Todos la observaban, en el mal sentido. Aquel día Laura estaba distinta a los días anteriores, pero no era algo que se originó espontáneamente, sino algo que ella había estado reprimiendo por mucho tiempo. Caminaba con una sonrisa y con la cabeza en alto, usaba un sobretodo color salmón y había reemplazado sus lentes de contacto por unos anteojos que resaltaban el color amarillo de sus ojos, por lo que destacaba de entre la multitud. A pesar de que la gente la observaba con incomodidad y desdén, ella simplemente avanzaba por las calles de la ciudad como un salmón en un río gris.
Unas cuadras después, llegó al que era su trabajo, un edificio gigante se alzaba frente a ella, de fachada gris y aburrida. Empujó una de las puertas gigantes de vidrio y entró en la recepción, para luego tomar el ascensor y subir hasta su oficina. Piso 10, las puertas del ascensor se abrieron de par en par y dieron a conocer lo que se hallaba detrás de ellas. Laura dio un paso para salir y se encontró en una sala que se asemejaba a una foto o pintura monocromática, con una cantidad exorbitante de cubículos que ella creía recordar de memoria. Su oficina se encontraba al final de aquella sala y para llegar a ella debía recorrer un mar de trajes grises. Mientras ella recorría el pasillo, aquellas personas, que hasta ese momento parecían maquinas automatizadas, voltearon a verla pasar. Ella sentía las miradas en su nuca, y aunque trataba de no darles importancia, la confianza con la que había salido de su departamento se estaba desvaneciendo. Finalmente, después de recorrer el pasillo que se le hizo infinito, llegó a su oficina en la que la esperaba su cómodo sillón, de un color que no desentonaba con el ambiente. Se sentó en él, respiró profundamente y dejó caer su cabellera rojiza. A todo esto, las miradas se habían intensificado, tanto hombres como mujeres sintieron por Laura cosas que ya habían olvidado que existían en su monocromática vida.
No pasó tanto tiempo cuando pudo escuchar a alguien entrar en su oficina.
-Tarde Milan – se trataba de la supervisora.
-Cinco minutos, fueron solo cinco minutos.
- En realidad fueron seis y creo que te los podrías haber ahorrado si hubieras utilizado tu tiempo correctamente en vez de vestirte tan...extravagante.
- ¿Extravagante? – el odio que sentía escapaba en su tono.
- ¿Estás enferma? Es que no veo otra razón por la que vestirse...así – una mueca se dibujó en su cara – en todo caso podrías haber pedido el día libre y ahorrarte la ridiculización de tu persona.
Laura prefirió quedarse callada y retener su odio dentro. Así como la supervisora entró, se fue.
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Extravagante
Teen FictionEn una sociedad donde las personas viven únicamente en tonos de gris una mujer decide dejar de reprimir sus impulsos y ser diferente. ¿Somos lo suficientemente fuertes como para ir en contra de la corriente? ¿o sucumbimos y nos convertimos en uno má...