One

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|El inicio de mi martirio, o sea, cuando la conocí|

Me llamo Mostacho, no tostacho y mucho menos Nacho. Aunque Nacho me gusta más que Mostacho. Pero bueno, uno que le puede hacer; cuando no puedes hacer otra cosa más que ladrar, y teniendo en cuenta también que; mi humana esa que es mi dueña, es una total despistada y para nada cool. Así que, me tengo que conformar con este nombre y soportar sus llantos a cada hora porque un perro—humano— la abandona, como siempre.

Humanos, humanos...

Aún recuerdo aquel día que mis pequeños ojos lindos, se encontraron con los de esa humana, sus ojos eran color popo, así como la que hago cuando como croquetas.

Llevaba dos espejos en los ojos, lentes le llaman, eran de pasta gruesa y redondos, eran como dos farolas y me asusté wey, me asusté cuando su rostro se pegó en el vidrio de la vitrina donde estaba encerrado como un prisionero, cuando mi único delito era haber nacido de una perra insensible.

—¡Ay Tina, mira que hermosura! —exclamó la abejorra humana con una voz chirriante. Retrocedí lo que el maldito encierro me permitía para evitar esos ojones de abejorro.

Una rubia nada parecida a la abejorro humana, con dos exorbitantes cojines redondos en sus pechos se acercó a la vitrina a verme, me sentí como: “la mujer serpiente” que ponen en exhibición en las ferias del pueblo. Pero obviamente en este caso yo era un macho serpiento, porque hay que dejar bien en claro mi orientación sexual, para evitar inconvenientes. Dos pares de ojos me observaban como el ser más hermoso, obvio, del planeta.

Los cojines redondos que tiene como pechos la rubia, se pegaron a la vitrina haciéndome sentir asfixiado.

—Está chulesco —dijo esta, haciendo caras que pretendían ser de ternura pero parecían de horror—. Sus ojones de bola son lo que más me encanta —Exclamó.

Eskiusmi, ¿ojones de bola? ¡Disculpate conmigo falsa sabrina, ahora mismo!
Demande en un gruñido, a lo que obtuve como respuesta un estúpido y asqueroso Awww por parte de la abejorro humana.

—Creo que ya sé que quiero para regalo de cumpleaños, Tina —pego un brinco y aplaudió.

¿Esta matando moscas o le entro un mal aire?

Moví mi cabeza de lado y lado viendo como se acercaban al viejo gordo que me tenía prisionero en esta caja de vidrio nefasta y apestosa.

El gordo volteo a mirar a la caja donde me encontraba, con su cara fea de ogro que tiene y yo arrugué mi rostro, gruñí y pegué un ladrido para que vieran que el que manda soy yo.

La abejorro humana y la falsa sabrina movieron la cabeza, con una sonrisa en sus hocicos.

Que feas.

Después de algunos minutos. El viejo gordo camino hacia donde me encontraba y metió sus gordinflonas manos y me tomó por mi escultural cuerpo.

Comencé a ladrar como loco.

¡Bajáme! ¡Shuu, Shuu, Bajáme bola de manteca! ¡Bajáme me vas a pegar lo feo! ¡Auxilio, me va a quitar mi belleza, auxilio!

Y entonces paso la cosa más vergonzosa de mi bella existencia: me orine. Justo en la barriga de manteca del gordo. Aunque fue vergonzoso, me sentí satisfecho por vengarme de él. Quería robar esta belleza, que ni el mismísimo Miguel Ángel podría esculpir.

¡Boom!

Cerdo animal —bramo enojado.

Cerdo tu trasero, asqueroso. Yo soy una belleza perruna— Gruñí.

» Tómelo, antes de que lo tire al basurero.

La abejorro humana estirón sus flacas y debiluchas manos y me apachurro junto a su escuálido pecho.

Comencé a ladrar como loco, nuevamente.

¡Quitenmela! ¡Me va a matar! ¡Me quiere viol... Olvidenlo, solo saquenme de aquí! ¡Aiudaaaaaaa!

Entonces, paso algo super rarísimo wey. La abejorro humana me empezó a tocar mi escultural cintura, y comencé a sentir una sensación extraña, algo relajante y que me causaba felicidad, pero extraña. Mientras rascaba mi panza decía cosas estúpidas como: ¿Quién es el más peshosho? ¿Quién?

¡Buah! Obvio yo abejorro, eso todos lo saben.

Ella pelaba su dentadura y yo gruñia con felicidad.

—¡Listo! —exclamó la falsa sabrina. Haciendo que la abejorro humana dejara de rascarme mi linda panza.

Le eché una mirada de me haré caca en tu desayuno, y me orinaré en tus pies cada que pueda. La falsa sabrina sonrió y me dejó caer su mano en mi linda y preciosa cabeza.

Más cuidado estúpida, que esta cabecita no la tiene cualquiera —le grité en un ladrido.

» Ay que feo eres, cuando arrugas más tu carota.

¿¡Feo!? ¡PARFAVAR! ¡Que alguien le pase un espejo a la sabrina falsa y se enfoque su trasero para que vea que es realmente feo!

Déjalo Tina, él es hermoso, ¿verdad que shi? —Obvio abejorro, tu si sabes la onda.

Aprende de ella estúpida, ella si sabe apreciar la belleza de este machote —le ladre con mirada matadora a la falsa sabrina.

—Ash. En fin, ¿cómo le vas a poner?

Cuestionó sabrina falsa.

¿Cómo me van a poner? Oh, me van a elegir un nombre, ¡Genial! Lo que siempre quise.

A ver... ¿Cómo me puedo llamar?

Tal vez... Estefano, o Stefan como el machote que salía en la TV, esa que la doble del viejo gordo del puesto donde me tenían encerrado, me cuidaba.

Aunque también me podía llamar Papirrin, porque eso es lo que soy, bueno no, mejor no porque suena muy de clase baja y de perro feo y pues esta clarísimo que este machote pertenece a un círculo social más alto, de alcurnia tal vez...

¿Seré sangre azul? Olvídalo, no importa el color de sangre lo que interesa aquí es la porte que me cargo.

¡Ya sé! Mejor pongánme IanSomerhalder, como el BadMachote que la hace de vampirin en esa misma serie que veía la doble del viejo gordo.

IanSomerhalder me gusta más, ¡pongánme así humanas....!

Su nombre será...

IanSomerhalder, IanSomerhalder IanSomerhalder...

» Mostacho...

¡SÍ... ¿KHÉ? ¿Mosta... Quién? ¿Mosta... Quién, abejorra tonta, Mosta... Quién?

Desde ahí debí suponer que nada cool me esperaba con esta humana, maldita seas perra que me dio la vida, me cagaste mi futuro. Pero ya que podía hacerle, me tenía en sus manos como perrito faldero, gracias a que me rascaba la panza cuando quería y me alimentaba las veces que se lo pidiera.

No importa que me hayas puesto un nombre horrible, igual y siempre seré IanSomerhalder el machote vampirin.

Mostacho [PRÓXIMAMENTE] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora