tranquilamente en el centro de Berlín, ambas descendientes de una familia judía muy pobre, ellas se enteraron de la gran exterminación de judíos que habría, entonces Margaret decidió esconderse junto con su amada hija Mónica en un búnker improvisado que ella misma había armado en el patio de su casa, éste consistía en un hueco bajo tierra, el cuál había sido forrado con cemento y cal para que no contrajeran una enfermedad al estar expuestas a la lluvia y que ésta destruyera todo el búnker; Margaret logró esconderse junto con su hija en ese lugar, pero eran muy pobres y no tenían muchos alimentos para subsistir tanto tiempo ahí, la pequeña Mónica le decía a su madre con mucha tristeza: "mami, tengo mucha hambre, necesitamos conseguir más comida", y su madre rompía en llanto porque sabía que no iban a poder salir de ahí pronto.
Una noche helada, Margaret decidió salir del búnker mientras Mónica dormía para buscar un poco de alimentos en las cosechas que habían en el jardín delantero de su casa, al salir vió todo tan cambiado, ya nada era cómo lo recordaba, los cristales de su casa estaban rotos, la cerradura de su puerta había sido destruída y las calles estaban infestadas de cadáveres; Margaret pensó: "debo de conseguir alimentos suficientes para mi y para mi hija lo antes posible, espero que nadie me vea", entonces Margaret se puso manos a la obra y empezó a recolectar la mayor cantidad de alimentos que pudo. Después de media hora de recolectar alimentos decidió que ya era momento de volver al búnker, pero que primero podría buscar unas ropas para que la pequeña Mónica pudiera cambiarse la que traía puesta (pues ella ya llevaba varios días con la misma), así que con mucha cautela, Margaret ingresó a las ruinas de su casa y buscó en la habitación de Mónica un juego de ropa, al salir escuchó un ruido, unos pasos que se escuchaban demasiado cerca, de pronto, escuchó una voz: "¿hay alguien ahí?, ¡sal de dónde quiera que estés!". Margaret quedó aterrorizada, no sabía que hacer, ni cómo salir de ahí, y sabía que si corría hacia el búnker la alcanzarían y la matarían y que probablemente también matarían a Mónica. Margaret no tuvo mejor opción que esconderse debajo de un sucio ropero de la habitación de Mónica.
A la mañana siguiente, Margaret decidió volver al búnker, afortunadamente el hombre ya se había ido; al abrir la puerta del búnker se dió cuenta de que la pequeña Mónica ya no estaba ahí, lo único que había era una nota que decía: "madre, si regresas antes que yo, quiero que sepas que fui a salvarte, te amo y no podría soportar estar sin ti. Atentamente, Mónica". Margaret quedó en shock, no podía creer lo que acababa de leer, ¿cómo una niña de 7 años podría estar afuera sola?. Margaret no lo pensó dos veces antes de salir a buscarla.
Margaret corrió y corrió por las calles de su barrio hasta que al fin la encontró, Margaret corrió hacia ella y la levantó en sus brazos y le dijo "te amo más que a nada, jamás vuelvas a hacerme algo así", a lo que le agregó: "ahora tenemos que volver al bunker, antes de que alguien de nos atrape", y Mónica le respondió: "madre, mira que hermoso está el cielo, ya extrañaba verlo", Margaret bajó a Mónica y le agarró la mano, entonces ambas se pusieron a admirar la belleza del cielo, en eso, Mónica le dice a su madre: "te amo mamá", y de pronto... "PUM", se escuchó un disparo, era un francotirador que le dió Justo en medio de las cejas a Margaret, entonces Mónica, horrorizada huyó de ahí, dejando atrás el cuerpo sin vida de su madre.