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Los dos hermanos.

Cuentan que hace años en las tierras de Arroyo Achar, de la región uruguaya de Tacuarembó, había dos hermanos que se amaban el uno al otro por sobre todas las cosas, estando juntos desde niños. Los dos crecieron para convertirse en jóvenes apuestos, nobles y generosos, además de inmensamente valientes. Parecía que nada destruiría nunca ese fuerte vínculo que habían desarrollado entre ambos.

Pero un fatídico día, los dos se enamoraron de la muchacha más bella del pueblo, una chica superficial que usaba sus encantos para coquetear a diestra y siniestra con todo el mundo.

Los hermanos no supieron ver la malicia de la joven y de la noche a la mañana, se convirtieron en los peores enemigos. Todo el tiempo competían por ver quien lograba conquistarla y ella disfrutaba al verlos pelear por su culpa.

Una noche, el hermano mayor se presentó en casa de la chica mientras todos dormían y decidió robarla. Salió del pueblo montando en su caballo por la madrugada.

Cuando su hermano se enteró de esto montó en cólera y fue cabalgando tras ellos. En el camino se tropezó con una anciana mujer, que le dijo haber visto como los amantes escapaban. Tras indicarle la dirección por la que habían desaparecido, no tardó en alcanzarlos y les cortó el camino gritándole con furia a su pariente.

-¡Traidor! ¡Me la robaste!

-¡Nada he robado pues ella siempre fue mía!

Y mientras discutían, la malvada muchacha solo sonreía al ver lo que su belleza era capaz de provocar. En ese momento los dos bajaron de sus caballos y sacando sus armas, se enzarzaron en una violenta lucha que terminó con ambos heridos de muerte.

La joven al ver esto se asustó tanto, que liberó un grito que espantó a su caballo haciéndolo correr desbocado, hasta perderse en medio del bosque.

Al darse cuenta de lo que su rivalidad había provocado, los hermanos se arrepintieron y a punto de morir, pensaron que lo mejor era reconciliarse. Fallecieron abrazados el uno al otro, con sus manos enlazadas y tendidos sobre un par de charcos de sangre.

Mientras tanto el caballo de la chica seguía corriendo con tal fuerza, que acabó tirándola en medio del camino y dejándola inconsciente. Cuando ella se despertó, volvió sobre sus pasos y se tropezó con los cadáveres inertes de sus pretendientes, llena de espanto. Un enorme remordimiento se apoderó de ella al mirar lo que había provocado y atosigada por la culpa, se dedicó a deambular de un lado a otro, llorando por esos hombres que la habían amado.

Finalmente llegó el momento en el que no pudo seguir viviendo con el horrible recuerdo de sus cuerpos en el piso. Se dirigió hasta la Laguna Asombrada, tirándose en las aguas hasta ahogarse.

Dicen que hasta hoy en día, su alma sigue penando por todo el mal que provocó y todos los Viernes Santos se la puede ver, arrojándose a la lagunilla y emitiendo escalofriantes aullidos. En esos instantes es mejor no acercarse, o podría tratar de ahogarte a ti.


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