CAPÍTULO 10

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—Sabes, a la hora de convertirte en un vigilante nunca nadie te dice... lo aburrido que puede ser vigilar —soltó Milton mientras se acomodaba en el asiento de conductor.

—Y no se volverá más ameno con ese tipo de comentarios —le respondió Zoey, quien miraba con unos binoculares hacia el bar Cobra, el lugar donde los Serpientes Rojas se reunían.
Estaban estacionados a un par de calles de distancia del bar para no llamar la atención de los motociclistas que estaban afuera o que ocasionalmente pasaban por ahí.

—Llevamos ya un par de horas vigilando, no creo que ese Carter Blake aparezca.

—Si más no recuerdo fue tu idea venir aquí en primer lugar —lo miró de reojo.

—Sí... sonaba mejor en mi cabeza —salió de la camioneta.

—¿Qué haces?

—No siento las piernas, necesito estirarme.
Zoey volvió a colocarse los binoculares, miró nuevamente hacia el bar, a penas eran las siete de la noche pero ya habían bastantes motocicletas alojadas en la entrada, se interesó en especial de una de color rojo.

—Que tal si Carter Blake todo este tiempo estuvo aquí...

—¿Qué dices? —tras eso, bajó de la camioneta y se colocó su capucha—. Zoey, Zoey ¿qué haces? —se juntó con ella mientras se aproximaban al bar.

—Que tal si solo preguntamos si está —un par de motociclistas los vieron acercarse e inmediatamente dejaron lo que hacían y se acercaron.

—Alto —un hombre maduro con la chaqueta de las Serpientes la detuvo—. ¿Qué mierda quieren?

—Nosotros...

—¿Está Carter Blake? —Zoey se adelantó antes de que Milton pudiese decir algo. Aquel sujeto se puso mucho más serio, acabó con su cigarrillo y lo arrojó.

—Mejor váyanse de aquí antes de que haya problemas.

—Zoey...

—¿Está o no Carter Blake? —preguntó autoritaria y sin titubear. Ella y el motociclista se miraron prácticamente sin parpadear.

—Muy bien chica, te lo ganaste —la tomó del hombro con firmeza. Entonces Zoey atrapó su mano lo hizo girar preso de una llave de presión y lo pateó hacia el suelo.
El otro motociclista sacó una pequeña navaja y arremetió contra Milton, él evitó un par de sus ataques, hasta que le asestó un puñetazo en el rostro, logrando derribarlo por igual.

—¿Qué diablos está pasando? —un par más salieron del bar. Rápido fueron tras ellos. Zoey derribó de una patada a otro sujeto un tanto más joven, mientras que Milton terminaba con otro a puñetazos.

—Carajo —emitió Milton acercándose a ella, los que habían sido derribados se levantaban y otros más salían del bar. Entonces uno de ellos sacó una pistola.
Inmediatamente Milton se interpuso antes de que pudiera apuntarle a Zoey.

—¡Alto! —un hombre captó la atención de todos, salió completamente del bar, no era distinto a los demás, un hombre maduro con vestimenta de cuero. Miró inexpresivo a su alrededor y se mostró intrigado ante Zoey y Milton.
—Baja eso de una vez —le dijo al motociclista del arma.

—Pero... ellos —finalmente le hizo bajar la pistola.

—Sí, ellos derrotaron a algunos de nuestros mejores hombres —sonrió—. Y siendo solo unos niños, muy impresionante —ambos se quedaron en silencio mientras él no dejaba su sonrisa—, ¿y bien, van a pasar o qué?
Tras eso entró al bar, ambos se miraron confundidos, pero lo siguieron. Atravesaron las puertas del bar encontrando un local con iluminación muy lúgubre, que apestaba a cigarrillo y a cerveza podrida y que contenía a decenas y decenas de motociclistas de aspecto no muy amigable.

LOS PROTECTORES: Los MarcadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora